«S.O.S (Save Our Souls)»

Un internauta de cuyo nombre no consigo acordarme escribía un tuit inspirado en la red del pájaro azul hace unas semanas. Soy incapaz de citar literalmente el texto a pesar de que durante días lo guardé en mi memoria por lo bueno que me pareció. Más o menos decía que a veces necesitaba tumbarse boca arriba en el sofá de su casa con los brazos en alto sosteniendo el teléfono a cierta distancia para dejarlo caer de golpe sobre la cara y recordar que todavía estaba vivo.

En apenas 140 caracteres, el ingenioso autor de la sentencia mostraba el mal de la sociedad moderna. Afortunadamente, solo de una parte de la sociedad. Y es que hoy por hoy un individuo sin smartphone, celular, móvil o como quiera que lo queramos llamar, no es nadie.

Un ciudadano de primera clase es propietario de un smartphone de alta gama, además de estar bien informado y mantener un número considerable de seguidores en las redes sociales. La tendencia de hiperconexión digital va en aumento. Esto no hay quien lo pare. La sociedad del bienestar vive la vida loca, deprisa, deprisa, a base de un par de toques de los dedos de la mano.

A mí me da la impresión de que estamos perdiéndonos cada vez más en un mundo inhumano. Tengo la sensación de estar en el planeta adecuado para los hombres de las necesidades innecesarias. En la calle de un pueblo o una ciudad cualquiera la gente camina abducida, como atontada, por las luces y los temblores de un dispositivo que parece cosa de magia.

El viandante debe andar con cuidado de no ser atropellado por un zombi maniatado al teclado mínimo de su juguete. No obstante, no todo va a ser malo. El teléfono ayuda en casos de emergencia, y los hombres se vuelven sociables, según se mire. Ayer tuve un mal día. Estuve esquivando a gente que parecía venir de otro mundo. Por favor, si alguien lee esto, si alguien nos escucha, vengan a ayudarnos, salvad nuestras almas.


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