Para millones de venezolanos esa podría ser la disyuntiva en las elecciones municipales del domingo. De aquí a esa fecha, al ritmo que empeoran las cosas en esta Venezuela de minorías que se enfrentan por el poder, una aferrada a él, la otra tratando de quitárselo, las ganas de votar pueden ser más bien pocas. La sensación de varios millones de ciudadanos es que votar por cualquier candidato a alcalde es botar su esfuerzo, ira, paciencia y votos.

Hay una creciente percepción, y no es para sorprender a nadie, de que la oposición liderada por los mismos partidos que acabaron con la MUD, y el oficialismo, son dos caras del mismo desinterés por la nación, de la poco ética costumbre partidista venezolana de tener dos mensajes simultáneos: uno para hablarle a los ciudadanos cuando es el caso de votar, y tranquilizarlos cuando dejan ver y escuchar su hartazgo, mostrar su decepción por incumplimientos; el otro mensaje es lo que discuten clandestinamente dentro de sus cúpulas, y cuando las dos tratan de llegar a acuerdos entre ellas.

El gobierno lanza programas, presupuestos que de manera generosa y dispendiosa destina a cuanto grupo electoral sea políticamente interesante; promesas engañosas, misiones que después se van disolviendo entre torpezas, ignorancias y corrupciones, y luego son recicladas, cambiados sus nombres y lanzadas nuevamente. Ese es el problema, que los productos no se cultivan ni se elaboran con palabras, los estómagos no se llenan ni las necesidades familiares se cubren con ofrecimientos. Tampoco se resuelven los casi diarios apagones de luz, las fallas de los teléfonos e Internet y los lapsos interminables sin agua. Ni la impunidad de la delincuencia, claro.

La oposición promete día tras día abstracciones. Democracia, justicia social, prosperidad, beneficios para todos y asuntos concretos para cuando lleguen al poder, como la recuperación de la economía. Y existen algunos que afirman que al poco tiempo de estar en el poder la situación económica empezará a cambiar; son los mismos que aseguraron que sacarían a Maduro de la Presidencia a los seis meses de haber llegado ellos a la Asamblea Nacional; afirmaron repetida y terminantemente que obedecerían el mandato ciudadano del 16J, que jamás habría asamblea castrista constituyente. Los mismos que llamaron a la rebelión popular en las calles e inmediatamente después dejaron a los rebeldes, líderes locales, presos, heridos y muertos, echados a un lado para salir a buscar “espacios” asegurando, además, que arrasarían en las elecciones de gobernadores.

Después de abandonarlo todo, empezando por sus propios compromisos, esa oposición apenas logró cinco gobernaciones, con ciertos personajes poco prestigiosos y más bien sospechosos de la cuarta República. De esos gobernadores, cuatro agacharon las cabezas que las cúpulas opositoras habían jurado que jamás bajarían ante la ANC castrista-madurista. La cual, por cierto, no solo se instaló pared con pared con la AN, sino que se apropió ilegalmente de las funciones del Parlamento de mayoría opositora y sigue funcionando con toda tranquilidad.

Ahora, además de las elecciones municipales para las cuales ambos grupos se apresuraron a nombrar sus candidatos, los dos se preparan para otro viaje de turismo y conversaciones secretas en la agradable República Dominicana, en tiempos pasados sede de la brutal tiranía de Rafael Leónidas Trujillo –Chapita– hasta que un puñado de valientes lo sacó del poder, y actualmente centro de operaciones del ex presidente dominicano Leonel Fernández, quien junto al panameño Torrijos y al socialista español Rodríguez Zapatero, han hecho todo lo posible, en reuniones en tinieblas lóbregas con oficialistas y principales jefes de la antigua MUD, por alargarle la vida al madurismo.

Ni los dirigentes opositores ex mudenses, ni los oficialistas que siempre viajan en nombre de Maduro a tertulias y tratados, ni los mencionados ex presidentes representan a nadie excepto a minorías interesadas, pero igual viajarán, conversarán y pactarán.

Es difícil, en la situación actual, tal como se perciben las cosas, acuerdos subrepticios incluidos que solo convienen a los partidos dialogantes y una economía que no agoniza, sino que ya está muerta, es difícil pensar en votar en las municipales, que el gobierno no dejará que se pierdan, conversen lo que conversen en el hermoso Caribe.

Y con la certeza de que sin representar ni preguntar, ambos grupos acordarán un nuevo CNE que para nada servirá sin la limpieza previa en profundidad del Registro Electoral permanente y una reestructuración de la colosal deuda externa sin pedir cuentas de lo que se usó bien o muy probablemente se derrochó en el país, y la parte que fue a parar a bolsillos, lujos insultantes y cuentas secretas de los bolichicos, los corruptos y sus mascarones. Es decir, se preparan para las municipales ahora, y para las presidenciales después, hipotecando a la actual y a las próximas generaciones, a cancelar lo único que ha realizado bien la revolución chavista, castrista, madurista: un país hecho pedazos.


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