Años de lucha, de encuentros y desencuentros. El país cada día más destruido y el sector democrático desarticulado. Se ha hecho mucho, pero cada quien por separado. No ha habido de lo que muchos hablan y pocos construyen. En efecto, se predica la unidad, pero no ha sido posible construirla porque los principales promotores tienen agendas personalísimas y simulan apostar a la unidad siempre y cuando el centro de atracción gire alrededor de ellos. Me refiero a todos, juntos o separados. Imposible salir de este atolladero mientras el interés personal prime sobre el general.

Cuán difíciles son las relaciones personales y más aún si esas relaciones están seducidas por las ambiciones del poder. Hay quienes constantemente ven como enemigos a los que se supone están en el mismo equipo y por lo tanto deben desear lo mismo que ellos. Los señalan y tratan de anularlos. Hemos visto ese comportamiento en esta dura batalla contra el socialismo del siglo XXI.

Parece inexplicable, pero es así. Analizando tal situación concluyo que no luchan contra el sistema, sino que quieren llegar a ser parte de él. No existe intención de acabar con lo malo, sino desplazar a quienes lo hacen mal para ocupar su lugar y hacerlo hasta peor.

Venezuela ha sido víctima de liderazgos mediáticos. Se construye una matriz de opinión en torno a alguien o a algo, y por allí se preparan los discursos de apoyo a una persona o conductas que muchas veces entorpecen los cambios. ¿Qué nos pasa? No hemos sido capaces de emplear el sentido común. Cambiamos de opinión de acuerdo con las directrices del “líder” del momento. No hemos tenido una estrategia planificada. Por eso pienso que no ha habido sinceridad en la lucha. No se ha luchado contra el régimen sino para satisfacer las ideas y aspiraciones de individualidades o de determinados grupos. Los intereses colectivos no cuentan.

Dieciocho años de combates no han sido suficientes para darnos cuenta de que el egoísmo, las mezquindades, los pactos y las traiciones son los que nos han impedido avanzar. Entre el año pasado y este –que casi finaliza– se han desarrollado actividades que demuestran lo antes narrado. Desde el mismo instante de obtener la mayoría –mutilada– en la Asamblea Nacional se abrió el abanico de salidas, aunque nunca se promovió la asamblea nacional constituyente, sí se planteó enmendar la Constitución para recortar el periodo presidencial, después se transaron por un referéndum revocatorio que fue abortado; también se aprobó el abandono del cargo y recientemente, el 16J, se realizó un plebiscito que resultó incumplido, porque los cogollos lo cambiaron por unas elecciones fraudulentas y chucutas. En menos de un año quedó en evidencia que la agenda opositora está signada por la improvisación. Repito, no empleamos el sentido común y nos dejamos arrastrar por intereses distintos a los anhelos ciudadanos. Millones de venezolanos queremos desplazar este perverso régimen, y desgraciadamente los que aparecen como líderes no desean extirparlo sino ocupar los cargos de los perversos gobernantes. Quedaron al descubierto: persiguen la conquista individual y no la colectiva.

Enfermedad electoral

En los próximos días comenzará otra campaña electoral, nada diferente a la que acabamos de vivir. Las regionales sirvieron para humillar a candidatos, desalentar a los ciudadanos, pero también sirvieron para desenmascarar a los farsantes. Las encuestas no se equivocaron, los equivocados fueron los que pactaron esas elecciones con el tirano. Al final doña Tibisay anunció que de las 23 gobernaciones supuestamente se ganaron 5. Falso porque todas quedaron a merced del oficialismo, sometidas a la espuria constituyente. Lo mismo ocurrirá con las alcaldías.

Los candidatos “opositores” no luchan por el país sino por la tentación de alcanzar un cargo de elección popular. Ellos saben que no gobernarán, pero les seduce el hecho de ser llamados ahorita candidatos y si el régimen le da el visto bueno, después del 10D les dirán “señor alcalde”. No les importa la humillación a la que tendrán que someterse si resultaren favorecidos por el boletín del CNE. Tienen cantada su juramentación ante la asamblea nacional constituyente y sin embargo, sin el menor rubor, se lanzan a hacer campaña en ese sainete electoral con el absurdo argumento de no entregar tal o cual municipio al PSUV. ¡Por Dios!

La tarea es otra, que no es precisamente la de darle oxígeno al régimen sino de quitárselo. Candidato que se lance le está haciendo comparsa a la tiranía. Recuerden: la salida será democrática y constitucional, pero no electoral. Los malandros jamás aceptarán el escrutinio popular. Para salir del régimen tenemos que estar claros en eso. Es menester mostrar fuerzas para hacer respetar el sentimiento nacional. Basta de sometimiento. ¡Es con ustedes militares! Nuestros militares conocidos en la doctrina como la policía constitucional.

Candidatos patológicos

Ese comportamiento enfermizo de algunos individuos atraídos por la imaginación de colocarse la banda de alcalde obstaculiza el empuje que debemos tener contra la tiranía. Presentar candidatos en contiendas electorales después de todo lo que ha ocurrido deja de ser una torpeza para rayar en la enfermedad. Probablemente algunos candidatos son estimulados por el oficialismo para aparentar que estamos en un festín democrático y pretender desvirtuar el talante tiránico del régimen. ¿Cómo hablar de tiranía si hay elecciones? Y además, con la presencia de varios aspirantes para el mismo cargo. Otros no son estimulados directamente por el régimen, sino por la tentación que los seduce el regentar una alcaldía aunque sea de rodillas.

De todas maneras, creo que todavía hace falta el purgante de las elecciones municipales para desparasitar definitivamente ese estilo opositor que ha atornillado a los bárbaros rojos en el poder.

¿Volver a comenzar?

En este largo transitar nos hemos tropezado con muchísimos obstáculos. Todo esto esperemos que nos haya servido de aprendizaje. La enorme crisis en la que está envuelto el país no permitirá más ensayos. Llegó el momento de ver emerger a esa clase política que, aunque también tenga aspiraciones de llegar al poder, entiende muy bien que primero debe estar el país antes que sus ambiciones individuales. Quizá pueda resultar difícil entender que un político renuncie a la posibilidad de ser el protagonista para entregar el testigo a una idea sin importar la identidad de quien lleve la bandera, pero de eso se trata. Venezuela reclama de un objetivo y no de una individualidad. El objetivo es la libertad y la prosperidad. Basta de individualidades y cálculos grupales. O salimos del régimen o el régimen seguirá saliendo de nosotros.

Es la hora del desprendimiento y de amalgamar fuerzas para lograr ese objetivo que nos une de verdad. Los puentes hay que seguir tendiéndolos y asimismo proponernos derribar las murallas que nos han separado.

@pabloaure


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