“El rasgo distintivo del poder es que algunos hombres pueden más o menos enteramente determinar la conducta de otros hombres, pero jamás de manera exhaustiva o coercitiva. Un hombre encadenado y caído está sometido por la fuerza que sobre él se ejerce, pero no lo está por el poder” Michel Foucault

Hace unas semanas viajé a Miami para atender asuntos familiares y fui contactado para participar de un muy seguido programa de entrevistas televisivas. Coincidimos venezolanos y nicaragüenses en dos tiempos y se conversó sobre la actualidad de allá y acá.

Quiero sin embargo resaltar que insistí y contrarié al hacerlo a los hermanos nicas sobre la naturaleza del fenómeno que nos tocaba compartir, siendo que, en medio de la aguda lucha de calle que se escenificaba en Managua y otras ciudades, esperaban ellos un rápido desenlace confiando además en una esperada reacción de la Fuerza Armada Nacional. Les hice notar que no era ese el panorama que yo vislumbraba partiendo de una afirmación inicial, ese órgano no se involucraría y de hacerlo lo haría a favor de Ortega y la doña que le acompaña.

Siete semanas han transcurrido desde aquel evento y hemos sido testigos de una auténtica masacre de varios centenares de patriotas nicaragüenses a manos, como aquí, por cierto, de la policía, los cuerpos de seguridad y los paramilitares del gobierno. La Fuerza Armada Nacional ha permitido, por decir lo menos, la matanza y ha dejado hacer al genocida. Ha habido muchos más muertos allá que aquí inclusive, pero, como les anticipé, nada han hecho para defender a su pueblo, a sus jóvenes, a sus universitarios, a sus pobres.

Allá como aquí, el sostén del régimen está en los militares que se plegan al alto gobierno sin mayores vacilaciones. Cogobernarán como aquí y de allí a cortar la yugular de la revuelta es cuestión de poco tiempo, o así parece.

En Venezuela el difunto echó a andar una práctica aprendida en la lectura de Ceresole para armar su andadura de caudillo y también presidente, pero caudillo, primero que nada. A los uniformados y compañeros de armas los alienó y enajenó, compró sistemáticamente su adhesión y les asoció al mayor desfalco, asalto, atraco de sus finanzas públicas. Al pueblo le dio no tanto como le quitó al país, pero los sedujo y amarró. Empero, no titubeo cuando digo que no hubo una experiencia de depredación y corrupción en la historia del mundo como la venezolana.

Ahora solo cabe preguntarse si hay o no salida para esta calamitosa adversidad, porque se trata de sufrir a diario, las acciones de resentidos e incompetentes sostenidos por la soldadesca irracional. Esta desgracia asemeja a un naufragio en curso, a una hecatombe que se extiende en el tiempo para socavar a la nación y preciso a la nación, porque la patria se haya ya postrada, desvencijada, arruinada, desfigurada, agónica.

Estos facinerosos se postulan para la eternidad, se imaginan inmarcesibles, seguros de sus fortalezas y de las debilidades del prójimo sojuzgado y privado de sus elementales dignidades. El fracaso consecuente con sus carencias epistemológicas contrasta con la dimensión de una animosa mediocridad. Se creen para siempre.

Pero no es así. Los pueblos tienen sus momentos en la historia de vergüenza y de gloria. Lo importante, sin embargo, es la fe que en ellos mismos puedan tener. Recuerdo a Polonia y a Checoslovaquia pisoteados, derrumbados, ocupados por las tropas rusas y sus propios ejércitos, sus dirigentes perseguidos y barriendo las calles, difamados por el régimen e ignorados por sus compatriotas y correligionarios pero, apostaron cada uno de esos países a sus fuerzas interiores y superaron sus dudas y su eclipse para resurgir y vivificarse.

Cuba no ha podido y sigue inmersa en una profunda depresión que la alcanza en todas y cada una de las áreas de su piel y de su alma, de su economía, cultura; si bien avanzó en educación, deportes y salud, lo hizo a cambio de pobreza y despersonalización, a costa de separar las familias y de secar el espíritu ciudadano. Lo poco que tienen lo reciben, perdiendo al mismo tiempo su libertad y dignidad.

Resistirlos es la consigna. Sobrevivir a la maldad y a la envidia que los envuelve, desconociendo a la persona humana y ciudadana. ¡Venezuela y Nicaragua están en vilo, veremos si son capaces de sobreponerse o dejar de ser y caer definitivamente en la tristeza cubana…! ¡De eso se trata!

@nchittylaroche

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