Nunca está de más recordar que los últimos 20 años representan el mayor período de bonanza petrolera de nuestra historia. No está de más recordarlo porque cuando uno mira que es también el periodo de mayor endeudamiento, uno se pregunta: ¿adónde se fueron los reales? Nadie a ciencia cierta puede responderlo, lo que sí es público es que los lujos de la élite contrastan con la miseria de la mayoría del país.

Es el contraste propio del socialismo: quienes mandan, cada vez más ricos, y quienes obedecen, cada vez más pobres. La ruina se siente, se ve y hasta se puede oler; se siente al golpear en el estómago del hambriento, se ve porque se refleja en el rostro hundido del abuelo y en la barriga parasitaria del niño y se puede oler entre la basura y la destrucción de un país cuya población no está en condiciones de escoger entre comer o comprar productos de aseo personal.

En este macabro sistema el llamado “socialismo” se mercadea así con el hambre de la gente: destruyo la economía del país, te empobrezco y te obligo a que me compres la única comida a la que podrás acceder con el mísero salario que yo mismo te pago. Un circulo delincuencial donde los destructores se convierten en salvadores. Esclavismo del siglo XXI si quiere lo llama, un esclavo no es libre y ninguno de sus actos tampoco lo es.

El Zimbabue caribeño que ya  tiene su billete de 100 millones y que pronto tendrá el de 100 trillones. Si algo nos ha demostrado este desgobierno es que el drama de hoy pudiera ser añorado mañana, porque lejos de tocar fondo seguimos en caída libre quién sabe hasta qué nivel, quizás hasta que decidamos lo contrario, todos, incluso los que aplauden hoy a sus hambreadores.

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