La intervención militar multilateral, como posible escenario de solución de la crisis nacional, ha recibido un creciente respaldo en la opinión pública que solo puede explicarse por la desesperación que siente nuestro pueblo al constatar que Venezuela se encuentra al borde de un abismo. Esa percepción tiene su origen en el reconocimiento existente en nuestra sociedad  de la incapacidad y falta de voluntad del gobierno de Nicolás  Maduro para solucionar la acuciante tragedia nacional y su descarada ambición por imponer un régimen hegemónico que desconozca el principio constitucional de la alternancia republicana. La  angustia se ve agravada ante la convicción existente, mayoritariamente en nuestra población, de que la oposición democrática, debilitada y dividida, se encuentra impedida para alcanzar el poder político. Para colmo, la Fuerza Armada Nacional, penetrada políticamente y controlada por los organismos de seguridad, se observa sin la capacidad suficiente que le permita transformarse en un factor decisivo para la solución de la creciente crisis venezolana.

En verdad, ese escenario debería ser rechazado con firmeza por nuestro pueblo. Las razones sobran. Históricamente las intervenciones militares extranjeras causan un profundo daño moral en la sociedad del  país donde ocurre al dejar en el sentimiento nacional una huella de vergüenza difícil de borrar en el tiempo. Otro aspecto a considerar son las naturales dificultades que surgen al tratar de reconstruir el país invadido después del retiro de las tropas extranjeras. Es posible que algún defensor de este escenario argumente lo positivo que fue para Alemania y Japón la presencia norteamericana durante el proceso de reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial, pero también debe recordar el costo que pagaron y la dolorosa  tragedia que vivieron sus pueblos. Además, debemos entender que en una intervención extranjera los intereses de los países invasores siempre prevalecerán por encima de los del país invadido. 

Sin embargo, la posibilidad de una intervención militar multilateral se ha venido transformando en una realidad que tiene, por lo menos, tantas probabilidades de que ocurra como el escenario de la negociación o de la salida militar. Tratemos de profundizar en  su análisis   para determinar algunos aspectos fundamentales que pueden influir en su realización.  El primer factor a considerar es el favorable contexto geopolítico surgido recientemente en el continente americano con los triunfos electorales de orientación política conservadora en Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Colombia, Perú, Chile, Paraguay, Brasil y Argentina. El segundo factor lo constituye la diáspora venezolana y otras acciones del régimen madurista que se han transformado en un problema inmanejable para dichos gobiernos, los cuales empiezan a sentir que sus intereses nacionales están siendo sometidos a riesgos inaceptables. El tercer factor a tomar en cuenta es la aventurera política internacional del régimen  madurista que coloca a nuestro país al servicio de los intereses geopolíticos de China, Rusia y Cuba.

En este contexto se acaban de realizar en Estados Unidos las elecciones parlamentarias y de gobernadores, cuyo resultado fue que el Partido Demócrata obtuvo la mayoría en la Cámara de Representantes y el Partido Republicano la logró  en el Senado, así como  en las gobernaciones. Este nuevo cuadro político obligará a Donald Trump a negociar con fuerza  para lograr la aprobación de cualquier nueva acción que pretenda tomar, sobre todo cuando se trate de política exterior y de problemas de orden social. De todas maneras, la experiencia indica que cualquier negociación y acuerdo entre los partidos Republicano y Demócrata se realizan con relativa facilidad cuando se trata  de defender el interés nacional. Por eso, no tengo dudas en afirmar que la política del gobierno norteamericano sobre Venezuela, ante el agravamiento de la situación, mantendrá invariable su actual orientación sobre la posibilidad de una intervención militar multilateral. La mejor demostración de esa realidad se percibe en la posición de Donald Trump de imponer nuevas y más duras sanciones al gobierno de Nicolás Maduro.

El actual rechazo de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos a una intervención militar multilateral no indica, de antemano, que siempre mantendrán esa misma posición, pues puede ocurrir que el gobierno de Estados Unidos tome medidas en el  orden militar en respuesta a alguna acción irresponsable del gobierno de Nicolás Maduro que pueda ser considerada como una real amenaza para los intereses de Estados Unidos y de otros países latinoamericanos. Como ejemplo de esas acciones podemos citar las ocurridas recientemente: la marcha organizada por sectores de izquierda centroamericanos, liderados por el  ex presidente Manuel Zelaya y apoyados financieramente por Nicolás Maduro, como señaló públicamente el vicepresidente Mike Pence, con el objetivo de tratar de ingresar de manera violenta en el territorio norteamericano, y la reciente nota de protesta del gobierno colombiano señalando una violación flagrante de su territorio. Por ahora, el Grupo de Lima respaldará a Estados Unidos, Canadá y Europa en la aplicación de duras sanciones económicas para obligar al gobierno de Maduro a aceptar la realización de elecciones democráticas, transparentes y equitativas con una fuerte presencia de observadores internacionales.

En todo caso, si la tozudez de Nicolás Maduro lo condujera a mantenerse ilegítimamente en el poder, después del 10 de enero de 2019, comprometiendo el resultado de la mesa de negociaciones, la oposición política y la alianza internacional que respalda una salida democrática se verían obligados a  tomar importantes y delicadas decisiones. Estoy convencido que de ocurrir ese despropósito, la diáspora venezolana se incrementaría de manera inmanejable y las relaciones internacionales de la dictadura madurista con China, Rusia y Cuba sobrepasarían los aspectos económicos y comerciales para favorecer sus intereses geopolíticos en el continente latinoamericano. Estas dos circunstancias, y cualquier otra que consideren Estados Unidos y los países latinoamericanos que vulneran sus intereses nacionales, constituirían motivos suficientes para que se materialice alguno de los dos posibles escenarios de violencia: la salida militar y la intervención militar multilateral. De ocurrir, causándole inmensos daños a Venezuela, los grandes responsables ante la historia serían Nicolás Maduro, Vladimir Padrino López y los altos mandos de la Fuerza Armada Nacional.


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