Quizás sea porque su padre, el Café Martínez, se dedicó en los últimos años de su vida a convencer a los peloteros más jóvenes que debían tener una actitud más madura dentro y fuera del diamante, poniéndose él como ejemplo de cómo un gran talento puede perderse, si no se hacen las cosas bien y con la cabeza fría.

Puede ser eso, o tal vez sea que su hijo José Alberto Martínez aprendió el valor de la paciencia durante una larga carrera de desafíos, lesiones y olvidos en las ligas menores.

Quizás sean ambas cosas, o puede que el carácter del Cafecito simplemente sea este que fue autorretratado por sus declaraciones en la edición dominical del diario St. Louis Post-Dispatch, respondiendo a las interrogantes que le hizo el columnista Ben Frederickson sobre su nuevo rol de suplente, a pesar de ser uno de los dos mejores bateadores de los Cardenales.

“El juego te lleva a donde sea que vayas”, resumió Martínez. “Sé que en algunos encuentros no me han ido bien. Este es el precio que estoy pagando por eso. Pero también sé que no quiero hacer cosas que nos lleven a perder juegos, o que pongan al club en una posición en la que pueda perder un choque por mi culpa”.

El varguense es llamado por la prensa de la ciudad como “un bateador designado perdido en la Liga Nacional”. Sin lugar en el outfield, pero con interesante potencial ofensivo, fue convertido en inicialista por el despedido manager Mike Matheny. Y con el juego diario, floreció. Se unió a Matt Carpenter para ser una de las dos grandes referencias del lineup encarnado, del mismo modo que ha sufrido para hacer un trabajo defensivo medianamente aceptable con el mascotín.

Mike Shildt, el nuevo piloto, le ha dejado en la banca desde la semana pasada, cuando asumió el cargo. Argumentó que es necesario poner los mejores guantes afuera, para respaldar la característica de siempre de la franquicia: el pitcheo abridor.

“Respeto las decisiones de la oficina y del manager”, señaló el nativo de La Guaira, que hasta ahora había mantenido el silencio sobre el novedoso e incómodo panorama. “Voy a seguir aquí con el equipo, ayudando con todo lo que pueda. Voy a salir a tomar mis turnos al bate e intentar no pensar en la situación, ni en los rumores ni nada de eso”.

El gerente general John Mozeliak admitió en estos días que un cambio a otra divisa era una posibilidad, aunque no hay algo sobre eso en el panorama ni en los reportes de prensa.

Martínez, entretanto, debe lidiar con su nuevo estatus, a pesar de ser uno de los tres mejores maderos de San Luis en departamentos como jonrones, bases totales, empujadas, average, slugging, OPS y WAR, un baremo, este último, que incluso toma en cuenta lo que suma o resta la defensiva.

“Es algo que piensas todo el tiempo”, reconoció el Cafecito. “Cuando estás en el campo, cuando estás sentado en tu habitación, cuando todos te preguntan por eso. Todos mis amigos saben de pelota y me preguntan qué está pasando. Es una decisión que debo respetar”.

El espigado outfielder incluso defendió a Shildt, a quien considera su mentor. Frederickson relata que fueron los consejos del técnico los que apoyaron al criollo en su camino desde el título de bateo en Triple A, donde se encontraba atascado, sin recibir el llamado a las Grandes Ligas, hasta su consolidación como figura inesperada de los pájaros rojos.

“Siempre escucharé lo que él me diga”, subrayó. “Estamos en la misma página. Sé que la gente dice que Shildt lo está haciendo por esto, por esto y por esto otro. No es eso, para nada. Shildt es una de las mejores personas que existen en el beisbol”.

El Café tuvo muchas explosiones ante aquello que consideraba desagradable o injusto durante su carrera como estrella de los Tiburones de La Guaira y talento emergente en la MLB. En sus últimos años de vida, enfermo y muy delgado, entraba al dougout para sentarse con los novatos más prometedores de la LVBP, ponerse como ejemplo y hablarles de la necesidad de hacer siempre lo correcto, evitando que la sangre o la vanidad suban a la cabeza.

El Cafecito, que para muchos es el vivo retrato de su padre, ha reaccionado frente a este incordio de un modo que haría enorgullecer a aquella vieja estrella que pedía a los muchachos la madurez que a menudo le hizo falta como pelotero activo.

Incluso Martínez no pidió en el Post-Dispatch que Mozeliak haga buena su palabra. No exige ser enviado a otra novena.

“Si existe la posibilidad de que tenga más oportunidad de juego (como bateador designado), lo tomaré”, admitió.


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