A dos décadas de dictadura, hoy no importa quién sea el presidente de la Asamblea Nacional o el TSJ, quién maneje la Fiscalía o quién aparezca en el cargo de gobernador o alcalde, pues todos estos sujetos han sido cómplices de una u otra manera con el régimen, pues jamás se han visto avances en beneficio opositor y ciudadano.

Hoy no valen elecciones, diálogos, ni mucho menos otros métodos clásicos de la democracia, pues ha quedado más que demostrado que estos mecanismos siempre terminan legitimando al régimen y que quien los promueva a estas alturas de la situación es un colaborador, un alineado con la izquierda que labora para continuar perpetrándola.

Venezuela pasó por todas sus fases, del colaboracionismo a  la cohabitación y de esta a la convivencia con el régimen, todo bajo un adoctrinamiento impuesto por la clase política convencional que fracasó en el siglo pasado y ahora beneficia a los actores revolucionarios del presente, de un presente incierto en el que todo parece ser posible, en el que la izquierda parece cada día estar más fortalecida y los buenos parecen ser malos también, en el que la oposición siempre fue falsa y muchos lo descubrieron una década después, en el que se juega con el desespero y el hambre de un pueblo que ha sido humillado y se le ha inculcado sumisión.

Hoy el país necesita un cambio, una verdadera transformación y quizá esta sea la última oportunidad de recuperar algo que ya está casi perdido, que ya tocó fondo, que solo y aislado ha quedado. El país necesita reivindicarse, sobre todo como sociedad, como ciudadanía y como persona, Venezuela necesita ir más allá de lo común, de lo habitual y de la costumbre, para así poder emprender el verdadero camino de la lucha, de la salida del régimen y de todos los actores que le han hecho daño al país.

Se requiere organización y gallardía, valentía y desobediencia, estrategia y elocuencia, inteligencia y defensa, unidad y firmeza, para poder pasar sobre la clase política de izquierda MUD-PSUV y tomar las riendas de la situación, para tomar las calles de manera indefinida y estar preparados para combatir la represión del régimen y el descrédito de sus cómplices, para estar dando la pelea, tener la fuerza y moral de solicitar ayuda internacional de oficio bajo términos evidentes y como pueblo, como verdadera oposición.

Es hora de pensar distinto y no aceptar lo común; de no apostar por las mismas vías que días, meses y años atrás solo han favorecido al régimen; es momento de decirle no a las elecciones presidenciales, de no legitimar al régimen, de no darle carácter legal ni investidura de demócrata. Es momento de ser ciudadanos y de recuperar todo aquello que se ha perdido, de arrebatarle el país a la izquierda, recuperar la democracia y refundar la república. Es momento ahora porque si no pasarán muchos años o quizá décadas para recuperar a Venezuela, y mientras más días pasen, más solos y débiles estaremos.


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