Para el momento de escribir estas líneas no conozco el resultado de la reunión especial del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre el caso de Venezuela. La convocatoria fue a petición del gobierno norteamericano sustentada por nuestro vecindario. Una clara demostración de la preocupación creciente que en el mundo existe con relación a la dictadura criolla, a los factores que la alimentan y a las consecuencias extraterritoriales de cuanto sucede.

En el continente y el mundo quienes antes creían que exagerábamos, hoy piensan que nos estamos quedando cortos para liberarnos de la tiranía. Nadie duda de la presencia protagónica de militares y civiles cubanos en la dirección del proceso. Tampoco de las características comprobadas de las actuaciones del narcotráfico y de los tan conocidos como denunciados tentáculos que operan en los más altos niveles del régimen. Además del problema internacional que generan, están los internos. El crecimiento del consumo de drogas ilegales y la multiplicación del microtráfico gracias a “colectivos” específicos, es decir, pandillas que luchan por territorio y clientelas cautivas que llevan hasta a feroces enfrentamientos entre ellos. El temor ante las represalias genera un silencio cómplice que está a la vista de propios y extraños.

A lo señalado podemos agregar el terrorismo de Estado y las vinculaciones con estructuras internacionales que operan en el mundo entero, pero con protección encubierta de importantes cuadros gubernamentales. Algo parecido a lo que sucedía y sucede con la guerrilla y paramilitares colombianos con claros matices diferenciales.

Todo lo demás está sobrediagnosticado. Lo sufrimos a diario en salud, educación, seguridad de las personas y de los bienes, en lo laboral y social. A diario sentimos la restricción a la libertad de expresión y comunicación, las sanciones a medios y las amenazas selectivas a los pocos que aún conservan independencia y a sus anunciantes.

Pues bien, nada de cuanto ocurre es por casualidad, ineficiencia o por la bruta ignorancia de los cabecillas. Esto puede ser relativamente cierto, pero la verdad es que se trata de un programa totalmente ideologizado. Podemos llamarlo comunista o socialista de los siglos XX o XXI, es lo mismo: el control de todo y de todos. Para ellos Venezuela debe ser el punto central que sustituye o complementa a la Cuba castrista que progresivamente desaparece. Una verdadera amenaza para los vecinos, para Estados Unidos, Europa y el mundo libre.

Es demasiado triste y penosa la migración millonaria de compatriotas. Pero no podemos resignarnos pasivamente. Hay que reactivar la mecha de la liberación nacional y unir esfuerzos internos y externos para devolver la dignidad y el orgullo de ser venezolanos a los que están fuera y a quienes estamos en este maltratado suelo.

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