El Nacional reseña que el CNE, acatando órdenes de la anc, decidió que los venideros 27 y 28 se realizará –repitiéndola– la validación de los partidos políticos inhabilitados ad hoc. Es decir, AD, PJ y VP (con gríngolas) acudirán mansamente a las “horcas caudinas” implementadas por el totalitarismo. No era necesario que el anuncio se produjera de manera oficial. Ya lo había aceptado paladinamente uno de sus voceros oficiales –jugando su sempiterna posición adelantada– de AD. ¡Están desesperados! En parte, por la cándida candidatura presidencial de Fermín. De igual forma, por la tácita, suficientemente conocida, de UNT. La carencia de tarjeta propia tiene desestabilizado y en ascuas el ánimo del secretario general. Padecimiento parecido lo tienen PJ y VP por carecer de la preciada tarjeta (increíblemente parecida a la llamada “tarjeta de la patria”). Se trata, obviamente, del “salvoconducto” propiciador de espacios públicos remunerados. En el primero, para escoger al candidato. Divididos en esta ocasión –por la perenne aspiración del aspirante vitalicio– ahora contrastado en su eterno sueño por los anhelos inocultables de Borges y Guanipa. VP, por su parte, para oficializar la candidatura del domiciliado coercitivamente en su propia residencia. Llama la atención el hecho de que los partidos que manejan férreamente la Asamblea Nacional se han subordinado tácitamente y de hecho al fuero de la llamada anc. También se produjo la enésima reincorporación de uno de los diputados defenestrados por la Sala Electoral del TSJ y por la propia AN en 2016; actuando en una especie de “autosuicidio” colectivo… ¡Frágil memoria!

Este primer escalón, dentro de la estrategia diáfanamente definida por Maduro –quien paladinamente afirma no creer ni en golpes, ni en insurrecciones; quien paradójicamente tampoco cree en sí mismo– ha hecho eco en estos tres partidos opositores; quienes no han ocultado –ni ocultan– la aspiración irreductible de que un militante suyo sea el contendor del totalitarismo en el sainete electoral que será puesto en escena (hipótesis nada desdeñable) en los próximos meses. Por todo ello –integrante de este infame combo–, se encuentra pautado el inminente acuerdo a ser prontamente parido en la negociación política y diálogo establecido en Santo Domingo. El mismo será dibujado con pincel celestinesco que, eventualmente, otorgaría diversas concesiones parecidas a los premios de consolación. Algo así como el retiro de las sanciones penales-administrativas recaídas en las personas de Capriles y López respectivamente. Haciendo viable, de esta manera, la consolidación asegurada de sus respectivas aspiraciones que privan a todo evento por sobre todas las cosas. Además del adelanto arbitrario, aunque cómodo y apresurado por conveniencia oficialista (secreto a voces) de las elecciones presidenciales en el primer semestre de este año. La cuadratura del círculo sería cimentada “democráticamente” mediante elecciones primarias para escoger al candidato opositor. El inaudito ¡“supositorio de pólvora”! inoculado por Maduro y casi aceptado por opositores complacientes para acelerar el dañino proceso de distracción y de maniobra de la peor calaña con la intención de garantizar el continuismo madurista. Este se encuentra en pleno desarrollo.

El acuerdo de marras sería inobjetable si viviéramos en plena democracia. Fundamentada constitucionalmente por un republicanismo legítimo e idóneo. ¡Pero no es así! La ausencia de la voluntad oficialista de permitir la reestructuración total del CNE, y garantizar de esta manera su plena independencia como poder público genuinamente autónomo, es pública y notoria. De igual modo la ratificación guapetona e inmodificable de los magistrados de las salas Constitucional, Electoral y Penal del TSJ, no indica otra cosa que el totalitarismo se encuentra blindado a plenitud con la notable intención de precaver –con dolo incluido– todos los desencuentros naturales y probables en este tipo de procesos. Actúan como genuinos pillos, con plena conciencia, dentro de la ostensible ilegitimidad e ilegalidad que adornan los poderes públicos venezolanos.

Este cínico esquema sirve de fundamento –hay que repetirlo– para la consolidación definitiva de la estrategia gubernamental. Conceder algunas pequeñas cosas (descritas anteriormente) a los partidos opositores conocidos para que la suerte de la República se decida en un proceso electoral amañado y turbio desde un principio; sin visos ciertos de que en definitiva –inexorablemente así será– se acate la voluntad popular de los venezolanos para decidir su destino. Expresada en elecciones pulcras, sin los vicios ni máculas recurrentes; avaladas por una verdadera autoridad electoral competente –en unión con los órganos jurisdiccionales adecuados– que garanticen sin distorsión alguna las resultas del proceso electoral.

Si las pretensiones establecidas fríamente en este infame pacto antinatura se consolidan, obviando lo sustantivo, planteando una difusa expectativa asentada por la incierta solución pacífica, prolongando irresponsablemente la crisis. En estos escabrosos términos, la única consecuencia previsible será la de volver a empezar el periplo –con los argumentos conocidos– de denunciar el fraude. La respuesta oficial, como ya lo hemos reiterado, será nuevamente previsible. Se forjará de manera contundente a través de los actuales poderes públicos, apuntalados por las insaciables bayonetas de indignos milicos guisadores de canonjías y prebendas… ¿Quieres que te cuente el cuento del gallo pelón?

La perseverancia acelerada de saqueos variopintos indiscriminados en todo el país. La tragedia sin parangón ocasionada por la nueva modalidad de diáspora venezolana acaecida hace pocos días con motivo al naufragio de “balseros” de nuevo cuño –en época de viajes espaciales– en aguas curazoleñas. Emanada por el aumento ya cotidiano de víctimas producto del uso indiscriminado de la violencia ejercida en contra de venezolanos que huyen de su país vía marítima, aérea y terrestre, por Colombia y Brasil. El incremento de la prostitución como ejercicio profesional ejercido por connacionales (“putas y putos”) de manera cosmopolita en muchos países. Hasta ahora no nos habíamos distinguido con la exportación masiva (con marca “Norven” incluida, ¿recuerdan?) de este vetusto e indigno tipo de industria y de trabajo, indudablemente bien remunerado. Tampoco habíamos padecido ni en la guerra de independencia, ni en la guerra larga, ni bajo las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez una peregrinación de índole masiva similar. Por todo ello se debe recurrir e incentivar a la conciencia nacional para solucionar orgánicamente –de manera proactiva–, de una vez por todas, la crisis nacional. No constituye un simple juego retórico de palabras afirmar que la patria se encuentra a punto de perecer a causa de la casi indetenible implosión. No se trata, pues, de un problema a ser resuelto mediante enjundiosos estudios exclusivamente académicos, emprendidos en salones cómodos, con aire acondicionado y con exquisitos refrigerios, por parte de constitucionalistas, economistas, sociólogos, politólogos y antropólogos. Ni tan siquiera exclusivamente de políticos, y, mucho menos, de politicastros. ¡La validación! de la dictadura totalitaria está en pleno progreso y perfeccionamiento. Se trata entonces, simplemente, de conciliar con hechos precisos y sin eufemismos, la irrenunciable voluntad patriota de todos los conciudadanos de buena voluntad para no permitir resueltamente –por razones de elemental supervivencia– la disolución ignominiosa y anárquica de la nación, de la república y del Estado.

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