Los integrantes de la camarilla roja han salido al escenario mediático a pretender desmoralizar a la nación secuestrada, cantando y presumiendo una victoria, luego de la heroica gesta cumplida por un pueblo desarmado e inerme, frente a una dictadura criminal que montó un muro militar, paramilitar y delincuencial en nuestras fronteras para impedir el ingreso de alimentos y medicinas destinados a nuestro pueblo.

Diosdado Cabello expresó el pasado domingo 24 de febrero lo siguiente: “Hoy se consolida la victoria del día de ayer y mañana la consolidaremos aún más”. Iris Varela dijo: “Estamos en victoria. Triunfó la paz”. Elías Jagua aseguró que el régimen “ganó la batalla”.

Si para la barbarie roja el bloqueo montado en frontera para impedir el ingreso de la ayuda humanitaria es una victoria, ciertamente la han conseguido. Nuestros jóvenes luchadores no pudieron, con su solo coraje y voluntad, apartar del camino a los escuadrones de presos comunes y colectivos armados, a los grupos de policías y guardias nacionales que, con gases tóxicos, con perdigones y plomo, atacaron a las brigadas de voluntarios que a ambos lados de la raya fronteriza se congregaron para facilitar la movilización y distribución de esa ayuda.

Pero tampoco cabe duda de que se trata de una “victoria pírrica”. Seguramente todos mis lectores conocen la crónica de este concepto. En todo caso, no está de más recordarla. Las citas históricas aseguran que el rey Pirro, viendo las grandes pérdidas y bajas en la batalla pese a las felicitaciones por la victoria, dijo: «Otra victoria como esta, y tendré que volver a casa solo». Esa actitud dio lugar al término “victoria pírrica” para referirse a una victoria que se consigue con tal costo que incapacita al vencedor para nuevas contiendas.

La batalla de las fronteras, cumplidas en el sur del país, y en los puentes internacionales que unen al Táchira con Colombia, serán recordadas como “las victorias pírricas” de Nicolás Maduro y su camarilla.

Las pérdidas de la dictadura no se pueden cuantificar en combatientes. La derrota de la dictadura es moral y política. Ciertamente, los venezolanos somos un pueblo inerme, desarmado, que lucha por la recuperación de su libertad contra una camarilla indecente, armada hasta los dientes, que prevalidos de dichas armas son guapos y soberbios cuando se trata de humillar y agredir a ciudadanos que solo llevan su humanidad para gritar: libertad, justicia y democracia.

Esta verdad fue vista por todo el mundo libre. Las cámaras de la TV internacional pudieron registrar en vivo y en directo la desproporción de los bandos en lucha. De un lado una legión de jóvenes, desarmados, sin equipos de ninguna naturaleza, sin agua, sin alimentos que decidieron plantarse para que la carga de ayuda pudiera ser recibida. Del otro lado, los colectivos de presos y mercenarios armados que disparaban a mansalva contra la población civil. Cuando la carga ya estaba en territorio venezolano, la barbarie se manifestó con toda su fuerza. Ordenaron quemar su contenido.

No hay forma de que la propaganda y la manipulación del aparato de la dictadura, y de toda la ultraizquierda radical del mundo, puedan torcer esa verdad. Ello está documentado en forma amplia y suficiente.

Los hechos del pasado fin de semana son una pieza más del expediente que durante años hemos venido armando para mostrar al mundo la naturaleza criminal de la dictadura venezolana. Si organismos internacionales y países aún tenían dudas de cuál es la naturaleza de la camarilla gobernante en Venezuela, estos hechos son prueba más que contundente para encuadrar su conducta en los delitos de lesa humanidad establecidos en el derecho internacional público, y de exigir a la comunidad internacional la aplicación de un plan que restituya la libertad, la democracia y, sobre todo, la plena vigencia de los derechos humanos en una nación víctima de un régimen criminal.

La dictadura nos está advirtiendo que están dispuestos a seguir masacrando a un pueblo desarmado. Ya lo ha expresado en forma clara la vicepresidente de facto, Delcy Rodríguez. Ella expresó: «Este domingo solamente vieron pedacitos de lo que estamos dispuestos a hacer por defender los derechos legítimos de Venezuela». Por supuesto que ella entiende por “derechos legítimos de Venezuela” la perpetración de su dictadura en el tiempo, sin importar la miseria, la muerte y la desolación que le han causado a nuestro pueblo. Lo cierto, y es lo que no podemos dejar al margen, es la expresión: “Lo que estamos dispuestos a hacer”. Ciertamente el fin de semana nos lo mostraron a plena luz del día. Están dispuestos a matar. Para ello sacaron presos de las cárceles, trajeron las bandas delictivas conocidas como colectivos de todo el país y los soltaron por las calles de Santa Elena de Uairén, Ureña y San Antonio a asesinar indígenas, agredir voluntarios. Usaron de manera abusiva la fuerza pública que aún controlan para disparar gases, perdigones y plomo contra esos compatriotas. Y, sobre todo, y es lo más dantesco, están dispuestos a quemar, lo que haya que quemar para quedarse. Y eso fue lo que hicieron con la comida y medicinas, ya en nuestro territorio.

La victoria pírrica de Maduro de este fin de semana es el preludio de la derrota que merece.


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