Podría armar un largo artículo señalando todas aquellas cosas que deslegitiman a Maduro y hacen de su mandato una dictadura rechazada por la comunidad democrática internacional; sin embargo, este artículo va dedicado a las oposiciones, porque 80% de los venezolanos que militamos en la oposición hemos comenzado a rechazar, tanto los discursos sin acción, como las acciones sin discursos, paradojas ambas que están a la orden de día en este país.

El régimen discursea sobre la hiperinflación, pero no hace nada por detenerla; habla de democracia, pero todos los días arremete con la represión sin explicar las causas. En la oposición se habla y se habla sobre cómo salir del régimen, pero se prescinde del voto. Los abstencionistas exigen la renuncia, pero no ejercen la presión necesaria para provocarla, lo que permitirá a Maduro retener el poder sin el menor esfuerzo. El Frente Amplio pide mejores condiciones para ir a unas elecciones, pero no se ven las acciones para lograrlas. 

Todos los días me pregunto si una sociedad como la nuestra, dominada a su antojo por una dictadura comunista, puede mantenerse dividida y en una guerra de descalificaciones ante una catástrofe como la que castiga a este país que todavía llamamos Venezuela.

Es bueno que las dirigencias de la MUD, de los enemigos de la MUD, de los abstencionistas, de Voluntad Popular, de Acción Democrática, de Primero Justicia, de Un Bravo Pueblo, de Un Nuevo Tiempo, de Vente Venezuela, del Frente Amplio y de  todas las organizaciones que han manifestado su profundo descontento con el régimen, sepan que al distraer sus acciones y energías en sus desencuentros,  desde todo punto de vista injustificables, le están haciendo un daño inmenso a  Venezuela y a su gente.  Que con esa guerra, por demás absurda, no solo se descalifican, si no que hieren, desconciertan  y dejan a la deriva a un pueblo que ha podido comprobar a lo largo de estos casi veinte años de desgobierno, que quienes conducen la nave del Estado no tienen la capacidad y la preparación necesaria para resolver los problemas que ellos mismos han creado y, lo que es peor,  que carecen de la voluntad política necesaria para hacerlo.

A la luz de los hechos que hoy nos abruman y nos tienen al borde de un precipicio casi insalvable, me atrevo a afirmar que ninguna de las oposiciones se ha puesto a pensar en el daño que le hacen a Venezuela y a toda la gente que puso sus esperanzas en la unidad. Que aquella fuerza con la que asistía la gente en la calle a cada convocatoria de la dirigencia para dar testimonio vivo del descontento nacional, comenzó a mermar cuando las apetencias personales se abrieron paso y dejaron de un lado el interés nacional. Que ese desencanto parece haber hecho metástasis en un cuerpo social castigado por las políticas asfixiantes del régimen, en la medida en que los desacuerdos dejaron de ser civiles y naturales dentro de la diversidad, para convertirse en una guerra en la que vale todo,  sin que se vislumbre ni siquiera una tregua que conduzca a la necesaria reflexión para preguntarse cuánto de culpa tienen en la frustración de millones de venezolanos que hoy militan en las filas del desencanto, la amargura y la indiferencia, porque esas discordias le cerraron el paso a sus esperanzas y apagaron la luz que esa esperanza les generaba. 

No creo que se hayan dado cuenta del daño que han hecho al anteponer al interés nacional, sus propios intereses y lo peor del caso es que ese liderazgo que lleva consigo el pesado fardo de varias derrotas causadas por sus propios errores, no se han dado cuenta que aquella rabia democrática que los venezolanos exhibían con fe en la lucha ya no está de su lado. Que ese 80% que efectivamente está en contra del régimen, hoy acompaña esa rabia con la decepción y la impotencia al sentirse abandonado por un gobierno que no cumple y por unas oposiciones  ausentes, ocupadas más en culparse unas a otras que en encontrar las soluciones a sus problemas. 

Si algo debemos inscribir en el índice de Aunque Usted no lo Crea es cómo un gobierno pudo convertir a un país rico llamado a la grandeza, en un país menesteroso en el que el pueblo pasa hambre; pero a su lado tenemos que incluir el capítulo de una oposición que no pudo capitalizar el descontento de más de 80% de sus compatriotas, contra la ineficacia y los abusos de un gobierno autocrático con pretensiones totalitarias, gracias a la incoherencia de sus actos.

Da dolor constatar la poca asistencia que tienen las convocatorias de cualquiera de los grupos de la oposición, incluidos los abstencionistas, el nuevo Frente Amplio y los candidatos que compiten en unas elecciones sin emoción,  porque una parte  de la oposición  ha pretendido convertir en un axioma la falsa afirmación según la cual dictadura no sale con votos y  no quiso entender que los procesos electorales sirven, entre otras muchas cosas, para elevar el espíritu de combate de una población descontenta; que la protesta electoral, además de ser contagiosa y vibrante, sirve para crear una resistencia efectiva, agitada y visible que además de poner en evidencia cualquier desmán del régimen, deja en  condiciones de lucha a una disidencia para cabalgar en ese duro tren que llamamos resistencia en el caso de no reconocerles su triunfo.  Lamentablemente esto no ocurrió, la MUD capituló en su posición electoralista, no le dio apoyo a Falcón, lo cual  habría mejorado en mucho la estrategia de su campaña, mejorado también su mensaje, que a mi modesto entender, no han sido buenos hasta ahora y habría hecho menos visible la estrategia oficial de hacer invisible su candidatura.

A tres semanas escasas de la fecha escogida por el régimen con premeditación y alevosía, para darle un jaque mate a la oposición y a la institución del voto universal y secreto, cuando el panorama no puede ser más oscuro y tenebroso, somos muchos los que abrigamos la esperanza de un regreso a la sensatez y a la coherencia. El momento es propicio para que en esta hora desesperada, la intransigencia cese y se abra paso, con energía renovada, la unidad democrática para evitar la catástrofe.  Caminos, aun cuando estrechos, todavía los hay; que son escollos difíciles, nadie tiene duda, pero hay que intentarlo. O las fuerzas democrática todas se vuelven a unir en torno a un objetivo único como es rescatar, renovar y hacer crecer la democracia, para bien de todos, o con su desunión habrán decretado su muerte y con ella la libertad de todo un pueblo. Es bueno recordarle a la oposición democrática que los demócratas estamos condenados a luchar por la democracia y a no perder nunca la fe, de lo contrario, ante un mural de condiciones adversas como el que tenemos ante nuestros ojos y que a diario lastima nuestra alma ciudadana, no es difícil vaticinar el tantas veces temido “triunfo” de Maduro, y sus posteriores consecuencias, con una espuria constituyente aplastando nuestra libertad y nuestros sueños. 


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