Cuando usted lea este artículo faltarán tres días para la celebración del evento electoral más importante de los últimos tiempos en el que participarán los venezolanos. Será una cita histórica con nuestro destino, puesto que sus resultados definirán las posibilidades políticas reales de las fuerzas opositoras para continuar realizando con éxito las acciones necesarias, que es menester adoptar para fortalecer el imparable proceso político de cambio en el que está envuelto el país para ponerle fin al impúdico régimen que nos desgobierna.

Los resultados esperados y pronosticados por todas las encuestas de opinión fortalecerán la percepción que tenemos de la tiranía de Maduro. Un gobierno que carece de viabilidad operativa y voluntad política para actuar y evitar la secuela de circunstancias negativas que asolan a todos los ciudadanos, sin distingos de ninguna naturaleza. La mayoría de nosotros hemos sido víctimas de la aberrante e impune corrupción con que los validos del régimen han saqueado al país; de la escasez de los bienes y servicios fundamentales, del desempleo, de la inflación, de la inseguridad ciudadana, que afecta por igual a los seguidores del régimen y a los que disentimos de su forma de gobernar. No ejercer el derecho de aplicar el poder del sufragio para tratar de corregir el estado de cosas que vivimos no excluye a nadie de las consecuencias del resultado; el abstencionista se verá involucrado aun cuando no lo quiera y por tal razón nadie debería aceptar pasivamente que sean otros los que resuelvan sobre las situaciones actuales y futuras en las que indefectiblemente todos estamos envueltos.

Debemos internalizar que el país discurre en un clima de extrema incertidumbre. Los recientes acontecimientos y su imprevisible desenlace nos obligan a situarnos mentalmente mejor para prepararnos a enfrentar las eventuales acciones que podrían derivarse de la desesperación y angustia que actualmente atenazan a las facciones chavistas y a su espurio liderazgo. Actitudes irreflexivas de nuestra parte, al suponer que con la abstención estaremos castigando a la dirigencia política opositora, sin darnos cuenta de que tal actitud, en realidad, revierte en contra del propio no sufragante, puesto que se podrían cerrar las posibilidades al necesario proceso de recambio que requiere y reclama el país. Ya basta de permitir que erradas acciones y percepciones de nuestra parte contribuyan a que los menos capacitados y los más corruptos continúen conduciendo, intencionalmente equivocados, la nave del Estado e impidan el acceso al poder de nuevas generaciones de venezolanos llamados a modernizar las caducas visiones de los que han gobernado mal durante los últimos dieciocho años.

No concurrir a votar el 15-O no resuelve los seculares problemas que nos afectan; por el contrario, garantiza que el país siempre tendrá lo peor de “más de lo mismo” como lo demuestran fehacientemente los continuos fracasos del régimen actual en el tiempo que ha gobernado con la anuencia pasiva de nuestra parte. Hay cosas básicas que debemos hacer para nuestro beneficio como ciudadanos y para deslastrarnos de un liderazgo ladrón, mediocre y decadente y para eso se impone la necesidad de tomar decisiones. Ese momento ha llegado. Tengamos presente que de cada uno de nosotros dependerá la suerte de la República y la de nuestro entorno familiar.

Es evidente que actualmente el gobierno no tiene las bazas a su favor porque paulatinamente los inexplicables y costosos errores de su gestión lo han llevado al ocaso de su tiempo histórico, que podría ser acelerado siempre que la participación y la voluntad opositora por un cambio aumenten sensiblemente; de otro modo, aun cuando los errores sistemáticos del gobierno sigan presentes y deterioren aún más al país, no deberíamos permitir que sea solo la inercia de su deterioro, el catalizador de su final. Lo que vivimos es un problema de todos, que todos debemos resolver.

Tenemos ante nosotros, en caso de que fracasen por insuficiencia de apoyo político o por negligencia opositora todas las iniciativas tendentes a encontrar una salida a la situación planteada, el inminente peligro de dirimir nuestras diferencias con el régimen mediante una confrontación fratricida o, en su defecto, que el continuo deterioro del país lo desgaste y lo convierta en una entelequia, un remedo de sociedad, un frustrante recuerdo de lo que pudimos haber sido y, con ello, se imponga definitivamente la visión de la tiranía que nos quiere así.

La vigencia de las agendas personales, la irresponsabilidad política, las mesiánicas visiones de ser los portaestandartes de la cabal interpretación de la historia y la comodidad de los que no se quieren involucrar, son las actitudes que indefectiblemente nos podrían conducir a situaciones que ninguno de nosotros, en su sano juicio, querría que se dieran en nuestro país.

Hay que focalizar la crítica opositora hacia el régimen, desenmascarar y denunciar a los ladrones y corruptos que lo integran. La sociedad venezolana no puede continuar siendo simple espectadora del sistemático saqueo con que los validos del régimen impunemente han colocado a la nación al borde de la bancarrota. La inmensa cantidad de dinero mal habido que ahora está depositado en cientos de diversas cuentas bancarias en Estados Unidos, Andorra, Suiza, Luxemburgo, entre otros países, a nombre de los funcionarios corruptos y sus testaferros, es de tal magnitud que sobrepasa con creces lo acumulado por las mafias que tradicionalmente han operado bajo diversas formas del crimen organizado. Tales circunstancias no nos permiten ser indiferentes y más aún cuando fácilmente se constata que la inmensa cantidad de recursos birlados por estos desalmados, de haber sido utilizados adecuada y honestamente habría permitido al país resolver las carencias conocidas en los sectores salud y educación.

Fortalezcamos, mediante el voto que se nos solicita depositar en los comicios del 15-O, nuestras potencialidades y voluntades para auspiciar el cambio del régimen político que nos desgobierna y para el avance y consolidación de una democracia no excluyente y honesta como la forma de gobernar a nuestra sociedad. Incorporemos de manera proactiva y organizada nuestras actitudes y capacidades a la formidable y enaltecedora tarea de cerrarle el paso definitivamente a los que transitoriamente detentan el poder y que han saqueado al país en forma inmisericorde e impune.


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