Gracias a la firma del Acuerdo de Paz, los colombianos tenemos la oportunidad de construir un mejor país y curar las heridas de tantas décadas de violencia. No es una tarea fácil, pero desde que firmamos el acuerdo hace un año, trabajamos con determinación para que las oportunidades que trae se hagan realidad.

El Instituto Kroc de Estudios Internacionales de Paz de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos ha hecho un análisis comparativo riguroso sobre los procesos de paz en el mundo y concluye que a un año de la firma del acuerdo, hemos avanzado más en su implementación que muchos otros procesos comparables.

Hoy, gracias al Acuerdo de Paz, estamos recuperando la tranquilidad y seguridad en las regiones que estuvieron bajo el yugo de la guerra. Conseguimos la paz sin comprometer en lo más mínimo la capacidad de la Fuerza Pública. Hemos desplegado toda su capacidad para garantizar la seguridad en los territorios más afectados por el conflicto. 

Los colombianos que habitan estas regiones empiezan a encontrar la tranquilidad después de años de zozobra. 26% de los 673 municipios con sospechas de minas antipersona han sido declarados libres. Son 2,4 millones de personas que dejaron atrás el temor de ser víctimas de esos artefactos. Gracias al acuerdo, Colombia será en menos de cinco años un país libre de minas antipersona.

Las drogas ilícitas son un problema global que demanda la corresponsabilidad entre países productores y consumidores. El Acuerdo de Paz es una oportunidad de oro para encontrar una solución duradera a este problema. Ahora tenemos la posibilidad real de transformar las condiciones que llevan a miles de familias campesinas a sembrar coca. Hasta el momento, 124.000 familias cultivadoras han manifestado interés en participar en el Programa de Sustitución Voluntaria. De estas se han vinculado formalmente 54.180 que tienen sembradas 40.000 hectáreas de coca.

El progreso de estas familias, por supuesto, depende de que logremos desarrollar sus territorios e integrarlos al resto del país. Para lograrlo estamos trabajando en la construcción y mejoramiento de 2.406 km de vías terciarías. Además, en los últimos meses hemos emprendido un ambicioso Programa de Desarrollo Territorial con la participación de las comunidades de los 170 municipios más afectados por la violencia. 

Sabemos que la inversión privada es indispensable para el desarrollo. El fin del conflicto abre un horizonte de oportunidades para sacar adelante regiones de Colombia en las que por años predominaron las economías ilegales. Para facilitar la inversión en obras de infraestructura, proyectos de agroindustria o de turismo, entre otros, establecimos exenciones de impuestos en 344 municipios. Además, las empresas podrán pagar el impuesto de renta a través de inversiones en estos territorios.

No es posible construir una paz duradera sin honrar el derecho de las víctimas a la justicia y abrir caminos para la reconciliación entre los colombianos. Es nuestra obligación resarcir a los colombianos que fueron víctimas del despojo. Hasta el momento hemos restituido 222.000 hectáreas de tierra, que benefician a 31.000 familias.  Además, 6,4 millones de víctimas han recibido apoyo del Estado, de las cuales 700.000 recibieron una reparación administrativa.

Después de 5 décadas de guerra, los responsables de los crímenes más graves van a rendir cuentas a la sociedad y sus víctimas. Uno de nuestros mayores logros, que servirá de referencia para otras negociaciones de paz, es la creación de un sistema de justicia transicional que excluye las amnistías e indultos para los crímenes más graves.

El dilema más importante en todo proceso es dónde trazar la raya entre justicia y paz. No importa cómo se haga, siempre habrá inconformes de uno y otro lado. Eso es lo que estamos presenciando. Esa es también la señal de que encontramos un buen equilibrio. En los próximos meses, los ejercicios de esclarecimiento de la verdad, dejar atrás los odios y sustituirlos por el perdón, la reparación de las víctimas y las sanciones a los victimarios en Colombia nos permitirán sentar las bases para la reconciliación.

En todos estos propósitos, el apoyo de toda la comunidad internacional, desde las naciones hermanas del continente hasta el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha sido fundamental. A todos los gobiernos y pueblos del mundo, Colombia les dice gracias. Sabemos que contamos con su apoyo para seguir avanzando en este difícil pero hermoso reto de construir paz. 

El panorama de Colombia en los años por venir es muy positivo gracias al acuerdo de paz y a los avances económicos y sociales de los últimos años. Cada vez más colombianos están convencidos de que superando la violencia se encuentran los caminos más expeditos para el desarrollo. La paz de Colombia es, por fortuna, un hecho irreversible.


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