Lo que se dice y entiende por unidad nunca ha existido en realidad, y menos ahora, cuando el chavismo no logra sostenerse a sí mismo y la Mesa de la Unidad mutada, es sólo un recuerdo fantasmal de afanes electorales que se proclamaban, pero sólo se cumplían el día mismo del proceso electoral.

Ciertamente, se está hablando de unidad, pero como alguien preguntó alguna vez, ¿con qué se come eso? El chavismo se desmorona, sus jefes se aferran con uñas y dientes al poder, se encadenan a puertas y blindajes escoltados, porque calle, eso que se llama calle, ya no les queda ni una cuadra.

¿Está unida la oposición? Algunos dicen que sí, otros difieren, manifiestan interesados que las discusiones son intercambios democráticos de opiniones, los jefes de los partidos siguen siendo regentes. En realidad, no es tan simple ni democráticamente esperanzador.

Quienes sí están cada día más unidos son los ciudadanos de todos los sectores socioeconómicos, unidos en que están hartos del hambre y miseria, una economía torpe, hipócrita, devastadora, que promete y no cumple, llena de adjetivos y propuestas, vacías de credibilidad y sin posibilidades.

Un Gobierno tan simplón e ignorante convencido que, con una atrabiliaria transformación monetaria, quitándole cinco dígitos, automáticamente los ciudadanos vivirán mejor y empezarán nuevamente a soñar con la felicidad.

Tan básico e indocto subió artificialmente sueldos que ahora no puede pagar -pregúntenle a los pensionados- y estrechó arbitrario los precios de productos que ahora no cubren sus costos y, en consecuencia, desaparecen. Ni siquiera porque los escondan, simplemente dejan de ser producidos.

Tan elemental e ignaro que se montó en un avión para un larguísimo viaje a China como si fuera una fuente inagotable de dinero en manos de magos y genios de las Mil y Una Noches, en vez de los duros inversionistas que realmente son. La pregunta no es, así, qué pidieron a cambio, sino qué pudo todavía ofrecerles el Gobierno que ya no tengan, que no les adeudemos o que les siga interesando de un país que en vez de futuro sólo tiene un pretérito para mostrar. Un pasado que, en el peor de los ejemplos, fue mejor que el presente castrista.

Es allí donde está la unidad, en el desastre que no para de crecer, en la torpeza de que cada invento empeora lo anterior, en la desesperación porque cada día les quedan menos refugios para, como unos cuantos querrían, salir corriendo a esconderse y poder dejar salir algunos suspiros de alivio.

La unidad sigue ausente de la oposición porque antes que ponerse de acuerdo entre partidos y grupos, deben discutir y analizar mucho para estar de acuerdo y contentos dentro de cada uno. La unidad se está deshilachando en el chavismo porque militantes y simpatizantes -salvo algunos privilegiados cuyas ganancias ofenden- también se levantan y se acuestan cada día en medio del hambre, miseria, errores y la creciente convicción de que no hay para más.

No sigamos preguntándonos con asombro e incredulidad por qué seguimos acorralados. Los mismos políticos que lo han negociado y cedido casi todo pretenden seguir controlando, hasta los exiliados que se han ido en busca de mejor futuro dejando atrás el castro-chavismo-madurismo al igual que a sus cómplices miopes, turbados e indiferentes, pero jamás mudos. La economía inflacionaria sigue su curso imparable al colapso, el hambre insiste y se acentúa, la enfermedad y la violencia acosan, la muerte acecha y la tiranía reprime. Los venezolanos no huyen ni se van porque no quieran a su país, sino porque esta Venezuela chavo-mudista no los quiere a ellos.

A estas alturas, la desunión preocupa. Pero la realidad es que el pueblo, los ciudadanos están unidos en más de un 85% sobre la necesidad de salir del régimen que hoy nos mantiene oprimidos, en ansiedad y angustia. Imposible pretender cómodamente la intención de ciertos promotores de la unidad en obviar sus fracasos intentando repartir la factura del fiasco entre quienes no estaban invitados, no tuvieron responsabilidades y fueron ignorados en las decisiones; lo lógico, lo correcto, en conciencia, es que den paso a nuevos actores.

Tras ya casi veinte años de malhadada y diariamente incumplidora revolución, la unidad está en los ciudadanos de todo el país, unidos en el hartazgo del fracaso, la mentira y las burlas.


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