Decía Gabriel García Márquez, en sus charlas sobre periodismo, que el periodista y el escritor debían sorprender al lector cada tanto, que era preciso poner “despertadores” para que no se les durmiera.

Si es así, hoy no hay ninguna chance de dormirse cuando uno revisa las noticias de lo que pasa en el mundo. Obligan a una constante vigilia. A veces traen a la mente al Sr. Ripley y su Aunque Ud. no lo crea. Demasiadas cosas curiosas, que dan paso a interrogantes que no siempre tienen respuesta, pero que por el mero hecho de planteadas obligan a la reflexión.

Por ejemplo: el FMI prevé que este año la inflación en Venezuela llegará a 1.000.000%. Pero cómo, el FMI, en el mes de abril, hace tan solo 4 meses, había previsto que la inflación en Venezuela sería (nada más, ¿habría que añadir?) de 13.864% y de 12.874% en 2019. El PBI en caída libre y 1.000.000% de inflación en el segundo país con más petróleo del mundo. Le explicación no pasa por las estupideces que repiten Nicolás Maduro y sus cómplices. Se trata del socialismo y su desentendimiento con la economía. Y mucho más del socialismo del siglo XXI, chavista, bolivariano, progresista y populista. Un socialismo a la enésima potencia, cuyos resultados están a la vista. Y aún no se ha viso todo, sin duda.

Una pregunta ¿lo de Venezuela en qué medida incidió para el cambio de política económica en Cuba? Puede que más que la desaparición del último de los Castro. Se acabó la “solidaridad socialista” venezolana –no hay con qué–, y a los cubanos no les queda otra que husmear, aunque sea de a poquito y disimuladamente, en el capitalismo.

¿Y qué me dicen de Donald Trump? En cualquier momento anuncia la disolución de la OTAN, desaloja a la ONU de Nueva York, rompe con la Unión Europea y con China, hace “ojitos” con Putin y se queda con el norcoreano Kim Jong-un, su “nuevo mejor amigo”, como en su momento Juan Manuel Santos dijera de Hugo Chávez. Trump sí que mantiene al mundo despierto y en vilo.

El izquierdista (¿?) presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, envió una carta a Trump con una propuesta para refundar relaciones con Estados Unidos. ¿Qué podrá salir de ahí? La expectativa es grande y ha de desvelar a muchos.

¿Y España? ¿Se mantendrá el reino, se evitará la división? El nuevo gobierno del socialista Pedro Sánchez no genera mucha credibilidad. Se cuestiona hasta su legitimidad: el hoy presidente, en las pasadas elecciones fue, en términos relativos, el candidato peor votado y nunca, como con él, cayó tanto el PSOE. Una serie de vericuetos y alianzas le permitió, con votos de muchos que quieren irse de España, llegar a la Moncloa. Va a tener que hacer mucho mérito, sobre todo en materia económica –y no en la pavada–, para no verse obligado a adelantar las elecciones, instancia que asusta mucho tanto a él como a sus ocasionales socios.

El caso de Ozil, también quita un poco de sueño. El futbolista Mesut Ozil renunció a la selección de Alemania porque no soporta más los ataques racistas de que es víctima. Ozil, hijo de turcos, nació en Alemania y actualmente vive en Londres y juega en el Arsenal. Mucha hipocresía, mucho rasgarse las vestiduras y discursos para la platea, pero la realidad es otra. Si eso pasa con Ozil, una estrella internacional, cómo será la cosa para los ciudadanos comunes, cabe preguntarse. Europa hace agua por varios lados.

Por ultimo, está lo de Brasil. En el sexto país más grande del mundo y el mayor de América del Sur se celebrarán elecciones presidenciales el próximo 7 de octubre. El hecho importa, y cómo.

Por ahora, los favoritos, según las encuestas, son un preso y un extremista ex capitán del ejército. Se trata del ex presidente Lula, condenado a 12 años de cárcel por corrupción y con varios juicios pendientes, que es el candidato proclamada por el PT (Partido de los Trabajadores). Legalmente no puede ser candidato, y por ahora nada hace pensar que será habilitado. El otro candidato, segundo y varios puntos por debajo de Lula, es el diputado Jair Bolsonaro, a quien se le acusa de ser racista, homofóbico, defensor de la pena de muerte y un nostálgico de la dictadura militar. Estas son las alternativas, por el momento.

De Bolsonaro se dice que es el “Trump” brasileño.

¿Otro más?


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