Como ingeniero que inicialmente se desarrolló en el campo de la construcción, comprobé con el paso de los años, que malos proyectos, con malos planos, conducen inevitablemente a defectuosas obras. Así son los malos mapas mentales de los malos gobernantes, que llegan a ser casi siempre de gran peligro a la hora de superar una grave o amenazadora realidad.

Por vocación de servicio, y curiosidad de aprender, dediqué buenas horas de mi vida a realizar cuanto curso de posgrado se me presentara, a la par de desarrollarme como modesto empresario independiente en proyectos prácticos. 

Asumí cada oportunidad de crecer, no solo intelectualmente sino además como ser humano, gracias a que tuve la bendición de ser discípulo de grandes maestros, no solo en el campo de la Ingeniería sino en el desarrollo de proyectos, su gerencia y consecución en políticas públicas de infraestructuras y servicios públicos con asociaciones público-privadas.

La relación anterior la he contado usualmente en honor a mis profesores de la UCV, del Instituto de Estudios Superiores de Administración, de la Universidad Simón Bolívar, así como de los estudios internacionales, doctorales e investigaciones posdoctorales, que he desarrollado en Europa y Estados Unidos. De todo ello he reflexionado que nunca nada tuvo mayor influencia en mi base de formación como ser humano que los años de educación preescolar, primaria y secundaria que realicé en la “Unidad Escolar Gran Colombia” de Caracas.

Los presidentes de América, pienso por lo anteriormente comentado, deben reflexionar sobre la urgente necesidad de asumir una mejor educación primaria y secundaria, y en cada país, para la integración de nuestras naciones como la clave del futuro que ya nos arrolla, pues es de vital importancia un proyecto, con sus planos y mapas mentales adecuados para poder andar el proceso de reedificación de mejores y más eficaces democracias en el continente.

En un artículo, de esta mi columna semanal, en este mismo diario (“América en la encrucijada”, Opinión El Nacional, Luis González Del Castillo, 10 abril 2015)  escribí con ocasión de la Cumbre de Presidentes de la región, que se establecía la urgente necesidad de un nuevo modo de relacionarnos dentro de la región Americana.  

Ahora dentro del nuevo mapa regional de presidentes elegidos, y la realidad de corrupción combinada con la pérdida de sentido de trascendencia en el accionar político de ciertos partidos y sus miembros, México y Brasil, al completar el cuadro político inmediato, deben asumir la defensa de la democracia y los derechos humanos del continente, y esto debería ser compartido con gran fuerza respecto de la necesidad del advenimiento de una nueva era política, incluso mundial. Ello se deriva del reclamo migratorio de las naciones que requieren acceder a oportunidades para el trabajo remunerado acorde con los requerimientos de la alimentación, la atención médica y la educación; todo ello junto con la acción de protección de la seguridad ciudadana por parte del Estado.

Debemos desarrollar una nueva estrategia de cooperación internacional en América. Llegó la hora para que abordemos juntos, con la administración de la Casa Blanca, las mutuas preocupaciones y aprensiones que existen respecto de América Latina. Sin duda, junto con la gran nación del norte de América, existe actualmente una posibilidad de alianza para encontrar y aplicar soluciones. Debemos hacer que nos entiendan en relación con que su seguridad interna depende de un mayor progreso y estabilidad socioeconómica compartida en toda la región.

Toda nación tiene el derecho de protegerse de los enemigos que la puedan acechar. Atender el grito de alerta del problema migratorio de sus vecinos es la actitud aliada inteligente. El camino por donde debemos transitar para resolver esta álgida problemática y otras, como el narcotráfico e incluso el terrorismo, pasan por contar con fuertes lazos de unión con los aliados mundiales con que se puede contar. 

En Latinoamérica podría estar la clave de la redefinición de un nuevo orden mundial a ser abordado mediante la construcción inicial de una nueva realidad de una América unida. Una cada vez más estrecha cooperación internacional será, sin duda pensamos, una necesidad sine qua non para que cada país pueda, por sí mismo, progresar con estabilidad y seguridad propias.

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