De las ilusiones perdidas podemos hablar todos los venezolanos que hemos padecido, sufrido, pero sobre todo sobrevivido a los últimos 20 años en Venezuela. De estas dos décadas se puede escribir no solo un artículo de opinión para este periódico, también podríamos redactar novelas, cuentos breves, largos, historias y hasta alguna que otra enciclopedia, como por ejemplo la del exterminio chavista. También, incluso, se puede profundizar con documentales que se reproducirán por años en cualquier canal tipo NatGeo, tal cual ocurre con la temática del nazismo.

Ese material de documentación y recopilación de testimonios, anécdotas e historias deberá ser distribuido en  cada nivel educativo, no solo del país sino de todo el mundo, como un ejemplo claro y preciso de cómo aquello que se buscó en los siglos pasados no se pudo evitar en los inicios del siglo XXI.

El concepto de la no repetición en materia de derechos humanos es una forma de reparación a las víctimas, así como un principio general de responsabilidad internacional de los Estados y se encuentra dirigido a la sociedad con el propósito fundamental de que no se repitan nuevamente. También busca eliminar las causas estructurales de la violación masiva de los derechos humanos o del derecho internacional humanitario.

El exterminio chavista da para mucho, es deber denunciarlo en todos los escenarios posibles.

El 23 de febrero de 2019 demostró ante el mundo cómo la violencia es un patrón sistemático utilizado por la dictadura para reprimir a la población indefensa, pero en esta oportunidad en territorio internacional. En paralelo, observamos también cómo quien representa por mandato constitucional la presidencia encargada de Venezuela desconoce, con sus actos y palabras, la importancia del concepto de la no repetición al permitir que se le retrate de manera efusiva con quien quizás pueda aportar a la caída de la tiranía, pero que en pro de este principio de no repetición y contra la impunidad deberá enfrentar un juicio independiente para que asuma sus responsabilidades en las denuncias presentadas en su contra como representante del Ministerio Público.

Solo con la aplicación de una justicia efectiva se podrá evitar la impunidad y la repetición en el futuro de actuaciones de violación de derechos humanos similares por parte de funcionarios del Estado. No se puede confundir justicia con venganza; sin embargo, se hace necesario que los actos de los funcionarios que ocupan y ocuparon cargos de responsabilidad no queden escondidos u olvidados en el laberinto propuesto por la Ley de amnistía; es por ello  que todos los actores de la sociedad civil debemos sumarnos y ofrecer propuestas que no permitan que tantas responsabilidades queden sepultadas en el olvido o, peor aún, justificadas por quienes promueven un cambio de gobierno pero no un cambio de actitud.

Lo que observó la comunidad internacional recientemente es solo un abrebocas a lo que se ha registrado y documentado desde las diferentes organizaciones de derechos humanos que hacen vida dentro y fuera de nuestras fronteras.

Sin embargo, toda esa información es de conocimiento de la gran mayoría de los países del mundo a través de informes detallados de organizaciones internacionales como Human Rights Watch en la voz de su director, José Manuel Vivanco, quien a pesar de haber sido expulsado hace más de 10 años del país conoce y está al tanto, incluso mucho más de los que aún permanecen en el territorio nacional.

Igualmente, hay que reconocer también al secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, quien de manera coherente ha denunciado lo ocurrido sin haber pisado territorio venezolano en los últimos 6 años; así como el gran trabajo que ha realizado la eurodiputada Beatriz Becerra, quien se ha convertido en la voz en el Parlamento Europeo de lo que ocurre en Venezuela sin haber estado en el país.

Aquel argumento de que “como no estás en el país no sabes lo que ocurre” con el que algunos atacan la crítica constructiva a las acciones de una dirigencia opositora que comete sus errores, es una muestra de cuánto falta para que se recupere un país sumergido en la esperanza de un verdadero cambio, no de un quítate tú pa’ ponerme yo.

El reto de construir la nueva democracia es deber ciudadano de todos, no podemos convertirnos en lo que tanto denunciamos. Aquel mal hábito de los afectos al régimen que aplauden todo lo que dicen los que gobiernan debe acabar el día que caiga la tiranía.

Lo ocurrido en las fronteras con Colombia y Brasil en estas últimas horas es una muestra cruel de lo que ha sido capaz de hacer la dictadura los últimos 20 años en Venezuela; sin embargo, esa misma crueldad se ha visto intensificada durante los últimos 6 años y es que amparados en la fuerza represiva de los cuerpos de seguridad, ya no del Estado sino del gobierno que usurpa los poderes, han llevado esa práctica permanente de vulneración de derechos de los ciudadanos a territorio de nuestros países vecinos.

Reportaba el médico larense Jhon Cordero, reconocido pediatra nefrólogo que participó como voluntario en las carpas de auxilio asistencial en la frontera del lado colombiano, que la atención de múltiples heridos y afectados por la violencia repartida por los militares y colectivos armados desde Venezuela era algo inédito en la zona.

Esos héroes anónimos siguen confiando y creyendo que vamos bien, pero nunca dejando de entender que lo sucedido en Venezuela va mucho más allá de lo que estamos viviendo, es por ello que se hace necesario mantenerse crítico y coherente; de lo contrario, seguiremos viviendo, padeciendo y sufriendo a causa de las ilusiones perdidas.

Twitter: @andresvzla1975


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