Sería un desliz inexcusable que las fuerzas democráticas no buscasen la fórmula más conveniente que las acerque a la gestión que desde el exterior se está realizando a través de las instituciones internacionales para ponerle coto al régimen venezolano. Aquí habría que abrir corchetes y usar bastardillas, de manera muy particular, para referirse al secretario general de la Organización de Estados Americanos. No es un perjurio que Luis Almagro en algunas ocasiones se ha excedido en sus opiniones y sugerencias; es común que esto se dé en estos terrenos recalentados. Asimismo, es humano no guardar la debida serenidad cuando se observa que dentro de la oposición venezolana hasta la estampida interna ha sido desordenada.

De allí que nos rodee una población confundida, pero consciente de que la desunión tiene mucho que ver con su vida, desgraciada por la dictadura de Nicolás Maduro. Tengamos presente que tan necesaria es hoy en día la unidad entre los sectores opositores como la unidad y las coincidencias con las naciones y organismos forasteros. Para dar por terminado el punto del ilustre uruguayo, debo apuntar que este personaje goza de más simpatía dentro de nuestro país que la mayoría de nuestros dirigentes coterráneos. Es así.

De manera que hay que ser más solidarios y consecuentes con aquellos que nos arriman el hombro desde acullá. Ellos muchas veces han hecho el laborioso trabajo que nos correspondería realizar aquí mismo. Mientras tanto andamos deambulando, vapuleados por un régimen cojitranco con tan solo 12% de aceptación popular, asombroso. De modo que no se trata de hacer el papel de zánganos que ni miel producen ni aguijón tienen. La unidad, ya lo hemos vivido, es el antídoto contra el régimen. Además, esa acción de integración aleja el miedo y aumenta la esperanza, en pocas palabras: la unidad es una necesidad, no una opción…

María Corina Machado, por ejemplo, hoy por hoy vive su momento estelar en la política nacional ganado a punta de perseverancia, de trabajo constante y logró romper el techo de 5% de popularidad que por años la mantuvo enclavada en ese guarismo invariable. Pues ahora corre el riesgo de regresar a esas microscópicas cifras. Corre el riesgo, de igual manera, de que su discurso se desgaste por el uso excesivo sin alcanzar los resultados que como heraldo ha propagado por las calles del país; el tiempo es inmisericorde. Luego, será presa también del molino que ha triturado a otros dirigentes con mayor popularidad. Para esa guillotina tropical no hay excepciones posibles. Hay movimientos muy serios enfocados en rehacer la unidad. No tendrá, entonces, más vía que sumarse a ellos o ser una isla flotante en medio de la gesta por la que ella tanto ha batallado. Todo el que se precie de político busca aliados entre las piedras, rebusca entre los intersticios, hace amigos entre sus adversarios más fieros.

Quería reservarme las últimas líneas de esta nota para copiar, de mi amigo Celio Celli Gerbasi, lo siguiente: “La realidad es que los opositores estamos aquí, somos mayoría y estamos prestos a expresarnos, a respaldar a los dirigentes que articulen acciones de oposición y dirigidas a promover el cambio. Cito algunas actividades exitosas realizadas en Carabobo recientemente y que indican la vocación de cambio en sectores importantes y que quizás se desconocen por el control hegemónico que ejerce el gobierno sobre los medios de comunicación: Henrique Capriles, todo un éxito sin mayor despliegue de propaganda. Otro importante indicador de cómo la oposición es mayoría fue la exitosa conmemoración de los 77 años de luchas de Acción Democrática. También estuvo en Valencia María Corina Machado, en la populosa urbanización La Isabelica, y como era de esperarse la asistencia superó las expectativas…”.

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