En Venezuela, durante los 18 años que llevan los socialistas en el poder, se han ensayado múltiples formas de sacarlos del gobierno. Desde la conspiración que llevó al país al levantamiento militar del 11 y 12 de abril de 2002 hasta las últimas manifestaciones del primer semestre de este año, pasando por los llamados a la abstención en las parlamentarias de 2005. Se llegó incluso hasta utilizar a un golpista como lo fue Arias Cárdenas para confrontar en unas elecciones presidenciales al cabecilla del socialismo del siglo XXI. Recientemente la Asamblea Nacional declaró el abandono del cargo de presidente de la República y tantas otras decisiones destinadas a desalojar a los chavistas del poder. En ninguna han tenido éxito. Siempre el chavismo se las ha ingeniado para mantener intacto el manejo de los hilos del poder. En los últimos comicios parlamentarios el chavismo perdió, pero maniobraron para que la mayoría parlamentaria de la oposición no afectara el manejo absoluto e indiscriminado que tiene Maduro y sus acólitos sobre los recursos del Estado.

En ese vaivén de lo electoral a lo fáctico ahora se le presenta a la oposición una gran oportunidad para morderle (por la vía electoral) un pedazo del omnipresente poder chavista que domina casi todas las gobernaciones.

Vamos a estar claros y no nos llamemos a engaños, con la convocatoria a la calle y con la violencia que se generó en las manifestaciones del primer semestre de este año, muchos opositores lo que buscaban era la sensibilización de sectores de la Fuerza Armada Nacional con el propósito de que se levantaran en armas en contra del régimen de Nicolás Maduro, con fundamento en el artículo 350 de la Constitución. La dirigencia opositora pretendía expresar el sentimiento nacional que se reflejaba en la consigna de “¡Maduro vete ya!”, aun cuando ello significara desconocer las disposiciones constitucionales relacionadas con la duración del periodo presidencial de seis años. Es decir, parte de la cúpula lo que quería era que se produjera un verdadero golpe de Estado. Maduro y su régimen, claros en el objetivo del cogollo, se apertrecharon, reprimieron, mataron y en el ínterin Maduro convocó a una constituyente con la deliberada intención de abortar los planes golpistas y diferir la convocatoria a las elecciones de estado.

Se instala la constituyente y en una polémica decisión la oposición se sienta a dialogar con el gobierno, aun cuando semanas antes, específicamente el 16 de julio, se celebra el plebiscito convocado por la dirigencia opositora, con María Corina Machado a la cabeza, cuyo resultado arrojó un mandato contundente aunque simbólico sobre la salida de Maduro del poder. Esa decisión para dialogar produce la indignación del pueblo opositor que no entiende las razones por las cuales la oposición se sienta a conversar con el gobierno cuando la participación popular en el plebiscito superó con creces a la de la constituyente. El cogollo de la MUD ignora olímpicamente el resultado de la consulta y se sienta a dialogar.

Sorpresivamente, la constituyente, integrada en su totalidad por afectos al PSUV, decide adelantar las elecciones regionales para octubre de este año. En su sala situacional el chavismo, consciente de su baja popularidad derivada de la crisis económica, resuelve apurar las regionales con el fin de aprovechar el desánimo existente en el pueblo opositor y con ello tratar de ganar, con la abstención de estos y con sus votos duros, la mayor cantidad de gobernaciones posibles. Es decir, el adelanto obedeció al propósito de evitar que la oposición en desbandada se reagrupase para la fecha de las elecciones previstas inicialmente para diciembre de 2017.

Pero vaya sorpresa, el tamaño de la crisis económica y el inmenso deseo de que se vayan los socialistas del poder es de tal magnitud, que ese reagrupamiento se produjo en forma anticipada y hoy más que nunca nos encontramos con una oposición unida con el solo objetivo de salir de Maduro.

El régimen juega a la abstención con la aspiración de que con su clientela asalariada se modifique lo que es un anhelo colectivo de cambio de gobierno.

Sin embargo, la mala noticia para el régimen es que al parecer dos meses han sido suficientes para que el pueblo opositor haya dejado atrás la indignación con su dirigencia, ya que finalmente se ha convencido de que la única manera de salir del régimen es por la vía electoral y así lo comenzará a hacer el 15 de octubre. Toda la oposición está unida en este propósito y hasta dirigentes de la talla de Claudio Fermín, que fue un duro crítico de la decisión cupular en la designación de los candidatos de la oposición, ahora se encuentra recorriendo al país en apoyo a los aspirantes electos por las bases opositoras.

No hay salida que no sea la electoral. Los que jugaban al golpe militar ya se han convencido de que no encontrarán en el seno de la Fuerza Armada candidatos para una salida de facto y no porque les falten ganas, sino porque articular una asonada militar es muy difícil por los controles establecidos por los cubanos en el seno de la Fuerza Armada.

Capítulo aparte es el comportamiento del CNE en este proceso. Al percatarse de que la asistencia del pueblo a las urnas será masiva, su directiva en forma desesperada maniobra para anularle votos a los postulados unitarios de la oposición al impedirle a las organizaciones políticas la sustitución de sus candidatos. Es ilusa esa maniobra porque la brecha es tan grande, que anularle unos cuantos votos a los escogidos de la oposición no afectará el resultado final, en el que la oposición arrasará sin lugar a dudas en todos los estados del país. Con el mismo propósito el CNE fusionó centros de votación históricamente adeptos a la oposición para que el día de votación se aglomeren los votantes y se cansen de hacer las colas para sufragar. Veremos si la conducta decidida mostrada por la gente durante las protestas se va reflejar en el momento de hacer horas de colas para participar. Seguro estamos de que así será.


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