Segurito que los practicantes de las religiones vegetarianas y veganas me van a matar… ¡Pero ya! Es hora de decir la verdad. Es lógico y quizás bueno que la gente coma sano y sabroso, pero es pavosísimo hacer de eso una religión fanática y convertirse en una especie de pastor inquisidor del pecado de comer lo que nos venga en gana.

Qué bueno sería que esos pastores fanáticos prediquen a sus rebaños su aburrida vida sana, pero permitiendo que la humanidad ingiera rebaños de cabezas de ganado, aves y cardúmenes de peces.

Cada vez que me encuentro con uno de esos seres extraños que por motivos insólitos no come carne, inmediatamente desconfío de él. Hablemos claro: un ser a quien no le gusta un buen churrasco a la brasa podría ser muy peligroso.

Imposible que una fastidiosa hoja verde de lechuga resulte más sabrosa que una impúdica chuleta de cochino gorda con grasita tostadita, acompañada por un chorizo catire y una voluptuosa morcilla negra y brillante.

Si los religiosos vegetarianos te ven con un plato de chinchurria o un mondongo espeso, no dejan de criticar:

—Chamo, disculpa, pero, ¿sabes que estás comiendo cadáveres?

—¡Clarooo…!, pero es que vivos no son sabrosos.

Mientras ellos beben batidos horribles con avena, cebolla, rábano, pepino, melaza, afrecho, concha’e limón, concha’e piña dizque para purificar, critican que uno tome tragos de whisky, vino o cerveza. Dicen que enfermaremos del hígado. Además, algunos hacen comentarios escatológicos al respecto:

—Con este batido hago pupú lindo.

—¡Guácala…!

Con lo difícil y casi imposible que se ha vuelto conseguir comida en Venezuela, casi todo el mundo es vegetariano obligado.

Para colmo, está de moda otra religión alimentaria: el veganismo. Los veganos son más ladilla que los otros. No comen ni huevos ni leche ni queso ni miel (los venezolanos somos veganos pero obligados).

Nadie quiere invitarlos a fiestas ni a reuniones porque se presentan con su fastidiosa comida en una bolsita. Mientras todo el mundo disfruta, ellos sacan su vaina rara y tratan de convencer a los demás de que todos comemos veneno, menos ellos.

En fin, queridos lectores, incluyendo a los raros, la vida es corta y difícil. Así que déjense de pendejadas, coman y beban todo lo que puedan. Recuerden que el alcohol no soluciona los problemas, pero la leche tampoco.

Piensen: como están las cosas en Venezuela, es mejor que te mate Johnnie Walker y Oscar Mayer que un malandro.


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