La fiesta del beisbol venezolano comienza hoy en cuatro ciudades, entre las mayores dificultades que haya experimentado jamás la LVBP.

Las Águilas de Zulia, defensoras de la corona y de nuevo favoritas, reciben en Maracaibo a los Navegantes del Magallanes, una de las decepciones del campeonato pasado, rearmados para esta ocasión con un manager dos veces ganador del circuito y una combinación de criollos y curtidos importados que debería llevar a buen puerto la nave.

Los Leones del Caracas, fresca todavía la decepción vivida en el torneo anterior, salen al estadio Universitario para despejar las dudas que aún quedan, contra unos Tiburones de La Guaira que parecen estar a muy poco de completar la ciclópea búsqueda que hace sufrir a su afición: poner fin a la larga espera que les tiene sin coronas desde hace más de tres décadas.

Los Caribes de Anzoátegui, uno de los principales animadores de los últimos años, empiezan en casa, con firmes razones para considerarse protagonistas. Tendrán a su disposición un roster bien fogueado para una carrera cuya primera parada será en Puerto La Cruz ante los Bravos de Margarita, escuadra que regresa con su perfil discreto, multitud de prospectos y el anhelo de obtener su primer cetro.

Los Cardenales de Lara reciben el Barquisimeto a los Tigres de Aragua, para completar la jornada inaugural. Los pájaros rojos han armado una novena que parece tener las piezas suficientes para completar la tarea que se les quedó corta el año pasado, cuando perdieron la final con los aguiluchos. Los bengalíes llegan con las mismas aspiraciones que les tienen como grandes aspirantes en este siglo XXI, aunque su suerte dependerá en buena medida de la respuesta de sus muchos grandeligas.

Los ocho equipos deberán esquivar obstáculos semejantes, e incluso mayores, a los que hallaron en la zafra 2016-2017.

La crisis económica que sufre Venezuela ha arreciado. Son cuatro años con la mayor inflación del planeta y con contracción económica. La afición despobló las tribunas y gradas en la justa anterior. La asistencia cayó cerca de 50 por ciento.

Esa situación no ha cambiado, sino que se ha profundizado, y los clubes esperan nuevos problemas para colocar boletos y vender alimentos y bebidas a los asistentes. Son tiempos difíciles.

Cada divisa contará con una escolta armada para trasladarse entre ciudades, durante los periplos a los que están obligadas. Esperan así que se mantenga el récord impecable del torneo pasado, a diferencia de lo ocurrido con algunas oncenas del fútbol profesional, que fueron asaltadas a mano armada en pleno viaje.

La firma de peloteros ha sido un problema, con precios que suben cada semana y que han llevado a los jugadores a plantear nuevas condiciones y montos en sus contratos. Es una dificultad adicional a la de los últimos tiempos, en los que se ha hecho prácticamente imposible asegurar con meses de antelación las costosas reservas de transporte y hotel que es necesario realizar para largos calendarios de cuatro meses.

Este es el panorama en el que los ocho clubes se lanzan al combate. El aspecto económico parece resuelto, en medio de las dificultades, gracias al patrocinio de Empresas Polar y Pdvsa, que aporta, esta última, las divisas necesarias para costear gastos operativos e inversiones en moneda extranjera, tal como pasa con las selecciones nacionales de fútbol y de otros deportes.

Será un campeonato con puros umpires criollos, por primera vez desde que hace décadas comenzaron a venir los árbitros extranjeros. La situación obliga, pero ayuda la existencia de una escuela nacional de jueces que ha graduado decenas de oficiales, con muchos de ellos insertados ya en el sistema de Ligas Menores.


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