El amarillo chillón es un color difícil de combinar y atreverse a vestirlo, a no ser en la ropa interior de Año Nuevo, es correr el riesgo de que a uno lo confundan en la calle con una banana andante. Sin embargo, en Colombia hay una razón para pintarse con esa tonalidad por estos días: es el color de James y Falcao.

Con el inicio del Mundial de Rusia, el país se ha uniformado. Y aunque Colombia no juegue todos los días, la amarilla diseñada por Adidas la lucen desde los rudos obreros que abarrotan el Transmilenio de Bogotá o el Metro de Medellín, hasta las primaverales muchachas que van a la universidad; desde gerentes de empresa hasta vendedores ambulantes. La exhiben modelos, cantantes, curas, políticos, ex guerrilleros, taxistas, indigentes, youtubers,  mascotas que visitan la peluquería y bebés que aún no han nacido.

Sin embargo, ese fanatismo colorido no se ha expresado en celebraciones masivas, primero porque los partidos se juegan en horarios laborales y, segundo, porque los principales canales de televisión de señal abierta -RCN y Caracol- decidieron transmitir apenas el 50% de los juegos.

Aunque en todos los centros comerciales han colocado pantallas gigantes, es poca la gente que muestra interés en ver los partidos. El ambiente general de plazas y parques está lejos del clima delirante que prevaleció durante las eliminatorias mundialistas, que se extendía de noche a madrugada con música y aguardiente.

Contribuye poco a elevar el ánimo futbolístico la coincidencia con las elecciones presidenciales, cuyo resultado dejó a medio país feliz y a otro decepcionado.

Así, en ese contexto polarizado, la caída del equipo nacional ante Japón por 2-1 heló la sangre de las 50 millones de personas que habitan este país y que se creen expertas en fútbol. Para el momento en que se escribe esta nota, pocos mostraban confianza en que los dirigidos por José Pékerman pasaran a la segunda ronda.

A estas alturas, si uno consulta a un contagiado de fiebre amarilla por el futuro de la selección le responderá que Juan Carlos Osorio, el renacido técnico antioqueño que dirige a México, es la mejor opción para reavivar los sueños colombianos en Qatar 2022. Rusia 2018 está resultando un vodka amargo.


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