La recuperación de Carlos Bilardo, quien en julio del año pasado fue operado en la clínica Fleni, del barrio porteño de Belgrano, por una dilatación ventricular en el cerebro que responde al síndrome de Hakin-Adams, una enfermedad neurodegenerativa que afecta a personas de la tercera edad, va por el buen camino y quedó en evidencia durante el video de su asado del último martes con siete jugadores del plantel campeón de la Copa del Mundo de México 1986 que apareció en las redes.

Uno de los integrantes de la emotiva reunión fue Julio Olarticoechea, uno de los protegidos del entrenador durante su etapa en la Selección Argentina. El Vasco, uno de sus más fieles laderos, reveló detalles de la intimidad de Bilardo: «Carlos ve partidos. Ahora estaba viendo una serie de Pablo Escobar, que fue conocido de él de cuando estuvo dirigiendo en Colombia».

Durante el proceso, Bilardo le dedicó horas a una serie que repasa la era narco que definió a Colombia en la década de los setenta, etapa en la que dirigió al Deportivo Cali (1976-1979) y la Selección de Colombia (1980-1981) rumbo al Mundial de España 1982. Si existen dos series que retratan la etapa de dominio del narcotráfico en el país cafetero, las memorias de Bilardo podrían escribir el guión de una tercera.

El fútbol fue el juguete tanto de Pablo Escobar como de Miguel Rodríguez Orejuela. Escobar, el narcotraficante más célebre de todos los tiempos, se adueñó de Atlético Nacional de Medellín, campeón de la Copa Libertadores en 1989. La inversión en el equipo había sido millonaria y Escobar fue capaz de amañar partidos en Colombia y hasta de asesinar a un árbitro, según narran las leyendas de boca en boca. Los jugadores, incluso, eran contratados para jugar al fútbol en su inmensa Hacienda Nápoles, en donde tenía un zoológico personal.

El América de Cali fue la obsesión de Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, especialmente tras la muerte de Escobar. Los cabecillas de la organización criminal que reinaba en Cali construyeron a un equipo que conquistó ocho títulos locales y tres subcampeonatos de Copa Libertadores. Las historia cuentan que incluso intentó contratar a Diego Armando Maradona antes de que se marchara rumbo a España para jugar en el Barcelona. Cierto o no, la realidad es que Bilardo confirmó la presencia de Diego en uno de los amistosos que armaban los capos del narco colombiano: «Creo que Maradona fue a un partido a jugar. Ellos contrataban jugadores y hacían partidos», declaró en una antigua entrevista con Canal 9.

Sin embargo, la actuación de Maradona en un partido informal en la cárcel «La Catedral», en donde estuvo recluido Pablo Escobar, fue totalmente desmentida por Jhon Jairo Velásquez, alias «Popeye», el principal sicario del feje narco.

A partir de viejas entrevistas de Bilardo puede reconstruirse una de las etapas más oscuras de la historia colombiana. «Que me pregunten si los conozco es como si me preguntaran si conozco al presidente de Lanús o de Boca. ¿Cómo no lo voy a conocer? Todos ellos eran los presidentes de los clubes. Lo que reflejan las series es más o menos lo que pasó. Te invitaban a almorzar, a cenar, vamos a ver fútbol. Era una cosa normal. Uno sabía cómo era la cosa, porque la gente hablaba», confesó Bilardo.

Bilardo se juntaba a hablar de fútbol con Escobar: «Charlábamos sobre a quien podían traer, a quién podían comprar, qué podían hacer. Había cinco extranjeros por equipo en esa época y cada uno tenía más o menos tres argentinos. Ellos eran dirigentes y ponían el dinero, ponían lo que había que poner. Ahora pienso y digo ‘eu, mirá dónde estábamos'».

Uno de los grandes pesares en la historia de Bilardo en Colombia fue el de no haber podido mediar entre Escobar y los Rodríguez Orejuela, protagonistas de una encarnizada y sangrienta enemistad por el control del narcotráfico en Colombia: «Lo único que me quedó torcido fue no haber podido arreglar la relación entre ellos. Hablé con uno, fui a la casa del otro. Un día jugaba Argentina en Colombia, me llaman y yo estaba entrenando. Entra un tipo que quiere hablar conmigo, que necesitaban que vaya a Cali y yo no podía porque jugaba en Barranquilla. Me fui en avión a la casa de Rodríguez Orejuela».

«Cuando llego, me dice: ‘Tengo un problemita: estoy enojado con Pablo. Es un hijuepueta, es un hijuepueta (sic). Me contó lo que había pasado y me pidió que le hable. Lo llamé a Pablo pero él no quería hablar con Miguel. Hablé tres veces con ambos para recomponer la relación pero no me dieron bola», rememoró.

Mientras sigue con su recuperación, Bilardo pasa su tiempo recordando las historias que él mismo vivió, en persona, en una Colombia dominada por el poder narco de Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez Orejuela, un capítulo más de una historia de película del último técnico campeón del mundo con la selección argentina.


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