De nuevo, elecciones. Las elecciones en Venezuela son, desde hace más de una década, algo curioso. Quienes aseguran, con razón, que el país es una dictadura, invitan a los ciudadanos a votar aun sabiendo que el esfuerzo que eso conlleva no sirve para nada, no demuestran más que hipocresía y, de ser unos representantes responsables y comprometidos con la libertad, buscarían mayor atención de la comunidad internacional e intentarían que los ciudadanos se manifiesten en las calles.

El derecho al voto es algo fundamental en una democracia. Es mediante la votación, y no mediante la imposición violenta, como elegimos a nuestros representantes políticos. Pero, claro está, para que nuestro voto valga algo, ha de ser respetado, ser cumplido.

Más de 2 millones de venezolanos han huido del país en busca de una vida mejor que la que la miseria comunista puede ofrecerles. De los que quedan dentro del país, 80% es pobre. Venezuela, tristemente, ha pasado de ser uno de los países más ricos de Latinoamérica a ser un país de Tercer Mundo. El más que justificado odio hacia el gobierno es ya parte del ambiente. Y, aun así, muchos de los que se llenan la boca con la palabra “democracia” invitan a los venezolanos a votar en unas elecciones que saben amañadas. ¿Dónde ha quedado la coherencia de esta gente? ¿Y el compromiso no ya con la democracia, sino con la libertad? La abstención es un arma más poderosa de lo que parece, y si los ciudadanos no olvidan, castigarán a estos políticos cómplices del régimen dictatorial que mantiene al país hundido. Además de incoherente, es insultante la facilidad que estos sujetos tienen para darle oxígeno al chavismo. Héroes como Oscar Pérez, su equipo y muchos manifestantes perdieron la vida por ver un país libre. Otros, como el capitán Caguaripano, siguen presos. Quienes han salido de cárceles como La Tumba cuentan verdaderos horrores sobre el trato que reciben los presos políticos en Venezuela. Darle tiempo al régimen es una ofensa hacia todos aquellos que, de una u otra manera, se sacrificaron por ver su país sin cadenas.

Una vez acabada la dictadura, deberán ser los venezolanos los que, en ejercicio de responsabilidad democrática, hagan pagar a los colaboracionistas su camuflado apoyo al chavismo. De nada vale cambiar de gobierno y mantener las mismas políticas. Si se quiere salir de la dictadura, la cobardía no es una opción. Millones de ciudadanos han otorgado su voto a personas que ahora les fallan. Esos mismos ciudadanos han de exigir a sus responsables políticos cumplir sus promesas, sin cambiar una coma. Los ciudadanos también deben saber que no todas las medidas necesarias para recuperar la prosperidad sonarán bien, y es esta vez responsabilidad de los políticos destacar la importancia de las mismas. Así pues, ambos, políticos y votantes, tienen deberes para con su país, pero, antes de teorizar acerca del futuro, vivamos en el presente. Tengamos claro que el colaboracionismo es lo que el gobierno más ansía, y lo que Venezuela menos necesita.

Llamar a los ciudadanos a ejercer su derecho al voto en un país en el que este derecho es, además de un sinsentido, insultante. Los ciudadanos tienen el derecho y deber de exigir coherencia a sus representantes políticos, y los políticos, una vez terminado este amargo tiempo, tendrán también el derecho y deber de tomar las medidas necesarias para lograr la prosperidad en Venezuela, por impopulares que sean. Lo que debe quedar claro a todos es que sin oposición real, la dictadura no tendrá fin.


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