He leído, escuchado y visto, desde hace ya varias semanas, a muchas personas expresarse sobre la dramática situación que sufre Venezuela. Desde todos los rincones del planeta se ha opinado sobre nuestra desgracia. Sin embargo, la que en particular me llegó del conciudadano José Antonio Gil Yepes, a través de un portal en las redes sociales, me motivó a reflexionar sobre el problema del manejo versado de una herramienta tan importante para el análisis de la política como lo es el auscultar las preferencias, opiniones o pareceres de las personas, para orientar nuestra propia actuación, en las empresas que dirigimos, en nuestro entorno familiar e incluso, como es en este caso, dentro de una nación.

«Querido primo: pocas veces hemos estado en desacuerdo, pero votar o no en las próximas elecciones es una de ellas”. Así se expresó José Antonio Gil, presidente de Datanálisis, con relación a su primo Leopoldo López Gil, como muchos ya saben, padre del dirigente democrático venezolano Leopoldo López Mendoza.

El dilema de votar o no, o el asignar la decisión de la oposición al problema de factibilidad de tener una candidatura unitaria o no, no ha sido, ni de lejos, lo que ha marcado la consciente decisión de una muy clara mayoría popular de no convalidar con su asistencia un acto electoral ilegal de origen, más que de derecho, de hecho en principio democrático totalmente ilegítimo, dada la exclusión de cientos de miles de votantes que han sido expulsados por la genocida estrategia de dominación y ocupación existente en nuestro territorio por los regimientos del totalitarismo castrista.

Ya que se mencionó al profesor Robert Dahl, permítanme recordarle que no estamos bajo condiciones que dentro de su mismo análisis él ponderó, entre otras de sus magnificas obras en el libro La Poliarquia.  Estamos más bien como para revisar a Carl von Clausewitz, quien por cierto por 1818, hace doscientos años, fue nombrado Director de la Academia Militar Prusiana, en Berlín, y en sus análisis supo diferenciar entre el fin militar y el fin político. El militar impone su voluntad al enemigo. Utiliza la fuerza máxima disponible  y necesaria para lograrlo, y así priva al enemigo del poder. Esa era, es, y seguirá siendo la forma de actuación del castro-chavismo: ¡dominar por todos los medios!, mientras se lo permitamos. Es la idea de la política como expresión de la relación amigo-enemigo ( F.S). En la brevedad de un artículo de prensa de este tipo, pido disculpas, pues solo intento responder algunas argumentaciones que considero erróneas, sin personalizar. Aprovecho su exposición, también dolorosamente, pues reitero que he escuchado cosas parecidas, la mayoría de buena fe, en algunas otras personas; sobre este asunto tan vital a nuestra supervivencia como nación.

Habló usted del problema del pecado original en la imposibilidad de selección del candidato unitario de oposición como una de las principales causas de no acudir a la manipuladamente intempestiva convocatoria a elecciones presidenciales.  Quien convoca mal y anticipadamente lo hace a sabiendas de su artero disparo. Sin embargo la mayor y más contundente demostración  de voluntad política unitaria que, a pesar ya desde entonces cuando el régimen ratificando su talante antidemocrático, precisamente inhabilitaba a Leopoldo López Mendoza para ejercer su legítima aspiración de ser el abanderado presidencial de la alternativa democrática. Sin embargo, se verificó, el 12 de febrero de 2012, con la escogencia precisamente de Henrique Capriles que se tenía clara la vía electoral unitaria. 

Mucho más recientemente, el 16 de julio de 2017, la sociedad civil y los partidos políticos, con sus enormes déficit, sin embargo logramos demostrar también, nacional e internacionalmente, la decisión democrática, pacífica de acatamiento a la voluntad popular, al llamar a una consulta que plantase cara soberana al régimen totalitario. Si hubiese este conservado una pizca en ADN de respeto por el pueblo se hubiera cancelado el anticonstitucional llamado a la asamblea nacional constituyente. Allí, con las declaraciones de los propios directivos de Smartmatic se selló la persistente conducta criminal y fraudulenta de abultar la votación a favor del régimen para desconocer la voluntad popular. 

Atribuirle usted la culpa a la oposición porque desista de participar en una farsa que el régimen controla a su antojo, y que usted encuadra en un problema numérico de porcentajes de abstención causado por la oposición, se asemeja al desquiciado juicio sobre la bella dama que se viste con bonita falda, más alta o más baja, y que ante un grupo de violadores que la asalta y la ultraja se debe combatir con medidas como el prohibir el uso del derecho a su andar en libertad. 

La idea de que el voto es el mayor instrumento que tiene el ciudadano para defender la democracia es errado. El mayor instrumento que tiene el ciudadano para defenderla es la desobediencia ciudadana, civil o de hombres de uniforme, frente a órdenes para la vejación del individuo, el irrespeto a su soberanía y sus derechos humanos. La no obediencia es lo que realmente ha detenido, detiene y detendrá a los regímenes autoritarios. Es la toma de conciencia que podrá ir siempre de menos a más, cuando las personas preparadas se basen en principios y valores para orientar a sus semejante.

En existencia de instituciones para la libertad y para la democracia, el entregar temporalmente un poder bajo supervisión electoral a un mandatario se hace en democracia, para que le sirva a su nación. No al contrario, cuando el acudir bajo el chantaje, la sumisión, la compra de conciencia, la expulsión del territorio, la selección de sus candidatos opositores mediante la inhabilitación de otros a capricho, la hace un régimen, y exige mediante distintos mecanismos su legitimación, el obedecer y aparentar la supuesta posibilidad de resolver un conflicto de poder mediante la dependencia de un arbitrio individuo bien intencionado, o por conveniencia particular, por más padrino o militar mafioso que sea no nos sirve. Eso de que solo bajo sus designios se convalide en componenda la voluntad soberana del pueblo, expresada en elecciones, es una decisión deformadora del nacimiento legítimo del poder. ¡Pretender construir democracia a espaldas de los pueblos en pestilentes conciliábulos no es democracia! De ninguna manera así estamos ni estaremos de acuerdo primos! 

cátedrainternacionalporlalibertad@gmail.com


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