No milito en Acción Democrática. Jamás estuve vinculado a su historia. Al ser un dirigente del MAS en los tiempos efervescentes de la década de los ochenta pudimos tener alguna relación ideológica sobre ciertas visiones comunes. La izquierda democrática, deslastrada del viejo imperio soviético, rompe con el germen maligno y se aproxima a la visión de Rómulo Betancourt en el Plan Barranquilla, como basamento fundamental de un plan ideológico respondiendo a las raíces venezolanas.

Observar Acción Democrática: Desde fuera de sus entrañas es un ejercicio que nos da la posibilidad de analizarla sin caer en la solidaridad automática que oscurece el esfuerzo programático. En el pasado la adversé desde mi trinchera, eran tiempos de efervescencia juvenil en los que pensábamos que el cambio requerido merecía mayor profundidad de un partido socialdemócrata con la dimensión de AD. Con mucho interés me esforcé en conocer su doctrina y aportes, el sacrificio de sus mártires, la gestión honesta que coadyuvó a que por la tenacidad de sus líderes la Venezuela rural se mirara en el espejo del país moderno. Siempre acompañando al más humilde en el propósito de la redención definitiva. Quien posee una doctrina inspirada en la emancipación de las mayorías tiene una tarea titánica que no puede ceder ante las oligarquías. Es una teoría que sabe que el extremismo de izquierda es el secuestro de la libertad, mientras los sulfurosos aires de la derecha es la idealización del dinero como máquina que tritura el sueño de los pobres. Esos extremos se neutralizan cuando se asume el papel programático que solo se consigue con una democracia vigorosa en justicia social. Eso denota un compromiso de lucha que consagra la vida misma, saber comprender eso hace que las ideas fluyan como un torrente interminable que logrará encontrar su razón de ser. Con grandes logros y algunos yerros propios de la naturaleza humana, Acción Democrática es la historia viva de la nación. No es el último grito de la moda política, tampoco es hija de una nómina gubernamental. Sobre sus hombros sostiene una tradición luminosa de grandes hazañas que construyeron desde la honradez. Cuando hoy los oscuros intereses buscan enlodarla para siquitrillarla, salgo en defensa desde mi trinchera. Los viejos enemigos de rostros jóvenes y razonamiento escaso asumen el tétrico papel de verla destruida. Se equivocan quienes creen que se someterá al vergonzoso papel de arrodillarse ante la ignominia, jamás lo hizo y menos ahora, su compromiso histórico es demasiado grande. En una Venezuela en donde mueren cada día muchas iniciativas que un partido político llegue a 77 años es una verdadera proeza.

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