Advertencia: Esta carta abierta al padre Arturo Sosa Abascal, S.J., hoy prepósito de la Orden de los Jesuitas, en Roma, fue escrita y publicada originalmente en mayo de 2002, hace más de 16 años, a raíz de los sucesos del 11 de abril del mencionado año. En ella advertía del rumbo castro-comunista que llevaba el régimen del entonces aprendiz de dictador Hugo Chávez y presagiaba que, de no impedir su consumación –cosa a la que el padre Sosa no parecía ni mínimamente dispuesto, sino muy por el contrario– Venezuela se hundiría en una espantosa crisis terminal. Si así ha sucedido se ha debido no solo a la tolerancia, la complacencia y la obsecuencia de jesuitas como Arturo Sosa y ahora Jorge Mario Bergoglio, sumo pontífice de la cristiandad, que contrastan con el valiente, lúcido y sereno comportamiento de nuestra Iglesia Católica venezolana y de una valerosa oposición combatiente que ha sabido apartarse de una oposición oficialista mendaz, pusilánime, cobarde y miope que se ha dejado arrastrar hasta este despeñadero. Constituye una respuesta al ensayo de Arturo Sosa titulado “Del choque de trenes al programa mínimo: Venezuela: 4-14 de abril de 2002”. Temas de coyuntura, 45 / junio 2002.

Un veedor de buena fe me ha hecho llegar a través de la red un artículo del padre Arturo Sosa que promete ser no solo un descarnado análisis de los dramáticos sucesos del 11, 12, 13 y 14 de abril recién pasados, que conmovieran a Venezuela y sorprendieran al mundo, sino una propuesta encaminada a encarrilar nuestros descarriados trenes, evitar el feroz choque final y arribar, en mancomunada armonía a una misma feliz estación: “La decisión colectiva de mirar hacia el mismo horizonte”.
¿Puede un intelectual y sacerdote responsable, como el padre Sosa, sacarse de la manga una fórmula mágica que permita hoy reunir en un mismo mirador a Hugo Chávez Frías, Diosdado Cabello, Lina Ron, Freddy Bernal y José Vicente Rangel, por nombrar solo a algunos de los pasajeros de uno de los trenes, con Pedro Carmona Estanga y Fedecámaras, Carlos Ortega y la CTV, y todos quienes participan del bloque opositor, desde los propietarios de los medios hasta la alta gerencia de Pdvsa, pasando por esos multitudinarios sectores populares que marcharon el jueves 11 –¿o es que populares son solo los seguidores de Hugo Chávez?– y lograr una unidad de propósitos que los haga no solo concebir, sino disfrutar al unísono de un mismo horizonte?

Tan comprensiva, humana y ambiciosa propuesta me llevó a leer con extremado detenimiento el largo ensayo del padre Sosa. Dejo a las autoridades correspondientes ocuparse de los hechos luctuosos que él intenta clarificar. Me intereso, en cambio, por “las perspectivas“, segunda parte de su enjundioso análisis. Para mi desconsuelo no he encontrado una sola idea concreta que legitimara el interés despertado por la promesa. Pues para llegar al legítimo y humanitario deseo de Sosa, el padre, de unificar a tal extremo los bloques en conflicto, Sosa, el intelectual, debe eludir cualquier mención a los auténticos horizontes de nuestros “maquinistas”. Ni una sola palabra acerca del proyecto que nutre al “proceso bolivariano”, cero mención de los pasos concretos dados por el gobierno, el único y auténtico dueño de la locomotora, los rieles y la estación, en estos tres años de recorrido por imponerle a una parte que ya va siendo mayoritaria, su horizonte, que no es otro, como muy bien lo sabe el estimado padre Sosa, que el del “mar de la felicidad cubana”. Y ha obviado, lo que es una grave falta de percepción indigna en un hombre de pensamiento, que en rigor el descarrilamiento al que estamos asistiendo atónitos y angustiados no es el de dos sino de un solo tren, para más señas llamado Venezuela. Tal tren, estimado padre Sosa, está en manos de un solo maquinista y un sólido equipo de obstinados carboneros, mientras una parte muy importante de sus pasajeros ha comenzado a reclamar, primero a viva voz y ahora ya con violencia, detener su marcha y cambiar al maquinista, so riesgo del más feroz descarrilamiento de toda nuestra atribulada historia. Muy abundante, por cierto, en tales sangrientos y espantosos enfrentamientos sociales que el padre Sosa equipara metafóricamente con un descarrilamiento.

No solo omite Usted cualquier mención a los confesados, públicos y proclamados propósitos revolucionarios de Chávez y del chavismo –y sabe usted muy bien a qué se refiere el término revolución en boca de Hugo Chávez o Fidel Castro, querido padre Sosa, por no mencionar a Marulanda y al comandante Reyes–, sino que en una suerte de prestidigitación se eleva Usted por sobre todos nosotros, comunes mortales, y desde la torre de control de la Venezuela Rail Road Company a la que solo Usted pareciera tener acceso, mide fuerzas con un desapasionamiento digno de mejor causa y utilizando la balanza del contable decide que el enfrentamiento es entre dos vectores de igual magnitud e intencionalidad, igualmente responsable por la aparentemente inevitable catástrofe, y aunque subyace en sus palabras la evidente valoración mayor con que juzga a uno de ellos los considera meras fuerzas de atracción y repulsión físicas. Abstracción pura digna del mejor tomismo aristotélico. Desde esa torre proclama Usted finalmente la auténtica bitácora que debieran seguir nuestros maquinistas del futuro: “afirmar la necesidad de cambios estructurales en las relaciones básicas de la sociedad venezolana; reconocer la mayoría no polarizada de la sociedad, su sustrato democrático vinculado con el respeto al marco constitucional y la activación de la ciudadanía a través de organizaciones plurales que participan activamente en la reconstrucción de lo público”. La proposición contiene matices de grandiosa perspectiva histórica, luce prometedora y atrae la atención. Pero una vez detenidos a evaluar cada uno de los términos y a sopesar cada proposición con la rigurosidad que nos impone la responsabilidad histórica no dejan de sorprendernos algunas vagas imprecisiones. Muy querido padre Sosa: ¿con qué se comen los “cambios estructurales en las relaciones básicas de la sociedad venezolana”? Inteligente como usted es no podrá dejar de advertir que puede llenar el predicado con soluciones políticas, sociales y económicas de la más diversa índole, desde las ya ensayadas y fracasadas marxistas-leninistas, hasta las fascistoides propias de sociedades autocráticas, sin olvidar aquellas inmanentes al sistema democrático de gobierno: las socialdemócratas, las socialcristianas y hasta las propias del capitalismo globalizado, denigradas al vuelo como neoliberales. Si no nos aclara de qué estructuras y de qué cambios está hablando, la frase suena bella, pero es hueca: no dice absolutamente nada.

Viene luego lo de “reconocer la mayoría no polarizada de la sociedad”. ¿A qué mayoría se refiere, padre Sosa? ¿A una sociedad de amantes del pensamiento cristiano occidental que observa la marcha del 11, la carnicería de Miraflores y los saqueos de Catia, La Vega, La Yaguara, Antímano y Los Teques, desde aquel maravilloso mirador al que quisiera invitar Usted a Carmona y a Hugo Chávez, o desde su personal torre de control? ¿No estará usted tratando de pasarnos gato por liebre poniendo en una misma balanza a los sectores activos y a los sectores pasivos de la sociedad? Y al referirse a aquellos, ¿poniendo Usted en un mismo plano los armados círculos bolivarianos con las inermes organizaciones de la sociedad civil desarrolladas al calor de la protesta contra las iniquidades del régimen?

Su bien intencionada objetividad científica me asombra. Pues siguiendo en esa misma tónica pasa luego a exigir “respeto al marco constitucional”. ¡Eureka! Así, en bloque, ¿quién sino los disparatados golpistas del 11 lo han irrespetado? Es claro que tras esa neutral y ética exigencia de respeto a la Constitución pasa Usted por alto –consciente o inconscientemente– algunos de los poderes asentados en esa Constitución, como la Fiscalía General de la República, la Defensoría del pueblo, la Contraloría General de la República y el Consejo Nacional Electoral. ¿Respetan los señores titulares de todos esos constitucionales cargos “el marco constitucional?”. ¿Lo respeta quien ha convertido esa Constitución en un totémico librito en miniatura para encubrir sus diatribas, sus insolencias, sus abusos y sus desmanes? ¿Lo respetan los círculos bolivarianos? ¿Lo respetaron quienes decidieron impedir el paso de la marcha del 11 por las calles que son de utilidad pública, según derechos consagrados en ese “marco constitucional?”. ¿Lo respetaron los francotiradores y pistoleros apostados en los aledaños de Miraflores?

“La reconstrucción de lo público” –qué bella frase, padre Sosa. Resuenan en ella por lo menos ecos lejanos del lenguaje de la Filosofía del Estado y del Derecho del buen Hegel, el mismo que le diera al mundo la definición de “sociedad civil”–bürgerliche Gesellschaft, la llama. Y nos da Usted en el mismo envión la clave del sujeto que se hará cargo de tal reconstrucción: “la activación de la ciudadanía a través de organizaciones plurales”. Imagino que sabe Usted perfectamente que tampoco tal activación y sus organizaciones carecen de contenido previo al horizonte que tanto le apasiona. Hugo Chávez decidió hace aproximadamente dos años “activar la ciudadanía” con sus “círculos bolivarianos”, y como tal activación puede encontrar obstáculos en otras ciudadanías activadas, pasó según todos los indicios a dotar dichas “organizaciones plurales” con un sofisticado armamento, del que ya hemos recibido pública demostración el 11 de abril pasado.

Continúa…


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