La sindéresis se ha impuesto en la consciencia ciudadana de manera inobjetable. Ha dictado cátedra de Moral y Cívica, vetusta materia que se estudiaba en bachillerato hace mucho tiempo. Las jornadas cívicas vividas en Venezuela los días 19 y 20 de abril han demostrado a cabalidad que las acciones políticas concretas derivadas de efectivas tácticas diseñadas para lograr pronto los objetivos estratégicos conocidos y compartidos por la ciudadanía en general, producto de análisis políticos coherentes y ejemplarizantes –anudados con la decisión y el coraje que han caracterizado tradicionalmente al gentilicio nacional– porque interpretan a cabalidad los sentimientos mayoritarios sustentados por los compatriotas, señala la ruta expedita para el restablecimiento constitucional, como un todo, del Estado y la finalización del nefasto totalitarismo vigente.

La satisfacción por el triunfo inicial de las jornadas solo ha sido mediatizada por el luto derivado de la generosa sangre joven derramada criminalmente por la bestial onda represiva indiscriminada ordenada por el presidente de la República y por los dos ministros (milicos activos) que portan de manera indecorosa el uniforme de la FANB, otrora cuerpo generador de libertades. Los “dos ligaditos”: el ministro de la defensa es quien ordena a la Guardia Nacional Bolivariana las agresiones conocidas, e irresponsablemente deja como un indecoroso chantaje en ciernes –anunciando “turno al bate” – a los integrantes de las llamadas milicias, porque sabe con certeza lo que se avecina y quiere apagar el fuego con gasolina. Por otra parte, el ministro del interior ordena a los cuerpos policiales bajo su comando el sangriento escarmiento acostumbrado. Ambos oficiales cohonestan la acción criminal desarrollada por los únicos paramilitares que existen en nuestro país, los llamados eufemísticamente “colectivos”, que actúan con absoluta impunidad bajo el alcahuete manto protector uniformado.

Los venezolanos hemos comenzado otra vez –luego de los flujos y reflujos históricos– a practicar la gozosa audacia de vencer al miedo. En otras oportunidades nos hemos referido a que he participado –desde niño– en casi todas las manifestaciones populares surgidas contra los gobiernos de turno desde enero de 1958. No había visto una manifestación masiva contra un gobierno –pese a todas las amenazas y experiencias conocidas– de las magnitudes como las vividas el miércoles 19 de abril y el jueves 20. Ni siquiera las acciones de calle subversivas en los días previos al 23 de enero. Tampoco en los tiempos de la guerra insurreccional emprendida contra los regímenes democráticos de Betancourt y Leoni, que gozaban también de innegable respaldo popular. Es más, debo señalar y resaltar con plena admiración ciudadana algunos gestos individuales (significativos de incuestionable “reciedumbre”), de ciudadanos haciendo uso de cabal fortaleza y valentía en contra de la barbarie uniformada. Una matrona –de la llamada “tercera edad” – se enfrentó resueltamente a la canalla representada por un carro blindado de la GNB que le impidió el tránsito represor. La señora, cuyo rostro apenas pudo verse en las gráficas tomadas, cubierta por la bandera nacional que hacía hermoso contraste con las canas respetables de su pelo, fue inmediatamente reducida vilmente por aquellos zánganos que aún utilizan el slogan de “el honor es su divisa”. Indignamente fue montada en una moto y trasladada a una de las ergástulas de rigor… ¡Honor a usted, bella dama! … Digna heredera de todas las valientes mujeres venezolanas que en las diversas épocas han luchado anónimamente por la libertad.

Pude observar también a un joven que, en encomiable gesto de desafío irreverente, se desnudó y sin mayores aspavientos se “encaramó” sobre otro de los letales carros blindados, pero fue rociado con el lesivo manto de perdigones. Su espalda debe haber alojado a más de 30 proyectiles. De igual manera vi a varias personas enfrentadas a “puño limpio” contra los tripulantes de otro de estos tenebrosos vehículos blindados en el que se distinguía su identificación: “CONAS”. (1). Evidentemente se trató de una osadía propiciada por el ardor juvenil, en la que se soslayó y se hizo caso omiso a la evidente desproporción manifiesta. Por aquello de que puños versus escopetas, pistolas y lanza bombas no resulta muy equilibrado que digamos. En todo caso fue una manifestación de heroicidad que, como ya lo comentamos, hemos sabido confrontar… ¡Contra la resolución de un pueblo anhelante de libertad! … No existe amedrentamiento ni temor reverencial alguno.

Las actitudes asumidas en las protestas de la semana pasada,  tanto por la señora (convertida en abuela y madre de todos nosotros), como por los jóvenes, significan una armonía plena y unitaria en la ya indetenible decisión mayoritaria de los venezolanos de restituir el imperio de la Constitución nacional a la brevedad posible, erradicando definitivamente el golpe de Estado continuado implementado por Maduro y su combo. Por intermedio de los propios mecanismos establecidos por ella. No son otros que las previsiones instituidas en los artículos 333 y 350. (2).

Estamos jalonando una nueva etapa en la lucha. Atrás han quedado los errores pasados. Sin embargo, debemos tenerlos siempre presentes como aldabonazos para no reincidir y evitar cometerlos una vez más. No debemos engolosinarnos con este auspicioso recomienzo triunfal; muy halagüeño por lo demás. Con “frialdad de catedráticos” estamos en la obligación de ponderar todos los escollos conocidos y ocultos, porque la empresa no es fácil. Debemos remar en un mismo sentido. Sin abandonar la calle, ni distraer los esfuerzos en aspectos subalternos. Estableciendo un efectivo orden de prelación practico hasta que los objetivos sean cumplidos. Debemos hacer valer diversas formas de lucha democráticas. Llegó la hora de propiciar a corto plazo, pero producto de una eficiente organización, un ¡paro o huelga general indefinida!… Esta acción no debe ni puede ser producto de decisiones emanadas de conciliábulos reducidos por cogollos, o de cuatro o cinco partidos políticos.

Pienso que la MUD debería ser el órgano catalizador idóneo e implementar de inmediato reuniones con la sociedad civil organizada. Con las diversas centrales obreras. Con los múltiples órganos empresariales. Con las organizaciones estudiantiles a través de los Centros de Estudiantes y Federaciones de Centros. Con todas las estructuras que agrupan a los profesionales. En fin, con todos los venezolanos (individualidades con peso específico propio y demás instituciones) para afinar las tácticas pertinentes de la manera más amplia posible –sin prisa, pero sin pausa– para obtener el resultado estratégico ya conocido. Esta concertación de voluntades  anudadas férreamente es la que debe, de manera orgánica, llamar al PARO GENERAL.

Notas:

1.- Comando Nacional Anti Extorsión y Secuestro (CONAS). Órgano élite de operaciones especiales de la Guardia Nacional Bolivariana. Este régimen ha demostrado a cabalidad una enjundiosa e histriónica capacidad de inventar ridículos nombres, jergas cuarteleras, procacidades, apelativos insulsos, estúpidas consignas y hasta absurdos y rebuscados topónimos.

2.- El pasado jueves la GNB arremetió otra vez “virulentamente” contra la inerme población en la urbanización El Paraíso, en Caracas. El diputado de la AN José Manuel Olivares –de acuerdo con su propio testimonio– fue objeto de la delincuencial agresión constitucional-personal efectuada por parte del envalentonado y guapo por apoyado, primer teniente Sumoza, comandante del pelotón represor. Este indigno y facineroso oficial le propinó, a “quema ropa”, un bombazo en una pierna, con la respectiva admonición de: “Con la Constitución nacional me limpio… (Aquello). El tenientico de marras, recién egresado de su Alma Mater, –conserva aún la infame condición cuartelera de “moco” y de “lacio” – es digno heredero aprovechado de las lecciones impartidas por el escatológico vocabulario usado por el difuso y gaseoso “eterno”. Convertido ya, (¡Gracias a Dios! y también a los cubanos), en polvo cósmico. Igualmente, la verborrea que usualmente excreta el alumno predilecto soslayado en hora significativa, el otro teniente ascendido inmerecidamente a capitán.


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