El ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero acaba de proponer que después del 20 de mayo se debe llegar a un “gran acuerdo nacional”. ¡Vaya! Al parecer, quien ha fungido como “mediador” impuesto por el gobierno como un vocero de los frustrados diálogos piensa que ahora sí llegará la “hora estelar” en la que el madurismo, luego de casi un sexenio en el poder, solucionará los problemas que vivimos los venezolanos, en especial aquellos relacionados con el hambre, la crisis económica y la violación flagrante de la Constitución y nuestras libertades democráticas.

¿Y por qué tal acuerdo no se puede lograr antes del 20 de mayo? ¿O es que antes de esa fecha es imposible porque estamos en “campaña electoral”? La verdad es que el ex presidente Rodríguez Zapatero, o bien perdió la sindéresis, cuando menos en relación con el caso venezolano, o al parecer entiende por “acuerdo” la capitulación de quien salga derrotado en las “venideras elecciones presidenciales”, o sea, en este caso, cualquiera menos el madurismo, si nos atenemos a la manera como se vislumbra la realidad política y las condiciones “electorales”, con una oposición fragmentada, y un gobierno que impone el más férreo control del voto, sin importar hasta el hambre de los venezolanos.

¿Y por qué decimos eso? Muy simple. Porque si evidentemente existiera la voluntad de establecer un acuerdo entre el madurismo y fuerzas antimaduristas, lo lógico y lo más sano para el proceso político, sería que tal acuerdo no esperara hasta después de esa fecha, sino, por el contrario, alcanzara espacios de voluntad política mutua que permitieran apartar las diferencias tomando como base el interés nacional.

Lamentablemente, Rodríguez Zapatero como mediador pareciera que no es de la iniciativa que el gobierno, al ser quien detenta el poder, debe permitir que semejante acercamiento se logre en los términos de una verdadera paz, apartando el ventajismo y las condiciones “legales” sobre las cuales aplica para erigirse con una hegemonía de control político y jurídico que no solo termina por hacer más compleja la realidad, sino que sabe que el madurismo es el responsable directo de la catastrófica crisis económica que atraviesa Venezuela.

En tal sentido, acaso no sabe Rodríguez Zapatero que si el gobierno quisiera un acercamiento político, hace tiempo hubiese disuelto la ilegal e ilegítima “constituyente” que con casi un año de ejercicio político, no ha redactado ni siquiera un artículo de una “nueva constitución”, sino, por el contrario, lo que ha hecho es agravar la situación económica y social del país, no solo pasando por encima de la Asamblea Nacional o desconociendo autoridades regionales o locales, como gobernadores y alcaldes, sino que desde que se “constituyó” la moneda nacional se ha devaluado casi al triple de su valor referencial en relación con la principal moneda extranjera, antes de que se autoerigiese como órgano “plenipotenciario, supraconstitucional y todopoderoso”.

¿Por qué Rodríguez Zapatero si habla de un acuerdo nacional, y, sin ser “injerencista”, no asesora al gobierno nacional en materia económica y, por ejemplo, le sugiere que tome algunas medidas para controlar la inflación, como lo hizo en sus tiempos cuando ejerció como presidente de España? ¿Qué espera el mediador español para exhortar a Nicolás Maduro para que libere a los presos políticos, que se mantienen en muchos casos sin juicios o, incluso, sin poder ser visitados por sus familiares y abogados? ¿Por qué no propone que los venezolanos que se encuentran en el exterior, aproximadamente unos 4 millones de acuerdo con cifras de distintas organizaciones, se les garantice el derecho al voto en unas eventuales elecciones presidenciales? 

¿Se atreverá Rodríguez Zapatero a reconocer que el gobierno utiliza el llamado “carnet de la patria”, así como otros supuestos “beneficios sociales” como armas de control político de muchos venezolanos en su ejercicio del voto y, por ende, solicitar al madurismo el cese de tal práctica política?

O pretende Rodríguez Zapatero que después del 20 de mayo el madurismo quede libre de sanciones internacionales, pero que además continúe una “constituyente” imponiendo un control político, pero además negando las libertades democráticas y de expresión sobre quienes no comulgamos con sus preceptos de gobernar y menos de establecer una hegemonía partidista que nos obligue como ciudadanos a subyugarnos ante los designios del madurismo, aunque tales decisiones atenten contra los principios fundamentales de la autonomía del pensamiento y la crítica como formas esenciales de cualquier debate político.

¿Acaso podríamos preguntarle a Rodríguez Zapatero si considera que este gobierno es “humanista” cuando el salario mínimo equivale a unos cuatro dólares al mes? ¿Piensa el ex presidente español que es posible establecer acuerdos cuando el madurismo enjuicia gobernadores, alcaldes, diputados, civiles o militares que no les son afectos a su corriente política, iniciando contra ellos juicios o “inhabilitaciones” que a todas luces además de ilegales se convierten en vulgares herramientas de control político?

Aquella máxima que dio Apeles contra quienes pretendieron denigrarlo (criticastros) cuando afirmó: Ne supra crepidam sutor at judicaret, cuya traducción literal sería: El zapatero no debe ir más arriba de las sandalias, o aplicado para nuestros efectos como: “Zapatero a sus zapatos”, es, sin duda, una construcción política y popular que debe volver a leer el ex presidente español, porque al parecer, en este caso, nosotros como pueblo tenemos que convertirnos en una claque madurista cuyo único acuerdo valedero es aquel que nos impone el neototalitarismo.

En síntesis, para Rodríguez Zapatero un acuerdo político solo es posible mientras el zapatero sea el mismo y los zapatos que usemos sean todos del mismo color y marca. Solo así será posible un “acuerdo” en Venezuela.


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