Según la Agencia Internacional de Energía, los esfuerzos en eficiencia energética están algo “flojos”, o sea, que los esfuerzos “se han relajado en los últimos años” en sus objetivos de limitar el calentamiento climático, vale decir, tratar de disminuir la intensidad energética que permita que emisiones de gases tóxicos y CO2 también sean menores.

Toda política de eficiencia energética podría permitir, de ser correctamente adoptada desde los estados en las sociedades, una reducción de 40% de emisiones.

Preocupa que la AIE haya registrado que los logros se estén “ralentizando por las políticas de los dos últimos años y ha contribuido a la aceleración de la demanda global de energía en 2017”, situación que nos motiva a volver a subrayar la importancia radical de la eficiencia energética, principalmente en países de alto consumo de petróleo y gas.

Quiero destacar que –siempre de acuerdo con cifras de la AIE– la denominada “factura energética” para los consumidores se reduciría en más de 500.000 millones de dólares anuales, disminuirían las importaciones de energía y bajaría la contaminación del aire en las ciudades, de aplicarse correctamente políticas estatales en eficiencia energética. 

El consumo exagerado de electricidad “alimenta” –en parte– al cambio climático con serios efectos en el medio. Por ello es que los estados están –o por lo menos tratan– impulsando políticas para lograr la eficiencia energética, que vienen a ser prácticas para uso racional y ahorro de electricidad.

Por supuesto –amén de la eficiencia energética– hay políticas que van de la mano en generación de electricidad vía solar y eólica y mayor utilización de gas natural, en vez de fósiles en esfuerzos compartidos con que edificios privados y públicos tengan techos con paneles solares, por citar ejemplos, para generación distribuida que contribuye también a reducir la factura energética. 

Hay acciones específicas que no debemos cansarnos de repetir: en el alumbrado público/privado el uso de iluminación tipo LED, apagando las luces, aprovechando al máximo la luz del día y desenchufando los aparatos que no se utilicen.

El problema no es tanto el acceso a la energía, sino el uso: es importante utilizar con racionalidad. Aquí algunos consejos que ya parecen trillados pero muy vigentes: uso de focos tipo LED, evitar abrir/cerrar la puerta del refrigerador muchas veces, apagar monitor de computadora cuando no estén en uso y quizá la principal: adquirir equipos y artefactos con etiquetado. En América Latina, Brasil, Argentina, Chile y Colombia están usando el etiquetado de productos.

El etiquetado permite brindar información sobre consumo de energía de cada aparato, de manera que el comprador de aparatos pueda escoger, en el mercado, la oferta que le permita tener la misma capacidad de resultado utilizando menos electricidad.

El 21 de octubre es el Día Mundial del Ahorro de Energía, motivo que nos debe llamar a la reflexión sobre la importancia del uso racional de la energía. 

El etiquetado principalmente es para acondicionadores de aire, refrigeradores, lavadoras, secadoras de ropa, calentadores de agua, focos y fluorescentes, motores eléctricos y calderas industriales. Informan sobre consumo de energía en kWh/año, capacidad, volumen etc.


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