“Resistir, resistir primero a nosotros mismos, nuestra indiferencia y nuestra falta de atención, nuestro cansancio y nuestro desaliento, nuestros malos impulsos y mezquinas obsesiones”  Edgar Morin. Mis demonios.

Dos documentos oportunos y valiosos nos permiten insistir sobre algunas preocupaciones y desafíos cruciales concernientes a nuestras universidades autónomas en el momento actual. Uno de ellos, un video de YouTube donde el profesor José Corado Ramírez, decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo, se dirige a los demás miembros del Consejo Universitario de esta institución en una sesión reciente, a propósito de la discusión de los llamados horarios de contingencia de los trabajadores universitarios. Otro, un escrito publicado en su blog hace dos años por el profesor Absalón Méndez Cegarra, docente jubilado de la Universidad Central de Venezuela, en el cual plantea la urgente necesidad de enfrentar y resolver el problema de la no realización de las elecciones de autoridades rectorales, decanales y representantes profesorales ante el gobierno universitario de esa casa de estudios.

Las palabras del profesor Corado Ramírez nos estremecen e interpelan. Cargadas de angustia, dolor e indignación, revelan mucho coraje y compromiso universitario y ciudadano. Se pregunta y nos pregunta, ¿qué nos pasa?, ¿qué estamos haciendo?, ¿por qué actuamos de manera sumisa ante la grave crisis provocada por el régimen? Denuncia, entre otros, los distintos casos de estudiantes, docentes y demás trabajadores que son trasladados como animales en unidades de carga a sus sitios de trabajo o de estudio, que no tienen qué comer, que mueren por la falta de medicinas y de atención médica ante la insuficiencia de la cobertura de su seguro de salud. Manifiesta su rechazo a discutir en tan graves circunstancias esos horarios de contingencia. A adaptarse pasivamente a las imposiciones gubernamentales. A comportarse de modo hipócrita. Llama más bien a paralizarse de manera activa, a ponerse de acuerdo con otras instituciones universitarias para rebelarse, para protestar ante lo que ahora ocurre en el país. 

Asimismo, en el escrito antes mencionado, el profesor Méndez Cegarra nos muestra su angustia y preocupación por lo que hoy todavía sucede en materia electoral en nuestras universidades nacionales y particularmente en la UCV y en las demás universidades autónomas, desde que fuera promulgada la Ley Orgánica de Educación que estipula “…un concepto de comunidad universitaria total y absolutamente distinto al establecido en el artículo 109 de la Constitución de la República y en la Ley de Universidades vigente”. Señala que en la   institución antes citada las últimas elecciones se celebraron en el año 2008. A la fecha de hoy las autoridades electas en ese entonces siguen en sus cargos “por continuidad administrativa”, no obstante tener vencidos sus períodos de gestión desde hace varios años. Sostiene que dicha situación irregular configura una especie de intervención gubernamental contra la Universidad, ante la cual la comunidad universitaria debe movilizarse y acudir con carácter de urgencia a diferentes instancias institucionales de la vida del país (TSJ y AN) para exigir que se allanen las dificultades del caso y se convoquen los procesos electorales pendientes. Incluso plantea que, de ser necesario, la Comisión Electoral de la UCV debe proceder a hacer tal convocatoria “a riesgo de lo que sea”, como “…una forma efectiva, objetiva, palpable, concreta, de defender la autonomía universitaria”.

Hay un elemento en común que merece destacarse en las inquietudes expuestas por ambos docentes. Es la convicción de que la comunidad universitaria está llamada a organizarse y movilizarse con el necesario protagonismo, beligerancia y contundencia para atacar los serios problemas internos y externos que trastocan y envilecen la vida de la institución. Es el convencimiento de que a los universitarios les corresponde luchar contra la crisis y contra los responsables de la misma, en lugar de limitarse a sobrevivir en la penuria y convertirse en meros espectadores y comentaristas de la horrible tragedia que vivimos cada día los venezolanos.

Sin duda, es preciso no ceder a la tentación de apelar a mecanismos de evasión que nos impidan combatir lo que día a día corroe la vida de nuestras universidades y de todo el país. Tampoco favorece desde el punto de vista institucional que nos conformemos con asumir solo el papel de víctimas, con nula o poca capacidad de respuesta para enfrentar decidida y efectivamente a quienes hoy en el poder hacen todo lo posible para destruir la universidad venezolana.

En fin, “Algo debemos hacer, no podemos seguir así”, tal como titulé un artículo publicado en este periódico varios años atrás. Se trata de resistir de una manera activa, diríamos.


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