Dedico el presente artículo, gracias a la deferencia de El Nacional, al licenciado en comunicación social Bernardo Rotundo. Su reciente condecoración “Orden de las Letras y las Artes” de la República de Francia, por sus valiosos aportes al desarrollo de la cultura, el arte e industria cinematográfica, hacen que nuestra Fundación Venezuela Siglo XXI, de la que Bernardo forma parte, sienta sumo orgullo. La siembra de conciencia ciudadana, a través de la herramienta del cine, nos ha sido de gran utilidad durante estos años, aún en medio de las muy difíciles circunstancias que hemos vivido en Venezuela, gracias al decidido apoyo de Bernardo.

Andamos estos días casi por inercia. Uno a soñar nos lleva, y el otro a llorar de rabia, de dolor, de sed de justicia. Son estos días de junio de 2017 que, sumados a todos los anteriores de infatigable lucha, contarán ya diecisiete años. Estos serán para siempre parte imborrable de nuestra historia como nación. Historia “del bravo pueblo” que nuevamente se pone de pie para demostrar al canalla que a los hijos de Venezuela se respeta. ¡Con mis hijos no te metas! fue aquella primera consigna de lucha cuando nos parábamos frente el monstruo que apenas asomaba sus garras con el decreto 1011, de octubre del año 2000, para intervenir la educación de pensamiento plural.

También desde aquel año 2000, el 24 de marzo, promulgada la nueva constitución que nos rebautizaba como “República Bolivariana de Venezuela”, pasaron estos sofocantes diecisiete años, para que una vergüenza de supuesto Máximo Tribunal, “dictara para el dictador» sus decisiones 155 y 156, ultrajándola. Desconocer nuestra Asamblea Nacional para endeudar y reprimir a la nación. Diecisiete años que también tenía Neomar Lander cuando fue asesinado por esta cobarde dictadura de Nicolás Maduro y sus esbirros. Neomar no pudo ir al Estadio Uuniversitario a recibir a la subcampeona del mundo, nuestra Vinotinto. No le dejaron siquiera oportunidad de ir a la universidad. Lo asesinaron. No satisfechos con el morbo de su vil asesinato, pretendieron asesinar su memoria, al profanar su cadáver para mostrar su brazo quemado por un supuesto mortero que nunca tuvo en sus manos. Demasiada maldad, demasiada cobardía, de parte de una minoritaria cúpula castrense venezolana, bajo el dominio castrista cubano, que nos abochorna frente al mundo, y a la memoria del ejército de libertadores que una vez acompañó a Miranda y a Bolívar.

Nuestra nación tendrá que tener siempre muy buena memoria, y seguramente así será, de todos estos años vividos. En una suerte de sanación, con mediación psiquiátrica al modo de la película El príncipe de las mareas, Venezuela tendrá que ponerse a salvo de sujetos como Cabello, o como Carreño que, acusando de locos a los que actúan apegados a la constitución, como ahora a la fiscal general, Luisa Ortega Diaz, pretenden acallar las voces de los que denunciamos las violaciones y el trauma que han infringido a nuestro pueblo; sin comida, sin medicinas, sin seguridad, pero con gran abundancia en bombas lacrimógenas, metras y plomo de asesinos.

Con asombrosa narrativa heroica, nuestra juventud se ha convertido en las calles de Venezuela, y del planeta todo, en una fuerza moral inderrotable frente a la dictadura criminal que se atrinchera en su única lógica de prolongar su estadía en el poder. El uso de las armas de la República es su único argumento. Allá adentro, en la profundidad de sus “cinco puntos cardinales” de gobierno, nadie le respeta.

Ahora, a diecisiete años de la Constitución, solo queda la respuesta cónsona con el hombre de honor, como bien dijera en sus palabras Dudamel, director de nuestra Vinotinto: “Bajen las armas”. Inicien ya el camino que, como se aprende en esa otra aleccionadora película Invictus, se hace impostergable. Liberen a Leopoldo, y a todos los prisioneros políticos. Permitan el canal humanitario de medicinas y alimentos. Respalden la Constitución que pone en manos de la Asamblea Nacional el recomponer el CNE y el TSJ, para comenzar un “neocamino” de regreso a la democracia, hacia la justicia, la paz y la reconciliación. Ese es el camino de hacer valer el sacrificio que hacen nuestros jóvenes que, como Neomar Lander, el “principe del nuevo mar”, luchan por un mejor futuro para todos, y que será de unidad nacional “color vinotinto” ¡en la Venezuela posible!

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