Luis Cómbita es uno de esos migrantes venezolanos que ha tenido que sortear en diferentes trabajos en otras fronteras. Un día, en Colombia, en pleno corazón de Bogotá, Cómbita fue detenido por un policía debido a la ausencia de un permiso laboral para vender mangos. A sus 24 años, su respuesta ante la circunstancia presentada fue aclararle al efectivo de seguridad que en Venezuela “no hay futuro” y por eso había decidido abandonarla hace dos semanas atrás.

Este joven forma parte de los al menos 2.5 millones de ciudadanos de nacionalidad venezolana que han emigrado desde el año 2014. Lo que comenzó hace 20 años con Hugo Chávez ha pasado factura al país con una de las crisis políticas, económicas y humanitarias más severas en la historia de América Latina, reseñó el portal Economist.

La economía se ha reducido a la mitad desde el año 2014, mientras que la hiperinflación que comenzó en octubre de 2017 ya alcanzó el rango de 1.299.744%, de acuerdo con cifras publicadas por la Asamblea Nacional (AN), pues el gobierno ya no ofrece estos detalles.

Ante esta situación, el sector privado en Venezuela se enfrenta a la destrucción. El principal problema de las empresas es la caída de la demanda y los salarios reducidos por la inflación, lo que ha llevado a algunas a cerrar sus puertas y dejar de operar a pérdida.

El colapso del país no se debe específicamente a los bajos precios del petróleo, tampoco a las decenas de sanciones impuestas desde Estados Unidos, sino a una mala administración que desde hace 20 años ha golpeado a cada uno de los sectores.

El despilfarro de un auge petrolero por Hugo Chávez y el encadenamiento al sector privado por su gobierno han convertido a Venezuela en el país más endeudado del mundo. Las obligaciones externas actuales de la nación equivalen cinco veces a sus exportaciones, explicado desde las palabras de Ricardo Hausmann,  economista venezolano en la Universidad de Harvard.

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