Émile Édouard Charles Antoine Zola (1840-1902) fue guía y cabeza del movimiento literario naturalista, el cual es, a su vez, resultado del progreso de las ciencias naturales y el auge de la corriente positivista fundada por Auguste Comte, quien también fue fundador de la sociología.

El propio escritor afirmará que el novelista debe elegir el desarrollo de sus personajes y situaciones de acuerdo con criterios científicos y describir la realidad de forma objetiva aun cuando los resultados sean sórdidos. Con ese propósito, entre 1871 y 1893, Émile Zola escribió un vasto ciclo de veinte novelas (Los Rougon-Macquart) que llevan este significativo subtítulo: Historia natural y social de una familia bajo el segundo imperio.

Ya consolidado como una figura esencial del mundo de las letras de su tiempo, hacia el final de su vida Zola se involucró, por voluntad propia, como figura principal en el sonado caso de Alfred Dreyfus, oficial judío del ejército francés, quien siendo inocente fue condenado por alta traición, después de un juicio amañado, a cumplir cadena perpetua en la isla del Diablo, en la Guayana francesa.

Poco después se descubre que el culpable del delito que se le imputa es otro oficial, pero los tribunales militares, dominados por grupos de extrema derecha y antisemitas, se niegan a revisar el caso, sin poder evitar que el asunto trascienda a los sectores más liberales del país. La confrontación se hace inevitable y Zola, a través de su bien afilada y aguerrida pluma, toma la batuta. En ese entorno polémico, aparece, en su sentido actual, la expresión “los intelectuales”, que utilizaron las personalidades opuestas a Dreyfus (por ejemplo: Édouard Drumont, director y publicista del periódico antisemita La Palabra Libre), contra los que lo apoyaban (verbigracia: Zola, Proust, Anatole France, Sarah Bernhardt, Claude Monet y Georges Clemenceau).

A inicios de 1898, amenazado de muerte, Zola comparece ante un tribunal, acusado de difamar a las personalidades públicas que había denunciado en su “Yo acuso”, título de la carta que escribió al presidente de la República. Pero temiendo por su vida, decide exilarse en Inglaterra por varios meses.

El debate que generó Zola como consecuencia de la serie de artículos que publicó de diciembre de 1897 a diciembre de 1900, dio lugar a la figura del “intelectual comprometido”. Eso explicaría su decisión de reunir en un libro todos sus escritos, bajo el título Yo Acuso. La verdad en marcha.

Después de muchas tensiones y correr abundante agua bajo del puente, el presidente de la República indulta a Dreyfus, en septiembre de 1899. Sin embargo, hasta julio de 1906, el oficial judío no será rehabilitado e incorporado al ejército. Mas Émile Zola no supo nada de ello. En septiembre de 1902, él y su esposa murieron asfixiados en su casa, como consecuencia de las exhalaciones de la chimenea. Es muy probable que sus enemigos tuvieran que ver con el horrible hecho.

Sin duda que figuras como la de este aguerrido intelectual son necesarias en países que sufren profundas crisis, como la que ahora padece Venezuela. Leyendo sus punzantes escritos relativos al caso Dreyfus podemos imaginarnos, con tan solo pequeños ajustes, lo que le diría a Maduro por las alocadas políticas que ha llevado a cabo y que tienen a todos contra la pared. Pónganse cómodos, presten atención y consulten a Zola si tienen reservas.

Yo te acuso Nicolás

¡Oh, a qué espectáculo asistimos desde que asumiste el poder, Nicolás, y qué años, meses, semanas y días tan trágicos nos has hecho vivir! No recuerdo otros que hayan despertado en mí mayor angustia e ira. He sentido exasperación y odio hacia la necedad y la mala fe, y he tenido tanta sed de verdad y justicia que he comprendido hasta qué punto los más generosos impulsos pueden llevar a un pacífico ciudadano al martirio.

Porque, en verdad, el espectáculo ha sido inaudito, ha superado en brutalidad, en desfachatez, en declaraciones indignas, los peores instintos, las mayores bajezas jamás confesadas por la bestia humana. Casos como esos, en los que tus huestes derrochan perversión y demencia, no abundan.

Qué triste es ver a los envejecidos y polémicos líderes que te rodean, cometer el vil crimen de ofuscar la conciencia pública y extraviar a todo un pueblo. Y, peor aún, ¿qué está ocurriendo para que ese crimen de lesa humanidad haya podido encontrar circunstancias atenuantes en la prensa, radio y televisión que te es fiel?

Ahora, el Imperio y la derecha apátrida son los culpables de nuestros males. Eso resulta tan insensato en nuestra época de liberación e ilustración que semejante propósito me parece, más que nada, estúpido. Eso solo puede haberse originado en el enfático y desequilibrado cerebro de un creyente. ¿No comprendes Nicolás que, si hemos llegado a esta locura furiosa en que nos hallamos, es porque existe forzosamente un veneno oculto que los lleva a ustedes al delirio? El veneno es ese odio rabioso hacia la democracia y hacia quienes la encarnan.

Pero no lo dudes ni un segundo más. Todo el tinglado de mentiras de esta revolución se derrumbará, y sobrevendrá el aire puro, la buena fe, la equidad, la ruina de una secta que influye en la masa de los simples merced al insulto y la impúdica calumnia.

Ha terminado el primer acto, el de Hugo Chávez. El tuyo, como nuevo conductor, pende de un hilo. Llegado el momento, el pueblo democrático dará el paso decisivo. Es matemático. De momento, a la espera de la reacción del soberano, mi papel ha terminado.

Atentamente, Émile Zola

A este escribidor solo le queda un agregado final: no hay nada nuevo bajo el sol.


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