Si hay que señalar a un pelotero que haya tenido una evolución notoria, de 2015 hasta hoy, muy posiblemente Odúbel Herrera estaría en uno de los primeros puestos de la letanía. El cambio del jardinero es enorme. Pasó de ser un bateador seguidor de la poco ortodoxa manera de Vladimir Guerrero (hacerle swing a todo), a la disciplinada formal de Bob Abreu (habitar en los conteos altos y seleccionar el envío conveniente).Fueron 129 los ponches que sufrió la temporada pasada, un guarismo alto para un hombre que no superó la decena de cuadrangulares y que además solo tomó 28 boletos. Los números revelan poca paciencia en el plato.Ese Herrera parece haber desaparecido, pues el jardinero central de los Filis de Filadelfia amaneció ayer con 26 bases por bolas conseguidas. Es decir, que en sus primeros 35 juegos tiene casi la misma cantidad de caminatas que las logradas en los 147 partidos del año pasado. La selectividad, así como su ya conocida capacidad para hacer contacto, han transformado al zuliano en uno de los bateadores más complicados para los lanzadores de las mayores. Sin contar la jornada de anoche, su promedio de embasado (OBP) era de .450, el segundo mejor de Grandes Ligas. El año pasado el OBP exhibido fue de .344.Al sumar su frecuente estadía en las bases, con un average de bateo de más de .330, es normal que Herrera tenga juegos como el del jueves, cuando se fue de 4-4 y un boleto recibido. De sus primeros 35 careos, solo en cinco no ha conectado un imparable.


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