El ensayo Venezuela: identidad y ruptura de Ángel Bernardo Viso, publicado en el año 1982, es una obra de necesaria lectura para comprender temas fundamentales sobre el fondo de la tragedia venezolana: el resentimiento, el militarismo y el síndrome de buscar culpables externos de nuestros errores y nuestras desgracias. Seguramente su lectura ayuda a reivindicar la figura del héroe civil, puesto en un segundo plano en los estudios de historia elaborados desde el siglo XIX.

Las reflexiones de Viso dialogan, en algunos aspectos, con las obras de Laureano Vallenilla Lanz: Disgregación e integración y Cesarismo democrático. El héroe militar está por encima de los próceres civiles. Vallenilla “sostuvo con argumentos irrefutables el carácter civil de nuestra guerra de Independencia” (p. 45); pese a ello lo que predomina es lo militar.

La obra de Viso es un ensayo histórico-político que se caracteriza por su valentía y originalidad. Su tesis se centra en señalar que el proceso de independencia fue prematuro y traumático porque se quiso borrar lo que la cultura española había aportado en la formación del espíritu del venezolano. Las instituciones españolas –enseña Viso- no estaban suficientemente consolidadas cuando se inició la independencia y los líderes se precipitaron a negar lo español y promover el odio contra ellos; el Decreto de Guerra a Muerte es un ejemplo de lo que afirma el autor.

Borrar la época del dominio español de nuestro país, es decir, lo que se había hecho, para bien o para mal, durante trescientos años generó un resentimiento que ha afectado muchas decisiones políticas a lo largo de nuestra historia. Porque fue durante el período colonial cuando se formó la identidad del venezolano. Con la independencia se produce una ruptura con el pasado histórico y así se repotencia dicho resentimiento, del cual Viso nos invita a liberarnos. Tal vez esto explica lo que ocurrió con la estatua de Colón y su sustitución por la de Guaicaipuro.

El autor se atreve a proclamar la necesidad de rescatar “el pasado colonial, que es el segmento más extenso y probablemente decisivo de la historia venezolana”. Se trata de una afirmación libre de complejos que merece serena reflexión. Más allá de que esta opinión sea acertada o no, lo cierto es que ella puede encontrar apoyo en la xenofobia que se ha visto florecer.

Luego de la guerra de Independencia vino el culto a Bolívar y la imagen del héroe a caballo domina simbólicamente la psique colectiva. De inmediato se impuso el poder militar sobre el civil y se establecieron sucesivamente gobiernos militares que se caracterizaron por el nepotismo y la arbitrariedad: “En un movimiento de contrapunto -afirma Viso-, fuimos gobernados por déspotas (o calificados de tales), muchos de los cuales se consideraban gendarmes necesarios en un mundo de anarquía”.

Sobre la base de las reflexiones de Ángel Bernardo Viso, quien falleció recientemente, se puede advertir que la guerra de Independencia dejó al sector civil sometido a los militares. José María Vargas es un buen ejemplo de ello. Es conocido el episodio entre el doctor Vargas y Pedro Carujo, cuando este último se dirigió a detener al presidente y le dijo: “Doctor Vargas, el mundo es de los valientes”; a lo que Vargas contestó: “El mundo es del hombre justo”. Esta agresión del poder militar al poder civil parece no detenerse.

El ensayo de Ángel Bernardo Viso permite entender mejor la manipulación de pretender negar los aportes de la cultura española a la nuestra, así como los méritos de los gobiernos civiles que van de 1958 a 1999. Venezuela necesita liberarse de estos resentimientos y de estos prejuicios.


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