Cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la presidencia del gobierno de España, lo hizo prometiendo el pleno empleo. Desgraciadamente, muchos le creyeron y “disfrutaron” de lo votado. Tanto fue así que al dejar la presidencia del gobierno, España tenía más de 5 millones de parados, casi 3 millones más de los que había cuando tomó el poder.

Tras dejar a España en esta grave situación, el ex presidente aún cree que es un ejemplo a seguir. Así lo demuestra con sus declaraciones y “mediación” en Venezuela. En vez de buscar sanciones (o medidas más drásticas) contra el gobierno de Nicolás Maduro, prefiere ponerse al servicio de la dictadura y afirmar cosas como que la huida masiva de más de 2 millones de venezolanos de la dictadura socialista es debido a las sanciones de Estados Unidos contra ciertos miembros del gobierno de Venezuela. Esto es, evidentemente, falso. Las sanciones, al ser contra un determinado y muy pequeño grupo de personas, no afectan al venezolano medio, sino a las personas (merecidamente) sancionadas.

No es extraño que, tras no entender en absoluto las leyes económicas en España, intente contradecir la evidencia en Venezuela. Al fin y al cabo, el populismo vive de engañar y luchar contra la verdad. Lo que sí es extraño es que aún haya gente que crea en él como mediador. Primero, debemos entender que con una dictadura que ha torturado y asesinado directa o indirectamente a miles de personas, no cabe ningún diálogo. Tuvieron la oportunidad de devolver la libertad arrebatada a los venezolanos, y no lo hicieron. Mientras el pueblo moría por falta de medicinas, de trabajo y, en general, de todo, ellos se dedicaban a culpar a Estados Unidos, al capitalismo, a las empresas y a decir mil excusas más para no admitir que el socialismo es la involución del ser humano. Con una dictadura así, tolerancia cero.

Incluso aceptando la tesis del diálogo útil, ¿por qué tarda tanto Rodríguez Zapatero en llegar a un acuerdo beneficioso para los venezolanos? Años de “diálogo” y la situación del país no ha hecho más que empeorar. Quizá, en vez de intentar tapar el sol con un dedo, haya que admitir la inutilidad de pintar una tiranía como tolerante y abierta. No han tenido la más mínima sensibilidad en años, ¿por qué la iban a tener ahora? Si realmente funcionase el diálogo, ¿por qué cada día los ciudadanos están más controlados y son más dependientes del Estado? ¿Por qué 80% del país es pobre? ¿Por qué se sigue expropiado empresas y culpándolas de tragedias cuyos responsables son el gobierno de Venezuela y sus aliados?

La solución pasa por respetar la libertad de los individuos, abrirse al comercio internacional sin poner palos en las ruedas de los ciudadanos, perseguir la corrupción y no premiarla… En definitiva, actuar de forma totalmente contraria al régimen de Hugo Chávez, continuado por Nicolás Maduro con ayuda de países tan autoritarios como Cuba o Nicaragua. La solución es la libertad, pero no se consigue sola, y mucho menos con “mediadores” que no son más que sinvergüenzas al servicio de Nicolás Maduro y que, tras fracasar en su país, como Rodríguez Zapatero, buscan cualquier refugio, por sucio y manchado de sangre que esté.

En la política, no todo vale, y nadie que intente imponer sus ideas y coartar la libertad de los ciudadanos debe ser tolerado. Nadie va a llegar y salvar a Venezuela por arte de magia. Mientras menos se confíe en gente como Zapatero, que es solo uno de los muchos políticos que callan ante la hecatombe venezolana, más cerca estará el país de conseguir la paz y prosperidad y recordar estos años como un oscuro momento de su historia que no debe volver a repetirse.


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