Los efectos destructivos de Nicolás Maduro y del grupo extremo en el poder al que representa se viven en todas las situaciones de la realidad cotidiana, a través de la violación continua de derechos humanos, la privación de libertades básicas y la amenaza y deterioro de la vida de los venezolanos.

Las masivas protestas ocurridas entre abril y julio de este año fueron la expresión del profundo descontento mayoritario. Mostraron al mundo el carácter claramente dictatorial de un gobierno que desató una represión sangrienta y oprobiosa, e impuso de forma fraudulenta una asamblea constituyente para mantenerse en el poder. Una realidad de hambre, empobrecimiento y violencia, de enorme crisis manipulada y auspiciada por el mismo régimen.

En días pasados escuchamos testimonios sobre la situación nacional de vecinos de los sectores en Montalbán. Una señora, madre de dos hijas, refiriéndose al gobierno, hablaba de la sensación de “estar forzada a vivir con un tipo que no quieres en tu casa, que se niega a irse, que te maltrata y del que no puedes salir”.

Esta imagen ilustra a una Venezuela que se enfrenta a un mandato impuesto por la fuerza, en contra de la voluntad de la mayoría, ejercido con un modelo nocivo y empobrecedor.  Esta omnipresencia destructora, asfixiante e invasiva del régimen se produce en todos los ámbitos del país, a una escala sin precedente en nuestra historia.

El campo de acción del régimen es variado y múltiple. Abarca ámbitos sociales y políticos, económicos e internacionales, mediáticos y legales, entre muchos. En cada uno de estos espacios debe producirse una respuesta del país democrático para cuestionarlo, resistirlo, denunciarlo y enfrentarlo.

Los comicios regionales pautados para el 15 de octubre representan uno de esos tantos terrenos.  Los comicios se producen en medio de condiciones adversas, con un CNE desacreditado, y la amenaza por parte del gobierno a grupos opositores que participan en ellos. Su celebración dista mucho de la “fiesta electoral” con la que el régimen pretende promocionarlos. Pero también representan una oportunidad de expresión y participación. Otro frente de protesta en el que mostrar nuestro rechazo y cuestionar el relato sesgado y falso de la dictadura. Nuestro voto es nuestra declaración de descontento. Una acción política con igual validez y fuerza que la organización comunal, la articulación entre diversos grupos sociales o las movilizaciones masivas y protestas de calle.

Por otro lado, el voto representa una voluntad de defender los espacios democráticos que no han sido tomados por el régimen. Y no por intereses partidistas o particulares sino reconociendo la importancia de estas instancias para enfrentar con efectividad la crisis nacional. En nuestro trabajo en las comunidades del municipio Libertador generamos programas de alivio a graves problemas con base en la participación y la organización de las personas y diversos sectores de la sociedad. Pero es necesario trabajar en conjunto con gobiernos locales porque la participación del Estado, articulado con las personas y no actuando en contra de ellas,  es indispensable para generar soluciones para problemas de enorme magnitud como la crisis alimenticia o de seguridad, por ejemplo.

Salir del hombre que maltrata y agrede, que se niega a abandonar ese hogar que está destruyendo con su presencia de violencia y destrucción, exigirá de nosotros inteligencia, constancia y resiliencia. Viviremos difíciles momentos en los que deberemos perseverar y resistir. En ese sentido, el voto de protesta es una de las diversas formas de resistencia social y política que debemos abordar en el complejo, difícil y arduo camino para salir del régimen y construir las bases de nuestro bienestar común.


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