Cuando esperas encontrarte con Joaquín Cortés, lo menos que pasa por tu mente es un Joaquín que ya no toma fotografías o hace cine, un Joaquín que ya no capta con el lente de una cámara la esencia humana; aquel que con imágenes narraba una historia universal logrando que hasta el más indiferente pudiera asimilarla y tener una percepción clara de la identidad, origen, genio y temperamento de los individuos que únicamente él ha podido inmortalizar.

Este Joaquín Cortés solo necesita de lápiz y papel. Cada uno de sus planos se convirtieron en páginas llenas de palabras adornadas de colores rítmicos a través de comas, puntos, acentos, comillas. Para la iluminación se vale de recursos literarios: epítetos, hipérboles, antítesis. El sonido ya no depende de microfonía, sino de la conjugación perfecta de la gramática española complementada con la música compuesta por sílabas empleadas con la intención de dar un sentido claro a su expresión. Toda esta composición tiene la simpleza de poder ser editada por un borrador de goma. Este Joaquín Cortés ahora escribe literatura.

Londres (1974) | Foto: Joaquín Cortés

—Ya no hago cine y no creo que vaya a hacerlo nuevamente.  Pero es una decisión de tipo físico, porque no tengo las condiciones. Yo no estoy haciendo fotos tampoco: ahorita estoy escribiendo.

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