Hace poco más de tres semanas conocimos ciertos avances sobre la nueva Constitución que prepara el gobierno de Venezuela. Por supuesto, la nueva carta magna pone un clavo más en el ataúd de un país que está sumido en el extremo opuesto a la libertad.

Hojeando el borrador de la nueva Constitución, encontramos medidas que fácilmente podrían estar inspiradas en el stalinismo, como la siguiente: “El venezolano que realice gestiones ante cualquier Estado u organismo internacional, dirigidas a la intervención de Venezuela por un país o Estado extranjero” tendrá una pena de entre 20 y 30 años de cárcel. Es decir, que cualquiera de las útiles acciones que llevan a cabo venezolanos para desenmascarar y sancionar al régimen mediante organismos como la ONU o la Unión Europea se convertiría en un delito grave. También nos encontramos un significativo cambio de nombre en la propiedad privada (si es que eso, a efectos prácticos, sigue existiendo en Venezuela), que a partir de ahora será propiedad “particular”.

La Constitución que parece, como he señalado antes, inspirarse en el totalitarismo soviético, incluye palabras como “socialismo” y “poder popular”.

Seamos sinceros, ¿Creía alguien que esto no iba a suceder? ¿Que no intentarían acaparar más y más poder? Cualquier país necesita unas leyes y una Constitución que limiten el poder político. Sin límites a ese poder no hay garantía de seguridad para los ciudadanos. Ya lo advirtió Jefferson con su célebre frase: “Cuando el pueblo teme al gobierno, hay tiranía. Cuando el gobierno teme al pueblo, hay libertad”. Fue precisamente el ex presidente estadounidense, junto con los demás padres fundadores de Estados Unidos, quien redactó una de las mejores constituciones del mundo y su legado sigue vigente hoy día.

La primera enmienda de la Constitución estadounidense prohíbe al Congreso, tenga un partido los votos que tenga, hacer leyes para limitar la libertad de expresión, atacar la libertad religiosa, la libertad de prensa, entres otros supuestos. La segunda enmienda reconoce la necesidad de garantizar la libertad del país y, en consecuencia, garantiza el derecho de portar armas. Todas estas enmiendas protegen al ciudadano de una manera no paternalista. Limitan el poder del Estado, y es precisamente eso lo que ha permitido que su Constitución siga sin cambios después de más de 200 años. A pesar de su evidente éxito, en Estados Unidos están surgiendo movimientos que proponen modificar la Constitución, sobre todo, en cuanto a las armas se refiere. Es responsabilidad de los políticos estadounidenses, sea cual sea su partido, defender la que probablemente sea el mejor ejemplo de Constitución para el mundo, así como es responsabilidad de la oposición venezolana luchar contra esta amenaza que representa el más feroz ataque al mundo libre.

Cuando Venezuela salga del caos en el que está sumido, debería tomar como ejemplo a países como Estados Unidos que han hecho todo lo contrario que las tristemente famosas naciones comunistas de América Latina. Es la libertad lo que le ha permitido llegar a la prosperidad de la que hoy disfruta. Para tener un alto nivel de vida, los ciudadanos deben disfrutar de un marco legal que les permita llevar a cabo su proyecto de vida sin perjudicar a otros. No conoceríamos a Estados Unidos tal y como es hoy si hubiera redactado una carta magna socialdemócrata o directamente socialista como la de Venezuela. Me gustaría que en el futuro se dijera lo mismo de esta nación.


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