Para la realización del cambio pregonado por un gobierno de transición no se trata solo de organizar canales de participación política y de que se respeten las leyes del juego democrático. Se trata también y en forma prioritaria de «enfrentar la realidad tentacular y articulada» de la ola represiva y del miedo que viene inculcado por el régimen para mantenerse en el poder mediante «la cultura de los esbirros», como la define Miguel Henrique Otero, con la complacencia y complicidad de la Fuerza Armada o de algunos sectores especializados de ellas.

Según Kennan, las luchas internas del poder son el principal enemigo del totalitarismo de cualquier signo. No obstante, consideramos que producen incertidumbre, inestabilidad y perjuicio cuando, de manera explícita o implícita, se filtran en las fuerzas democráticas haciendo muestra de una falsa estrategia, que se autoclasifica de inteligente, que se esconde detrás de la reproposición de un «diálogo imposible», para garantizar la salida y el respeto de los funcionarios y políticos socialcomunistas bolivarianos que no hayan incurrido en delitos de lesa humanidad, aspecto propio que califica la visión democrática del cambio. Pero cuando alguien plantea que el «sacrificio» se extienda a la disponibilidad de constituir un gobierno híbrido con el social comunismo bolivariano, se prostituye, hasta traiciona la presunta vocación democrática originaria, y ciertamente no otorga a la dictadura alguna credibilidad democrática; al contrario, queda clasificado como soporte de ella. Pues, como escribía P. Robrieux: «Ir de acuerdo con la diversidad, como pregunta Toglatti (secretario del Partido Comunista Italiano, el más importante en el mundo capitalista de aquel entonces) es un arte que la Iglesia conoce. Ella tiene 2.000 años, mientras que nosotros somos apenas mayores de edad. Este es el punto».

Las trágicas condiciones socioeconómicas y políticas de la Venezuela de hoy, la llegada de los 90 técnicos militares rusos, expertos en misilística, la conocida presencia de los militares cubanos, de los irregulares de Colombia u otra nacionalidad, los narcotraficantes, los mercenarios movilizados en contra de la población, se oponen a la voluntad de la gran mayoría de los ciudadanos, frustrados por manipulaciones y engaños y que no podrían entender «una convergencia de las paralelas», aquella sugestiva hipótesis de convivencia pacífica en el territorio nacional, ideologizada por Aldo Moro, que llevó el PCI fuera de la órbita soviética, a adherir a la internacional socialdemócrata y a gobernar Italia en el respeto de la alternativa democrática.

Una transición hacia una República democrática, independiente y soberana, prefigura la nueva gerencia del país regida por la «transparencia», asumida como lema de su comportamiento y que alejará del poder actores de cualquier tendencia que, de una u otra forma, tengan o no cuellos blancos y corbatas, han sido y son criminales de la corrupción, de las ambiciones personales o de grupos, y que han favorecido o sido cómplices de la destrucción del país.

Si es estimulante conservar la emoción que ha producido el presidente interino, es esencial para la recuperación económica y social del país alejar la improvisación y trabajar para construir conciencias a través de la eficiencia necesaria para enfrentar la realidad. No se puede ignorar el «virus de los hechos»: en un país con una de las mayores riquezas per cápita del mundo, la miseria es la condición del crecimiento de su economía y para vencerla se deben operar sacrificios, mucha perseverancia y gran diplomacia. Por consiguiente, se configura la necesidad de articular una ingeniería estratégica conjunta de lo político, lo social y las relaciones con el exterior:  

En primer lugar, el totalitarismo ha sido instaurado por «falta de dinero», pues la penuria determinada por la corrupción ha sido una escogencia que se puede defender, solo que para hacerlo con elocuencia y credibilidad se necesitaría haber conservado las características morales de la cultura aristocrática, casi eclesiástica imitada, pero nunca poseída ni por el difunto presidente Chávez, y que se podría históricamente percibir en la mentalidad y comportamiento de algunos de los burócratas estalinistas. Es oportuno recordar que una ideología es eficaz solo si está combinada con un modo de ser, y este modo de ser, a su vez, determina la ideología. La confrontación en este campo es calificante, no se debe dar como algo superado, sino como una exigencia cotidiana para la formulación política en defensa de los valores y principios de la democracia y de la ética.

Segundo: es la explotación de los trabajadores, tanto de los incorporados en la producción de bienes y servicios, como de los que con conocimiento y sacrificios han dedicado y dedican sus esfuerzos de cada día a la formación de los recursos humanos a todos los niveles, que ha constituido la finalidad de la acción gubernamental social comunista bolivariana: de este modo queda demostrada la naturaleza de su presunta vocación social sustanciada en la destrucción del motor principal, del elemento diferenciador del desarrollo económico perseguido con éxito por los países limítrofes, máxime por Colombia.     

Tercero: como conocido a nivel nacional e internacional, la soberanía del país ha sido traicionada por el gobierno de la revolución bolivariana que se apoya para su continuidad sobre las fuerzas extranjeras ya mencionadas. Frente a la indiferencia de las Fuerzas Armadas de Venezuela, o cuanto menos su indeterminación para asumir las funciones institucionales definidas en la Constitución, la misma ofrece a la Asamblea Nacional las formas con las cuales el pueblo soberano puede y debe defender sus derechos: Artículos 350 y 187, aparte 11. Es una escogencia obligada por el comportamiento del gobierno bolivariano sobre el cual cae la responsabilidad de las graves, gravísimas consecuencias que pueden producirse. Es la lucha por la libertad de un pueblo, no un ejercicio político para satisfacer ambiciones personales o de grupos. Ya somos neocolonia de Cuba, seremos dependencia de Rusia y de China.

Es esta la lucha para la libertad, que en el pasado se enfrentó para constituirse en nación, y que otra vez define ahora el futuro de Venezuela. Pero mientras que aquella fue para adquirir la propia identidad y soberanía en contra del imperio de España, hoy se realiza, como una ironía del destino, entre venezolanos. Entre aquellos que sienten la necesidad de depender de una estructura político partidista y hacer parte de un edificio construido para explicitar una doctrina, mejor una seudodoctrina cual es el social comunismo bolivariano resuelto en dictadura, y entre aquellos que aspiran a recuperar en libertad la propia dignidad de hombres que fabrican su propio destino, en una sociedad donde el desarrollo no sea sometido a fibrilaciones constantes determinadas por el cambio de la gerencia política, sino considerado como instrumento de convergencia y de estabilidad, pero también de civilización fundamentada en la democracia participativa y la justicia social.


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