Convocar al liderazgo de los principales partidos democráticos con el objetivo de reconstruir  la unidad es algo loable, necesario y demandado por la situación del país.

Situación que no hará sino empeorar porque la crisis sistémica que padecemos es consecuencia de la imposición de un régimen con vocación totalitaria que concibe la política económica como un instrumento de control y no una herramienta para crear y generar prosperidad. Además, quienes gobiernan no muestran ningún propósito de enmienda o rectificación a pesar de que la crisis no hace más que profundizarse y para muestra un botón: el FMI prevé una inflación de 1.000.000% para finales del año en curso.

No hay que ser un genio de la política o un estratega consumado para advertir que la cita opositora (escenificada la semana pasada) debía ser lo más reservada posible visto el desencuentro dramático existente entre la dirigencia democrática y la necesidad de recuperar la confianza, limar  asperezas y explorar puntos de encuentro y coincidencias entre esos actores políticos.  

La forma discreta (que no secreta, asunto hoy día imposible)  como fue convocada y escenificada  la reunión de marras no supone, necesaria ni fatalmente, pactos secretos o acuerdos contra natura. Entiendo, por información de algunos de los sectores participantes, que la discreción al respecto fue evaluada conveniente por ser un nuevo intento para tratar de allanar diferencias; por tanto no era conveniente crear expectativas que no pudieran ser satisfechas y de este modo generar más incertidumbre y frustración en el movimiento opositor.

No entiendo ni comparto el rechazo y las reacciones histéricas, destempladas e impertinentes de algunos por la realización del encuentro; tampoco el reclamo airado  por la ausencia de otros actores en la misma. Era correcto reunir en primera instancia a las principales fuerzas democráticas y digo principales porque en su conjunto PJ, VP, AD, UNT Y AP cuentan con la mayoría determinante de los miembros de la Asamblea Nacional (único rasero objetivo con el que se cuenta) y son los partidos –con todas sus deficiencias y limitaciones– de mayor vertebración nacional. Lo cual no implica  la exclusión de otros sectores en la posible reconstrucción de la unidad democrática.

Tampoco me pareció conveniente que voceros de uno de los partidos participantes jugara posición adelantada develando el encuentro sin que hubiese un acuerdo entre los participantes para hacerlo, ni decidido en consecuencia cómo y qué informar, tal como es lo recomendable y pertinente en tales circunstancias. Espero que haya sido un desliz cuyas consecuencias no tengamos que lamentar.

En la presente situación hay que ser realistas en materia de unidad. Si los intentos por lograr un reagrupamiento y convergencia de todos quienes se reconocen opositores al régimen –lo cual sería lo pertinente y deseable– se frustra, ya sea porque persisten diferencias sustantivas en términos de la caracterización del régimen (asunto nada baladí, ni circunscrito al mundo académico), o en la estrategia (votar siempre aunque persista la ausencia de condiciones o votar cuando se recuperen las prescritas constitucionalmente), o porque algunos crean (contra toda evidencia) que solos pueden derrotar al régimen; sigue siendo pertinente y necesario la confluencia de algunos para construir algún tipo de unidad entre las fuerzas políticas y sociales  para luchar contra el régimen en mejores condiciones.

La responsabilidad  de hacer todo lo necesario e imprescindible para construir la unidad posible y necesaria la tienen en primer lugar las principales fuerzas democráticas. Las condiciones objetivas existen y no son otras que el inmenso deseo de cambio que anida en la mayoría del cuerpo social de la nación. Deseo que de nuevo se está materializando en las numerosas protestas gremiales, laborales, ciudadanas y vecinales en contra de la desidia e incapacidad oficialista por resolver los problemas del ciudadano común.

Es conveniente puntualizar que la presión internacional no basta para derrotar al régimen, que sin una alternativa de cambio consistente y convocante el chavismo continuará en el poder.


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