Luis Aponte salió de Venezuela, pero el país sigue en él. Radicado en Chile, el ex grandeliga ahora es técnico de categorías infantiles.

Tiene mucho que enseñarle a esos niños. El lanzador derecho fue relevista de los Medias Rojas de Boston y los Indios de Cleveland, con los que se retiró. Jugó durante cinco temporadas entre 1980 y 1984.

En su paso por las mayores el anzoatiguense lanzó 220.0 innings en 110 apariciones en el montículo.

En ese lapso permitió 222 hits, toleró 86 carreras (80 de ellas limpias), dio 68 boletos y abanicó a 113 rivales. Su efectividad de por vida quedó en 3.27.

Su mejor temporada fue al de 1982, con el uniforme de los patirrojos, cuando sumó 44 ponches y salvó 3 partidos.

“Considero que el estar allí en aquel entonces era una proeza”, dijo en una entrevista al Diario Los Andes en 2016.

En la conversación apuntó que llegó primero que Luis Aparicio al Salón de la Fama de la MLB: “Es que soy parte del juego más largo en la historia, el de los 33 ininngs”. Ese partido fue en 1981.

En la LVBP también fue un hombre valioso en el bullpen. Jugó casi toda su carrera de 18 campañas con la camiseta de los Cardenales de Lara, salvo la última, 1990-91, cuando con 43 años de edad y vistiendo la camiseta de los Caribes (entonces de Oriente), se despidió de los diamantes.

En su trayecto por la liga venezolana Aponte dejó récord de 54 triunfos por 39 derrotas y 73 juegos salvados.

Toleró 7.756 hits, dio 242 bases por bolas y guillotinó a 429 rivales en 785.1 innings lanzados. Esos números le llevaron a ser parte del Salón de la Fama del Beisbol Venezolano.

Hombre de profundas creencias religiosas, Aponte es, a sus 65 años de edad, uno más en la diáspora venezolana en el exterior. Fue la crítica situación del país la que le hizo preparar maletas y cruzar la frontera.

“Salí de mi país por la inseguridad”, explica en un video colgado en la cuenta de Twitter de la Embajada de Estados Unidos en Chile “Por la inseguridad de no saber qué comería al día siguiente y por la inseguridad de no saber si no saldría de mi casa y regresaría”.

Y fue a parar a Chile, un país sin tradición beisbolera pero en el que sorprendentemente encontró una forma de reconectarse con Venezuela.

“Aquí (en el campo de beisbol) me olvido de que soy un emigrante”, dice. “Con estos niños venezolanos he conseguido tener un pedacito de mi país en Chile”.

El ex lanzador sabe lo que es extrañar a su país y vivir como un extranjero nunca olvida lo duro que fue vivir en Estados Unidos y tal vez por eso está dispuesto a volver.

“Regresaría a mi país a reconstruir lo que han destruido, que es mucho”, afirmó.


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