En la segunda mitad del siglo pasado nos transformamos en un destino para el progreso. Miles de ciudadanos de distintas partes de mundo vieron en Venezuela su posibilidad para triunfar. De su suelo bendito brotaba la riqueza petrolera como ríos de prosperidad. Su economía se incrementó al son de una democracia que articuló su significativo desarrollo económico. En los círculos financieros se hablaba de ella como el epicentro de un cambio espectacular hasta estándares de desarrollo, que la catapultarían hasta el cenit de las naciones más prósperas. ¿Qué ocurrió?

La vorágine de posibilidades hizo que la corrupción jugara al ajedrez con sectores que fueron socavando las bases de la nación. Las últimas administraciones democráticas venezolanas se llenaron de vejámenes contra la honorabilidad nacional. Fuimos víctimas de un proceso lento de quiebre y desasosiego. En medio de cierta decepción apareció, en una noche, el gendarme necesario. El mismo discurso arrasador del siglo XIX, esta vez revestido con la aureola del descontento en los cuarteles. Eran soldados profundamente enfermos de maldad, casi todos marcados por ser últimos en sus promociones castrenses, encontraron vocería en un oscuro personaje acostumbrado a crear escándalos.

Hugo Chávez se transformó en el líder de los encapuchados militares, asimismo de dirigentes estudiantiles acostumbrados a saquear negocios y extorsionar en nombre de la revolución. Sus ideas fueron las bombas molotov. Su agresividad siempre fue el resultado de un profundo rencor en contra de la sociedad democrática venezolana. Su maldad ilimitada hizo de ellos una jauría. Jamás tuvieron un gesto de bondad con el adversario. Su cuna fue la venganza y esa lactancia con sangre los llevó a conducirse en carros de fuego del infierno.

Un buen día estos sombríos personajes se hicieron del gobierno. Frente a ellos estaban las arcas de una nación profundamente rica. El asalto lo hicieron de manera violenta e inmediata. Los inmensos recursos nacionales fueron el perfecto botín para unos depredadores del erario público. Aquellos voraces individuos sin escrúpulos se vistieron de poder. La humilde procedencia quedó desguarnecida en el camino y ahora eran aviesos potentados que arrasaban con los recursos bajo el sagrado blindaje de la revolución.

Como el agua entre las manos, el gran porvenir venezolano se esfumó irremediablemente. Un liderazgo intergaláctico que nos llevó hasta el abismo.

Mientras Hugo Chávez embriagaba al pueblo con su veneno, los enormes recursos nacionales fueron a parar al bolsillo de su corte de pillos. Todo ese mecanismo perverso contribuyó a postrar a Venezuela, haciéndola una expresión de profundo fracaso. Una república extraviada y vulgarmente saqueada por energúmenos de un pensamiento anclado en el error.

Es increíble que una nación con enormes probabilidades esté sacudida por el hambre. Ahora miles de sus habitantes hurgan en la basura como expresión de la crisis. Curiosamente hace algunas décadas vivíamos en la esplendidez, en cualquier casa venezolana existían las condiciones mínimas para vivir con dignidad. La patria fue un faro que iluminó las ilusiones de crecimiento de cada sector.

Los vientos revolucionarios convocaron estos truenos. Una Venezuela arruinada es exhibida en las cristalerías de la pena; su enorme futuro fue secuestrado por una turba de seres recalcitrantes que solo responden al secuestro de la institucional. Vivimos en una enorme cárcel existencial; la voluntad popular sometida al escarnio que nació cuando el chavismo se propuso destruirnos…

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!