El Observatorio Venezolano de Violencia al que nos hemos referido en el artículo anterior, da las razones que, según supone, pueden explicar la disminución de la tasa de muertes en 2018. En efecto, los datos de que dispone indican que en ese año ha disminuido de 89, en 2017, a 81,4. Sigue siendo altísima, por cierto, tanto que nos sitúa como el país de mayor violencia en toda América. Sin embargo, hay que buscar las explicaciones de esta aparente y relativamente buena noticia. Y el Observatorio da algunas. La primera dice: “Puede ser la acción de exterminio policial”. Las OLP y otras de semejante criminal contundencia han sido casi cotidianas. En ellas, sin respeto alguno por los más elementales derechos humanos, las fuerzas del “orden” (de exterminio, mejor) han actuado por todo el país. El Estado, pues, ha sustituido eficientemente al malandro. Según esto, nuestro Estado se ha ido convirtiendo en un Estado criminal, como ya dijimos. El ciudadano debe cuidarse de él como de un delincuente más, bien organizado, uniformado, a veces encapuchado, y siempre impune. Un delincuente que actúa con demasiada frecuencia tanto contra el culpable como contra el inocente. Tampoco al culpable tiene derecho de asesinar sin más. Vale la pena repetirlo.

Otra razón sería, según el informe, “la variación de las modalidades del delito”. Estas han ido progresivamente cambiando a medida que ha ido variando el estado de la economía y de la sociedad en general. En efecto, ya los delincuentes no se centran tanto en adquirir el efectivo, que prácticamente ha desaparecido, sino en las pertenencias objetivas como la comida, que es lo que más escasea, para consumir y revender a precios totalmente abusivos eliminando, si es necesario, al poseedor. Por eso ha habido cambio también en los lugares afectados por el crimen. De las ciudades ha ido extendiéndose a los campos y a los pequeños poblados del interior donde pueden encontrase más fácilmente los alimentos necesitados y donde la defensa contra los robos y asesinatos es más débil.

Añade el Laboratorio, como otra causa de la disminución, la emigración. Si los primeros emigrantes fueron de la clase media, ahora el grueso de la emigración, los llamados “caminantes”, entre otros, está formado por gente hambrienta, depauperada hasta el extremo y que huye además de la inseguridad que el mismo malandraje produce. Entre quienes emigran, se infiltran criminales que escapan de la policía o de las bandas rivales y buscan en el extranjero nuevos lugares para su actuación. Esto está alimentando una xenofobia en nuestros países hermanos, como en Perú y Ecuador, completamente injusta, porque afecta y seguirá afectando a todos los venezolanos que en su inmensa mayoría son totalmente honestos. El desastre social y económico de este régimen produce así sus malignos efectos incluso más allá de nuestras fronteras.

A todo esto habría que añadir el número de delitos violentos que nunca será conocido porque no aparece en ningún informe de ningún tipo, eso que se entiende como las “cifras negras”. ¿Quién puede conocer, por ejemplo, los crímenes que suceden todos los días dentro del “arco minero” o en todo el territorio de las minas legales e ilegales? ¿Cómo computar los crímenes que suceden en la extensísima zona fronteriza que quedarán para siempre ocultos y nunca denunciados por nadie, las víctimas que no tienen en esos lugares ningún familiar, por ejemplo? Desgraciadamente, la violencia criminal en Venezuela no tiene hoy límite alguno, ni conocido ni desconocido porque, además, el mismo régimen se encarga de aumentarla y ocultar su verdad. Por todas estas razones me atrevo a pensar que la disminución señalada por la estadística ha de ser más ficticia que real,. Hay que repetir sin descanso que no nos libraremos de ella si no nos libramos antes del régimen totalitario y opresor que padecemos. Solo entonces podremos pensar en ir poco a poco tomando las medidas adecuadas para superar este problema que nos agobia. Sabemos que no será fácil y tomará mucho tiempo pues el mal está ya tan arraigado y extendido que nos exigirá un esfuerzo gigantesco y el acuerdo de toda la sociedad en esa empresa.

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