Son tiempos muy duros los que vive Venezuela. Nunca llegamos a imaginar que un país, uno de los más privilegiados de la región como poseedor de muchas riquezas, no solo de petróleo, sino de muchas otras más ya conocidas, pudiera estar sumido en la mayor crisis económica y social que ha desembocado  prácticamente en  una tragedia nacional, pues la calidad de vida de los venezolanos se deteriora a gran velocidad sin signos de que se revierta a corto, mediano y largo plazo.

La desesperanza se posesiona cada vez más del  corazón de la mayoría de los ciudadanos de a pie, de los que tratamos de sobrevivir a costa del esfuerzo y del trabajo, de aquellos que siguen desamparados en los sectores más necesitados, y aunque un pequeño porcentaje reciba las dádivas de un “gobierno” cada vez más obsesionado por quedarse eternamente en el poder, no son suficientes para mantener una calidad de vida digna y productiva como debe ser. La sobrevivencia está centrada en tratar de adquirir alimentos o de poder encontrar la medicina que le puede salvar la vida.

Estamos en el inicio de la semana de mayor reflexión y meditación para los que profesamos la religión católica. La Semana Mayor tiene un gran significado que gira en torno a dos  acontecimientos fundamentales: La Pasión y Muerte de Jesús en la Cruz, y posteriormente el gozo de la Resurrección, culminando en el Domingo de Pascua que nos trae alegría, pero sobre todo esperanza. El Vía Crucis que recorrió Jesús pudiéramos considerarlo como una analogía con el viacrucis del pueblo venezolano en los actuales momentos. Es por eso que esta semana debe ser motivo para fortalecer el corazón y el espíritu ante este camino de sufrimiento que se ha incrustado en el día a día de la mayoría de los venezolanos. Somos conscientes del viacrucis que transitan los enfermos para conseguir la medicina que necesitan con urgencia, incluso para preservar la vida, de la angustia de no poder conseguir alimentos para llevar al núcleo familiar, de no poder satisfacer las necesidades más básicas y que inciden en la sobrevivencia. Este transitar rodeado de sentimientos de angustia e incertidumbre se extiende a todos los sectores de la sociedad en estos momentos tan difíciles jamás vividos en la historia republicana de Venezuela.

Más allá de la situación política, esta crisis humanitaria afecta en todos los ámbitos de la sociedad civil. Una crisis producto de un pequeño grupo que poco le importa el drama humano que está predominando en nuestro país. El que está sufriendo es el venezolano de a pie; a los grandes grupos de poder político y económico en nada les repercute esta terrible desdicha.

La Conferencia Episcopal Venezolana fue muy clara y contundente en el comunicado emitido el pasado 18 de marzo y tal como lo expresó en uno de los puntos de dicho texto: “La dirigencia política no ha estado ni está a la altura de la problemática que sufren los venezolanos. Pareciera que la calidad de vida del venezolano no es la prioridad de quienes nos gobiernan, pues son insensibles ante tanto dolor, sufrimiento y muerte”. Además, hace un llamado a la dirigencia que disiente y está en contra de este sistema dictatorial y totalitario a que tenga más coherencia, unión y fuerza para ejercer acciones que culminen en una solución pacífica a fin de superar esta trágica coyuntura por el bien de todos los ciudadanos de este país. Es notoria la actitud de todos los que vivimos en esta Venezuela actual, pues no se puede disimular ese sentimiento generalizado de zozobra, angustia y desasosiego que se refleja  en la cara de los venezolanos. El viacrucis no solo va por dentro. Jesús no se dejó vencer por el sufrimiento y la muerte, salió vencedor resucitando glorioso al tercer día. Así mismo los venezolanos no podemos dejarnos vencer por aquellos que nos oprimen y  nos han despojado de la libertad y la paz, y que solo han ocasionado dolor y sufrimiento. No le temamos al poder de la oscuridad. Todos, unidos y revestidos de la fortaleza necesaria y solidaridad, venceremos y a su vez convencidos de que después de este duro calvario vendrá la alegría y la esperanza con la resurrección de nuestra querida Venezuela.


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