Funcionó a favor de la venedemocracia por mediano lapso a pesar de las continuas advertencias de Rómulo Betancourt antes, durante y luego de su presidencia. Lector empecinado, su primer contacto con la ideología marxista le facilitó una rápida captación del espionaje político, subsuelo donde convive con la delincuencia organizada presente con diversa eficacia en tantos sistemas y gobiernos, pero es el básico soporte funcional, casi perfecto, de los regímenes autoritarios. Por eso su primer coaligado gabinete de curtidos militantes clandestinos y exiliados en la dictadura perezjimenista derrotó intentos golpistas de cuartel y guerrillas que reviven por ciclos con otras etiquetas.

La literatura universal se nutre de múltiples recursos para registrar esos detalles que prohíben los acosos, miedos, censuras y conveniencias en cada ocasión. La lista es interminable, muy anterior a la narrativa erótico-bélica sobre tiranías y reinos en Las mil y una noches o el bíblico Libro de Esther pasando por la Ilíada, los “caballos de Troya” son héroes favoritos en la tradición del género policial. Ubicados en contextos sociopolíticos distintos y distantes, vale revisar por encima dos recientes textos de esa temática que por igual se proyectan y atañen a la actualidad venezolana.

Falcó (Alfaguara, 2018) libro 23 de Arturo Pérez-Reverte, reconocido escritor español, periodista, ex corresponsal de guerras, novelista maestro en el arte del narrar lento, moroso y sarcástico las minucias aparentes que forjan tramas de suspenso por intrigas fuera, entre y dentro de los poderes políticos. Aquí retrata con lupa la guerra civil española en su laberinto subterráneo nada épico, centrado en un doble agente profesional cuya óptica de cabeza fría permite conocer de ambas facciones sus servicios de inteligencia, organismos de espías y contraespías en sus faenas de sabotaje, milicias paramilitares, verdugos expertos en papel de inocentes enlaces y contactos, “lobos en la sombra” de botas lustrosas y condecoraciones junto a elegantes delatores adictos al sexo automático que mucho sirve a su oficio. Un catálogo de trucos presentes en todo poder que busque protegerse o perpetuarse y depende del buen sapear, verbo elocuente de la jerga venezolana.

Dos espías en Caracas (Random House, 2019) libro 12 de Moisés Naím, importante politicólogo venezolano, ensayista, comunicador en prensa escrita y audiovisual. Se vale de su agudeza crítica, amplia cultura, hondo conocimiento de la contemporánea historia ideológica mundial para recontar con el ritmo rápido de un thriller esta crónica de rigor documental novelizado el origen y desarrollo del militarizado proceso castrocomunista siglo XXI, aquí sobre el eje biográfico de su procónsul venezolano, Hugo Chávez.

De diferente calibre formal, ambas coinciden por entrelíneas de ficción en que todo régimen y sistema político que busca sobrevivir construye un paralelo Estado secreto del más exigente profesionalismo en tareas de investigación y su montaje teatral. Rusia y sus satélites desde siempre hasta hoy con su tenaz propaganda es campeona del espionaje totalitario disfrazado de pacifismo, zorros en papel de abuelitas que se tragan a inocentes criaturas mientras declaman por diálogos, elecciones limpias y respeto al pueblo, condiciones inexistentes en su nación y sucursales.

En su segunda mitad, la venedemocracia falló al descuidar esa piedra basal y, por lo visto el pasado 30 de abril, la opositora Operación Libertad, inexperta y sin dinero para implementar esta plataforma, repitió el error. Es mayormente una joven generación limpia, sacrificada, ingenua y valiente que fue infiltrada por traidores de ambos bandos. Su firme proceder “naive” luce que despistó a las experimentadas CIA, FBI y a la Casa Blanca en urgencia por sus conflictos internos y externos en un Estados Unidos que menospreció por décadas su “patio trasero” mientras era invadido por el neosovietismo desde Cuba, ejemplo inmediato del fenómeno global que en 1979 el pensador-poeta mexicano Octavio Paz tituló El ogro filantrópico.

Improvisar es vital en jazz y ciertos monólogos de comedia, pero en política es fatal. Planificar estrategias desde el poder y la disidencia implica desconfiar hasta de su propia sombra, servirse de expertos confiables. Así lo cuenta la anciana y sabia literatura detectivesca que deleita y enseña desde el abecé de los tiempos.

Ya mismo el equipo transicional de mi presidente Juan Guaidó tiene esa difícil tarea defensiva que al inicio requiere de asesores internacionales y demócratas comprobados, no sea que el despertar negociador de “La Bella Durmiente” de nuevo sea frente al mismo rojo monstruo carnívoro disfrazado, por ahora, de príncipe azul.

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*Con esta nota marco medio siglo en esta página con breves interrupciones.
El Nacional ha sido mi segunda universidad. Gracias.


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