Los procesos socio-históricos y políticos sostienen sus propios tiempos; sin embargo, los trujamanes de la anc asoman, en esta triste hora de nuestra historia, la determinación de juramentar para un nuevo período presidencial a quien caduca, con su satrapía, el 10 de este mes.

Prolongar su mandato configura una inadmisible ilegitimidad a lo interno de nuestro país y ante la comunidad internacional. Estaríamos en presencia ya no únicamente de un Estado fallido, cuya abominación tenemos veinte años padeciendo, sino también un Estado forajido.

Ese esperpento denominado asamblea nacional constituyente (minúsculas adrede) nació viciado.

Seguimos sosteniendo hoy, como lo justificamos ayer con creces, que esa tal anc ha devenido en una triste y vergonzosa página en nuestra historia actual. Que en nada ha contribuido a la solución de los problemas que nos acogotan sin misericordia.

Siempre fueron írritos y nulos los procedimientos a través de los cuales se estructuró ese ente que será, muy pronto, de ingrata recordación en la vida política de Venezuela, una vez que superemos esta ominosa condición en que nos han subsumido.

En cada acto ponen en práctica rancios ejercicios de tracalería jurídica a diestra y siniestra, que desembocan, con sus leyes constituyentes, en la consumación estrepitosa de sendos fraudes constitucionales.

Entendamos, entonces, que si por casualidad o por provocada intención se produce algún desvarío, una precipitación o tamaño desquiciamiento como el que nos han informado, que están asomando los sostenedores de este régimen: aprobar una nueva constitución para el Estado venezolano, sin consultar mediante referéndum a la ciudadanía. Si así se les ocurre y actúan, en consecuencia, será la propia historia la que se encargará de expurgar a tales sediciosos. Porque, con exactitud, eso es lo que son. Y que nos atrevemos a calificar de perpetradores ruinosos de la constitucionalidad.

Prestemos seria atención a esto: ha habido una costumbre inveterada entre mucha gente de repetir y admitir, como cosa natural, que gobierno, Estado, país, nación, república y patria son la misma cosa. Y que además da igual si utilizamos alguno de esos vocablos para mencionar, sin distinción, la idea cualquiera de ellos.

Es un grave error la utilización invariable de estas palabras. Cada una posee sus propias consideraciones para los enunciados.

Si mencionamos uno de ellos, necesariamente no estamos significando los otros; por lo que nos vemos obligados a hacer las correcciones en esta hora aciaga que atraviesa nuestra Venezuela.

Cuando se legisla para una nación como totalidad, es decir, para un Estado, entonces: su Constitución, sus leyes, sus códigos adquieren la identidad y legitimidad de la población en sentido genérico, para su cabal funcionamiento.

Reafirmemos, una y otra vez: el Estado es la nación completa, con leyes.

El Estado somos todos, con nuestras divergencias y pluralidades; la ciudadanía con tendencias ideológicas disímiles. El Estado se asienta en una creación jurídica-política que nos teje e involucra: a la nación y al país. Así también diremos que la patria siempre se hace y será hermosa, por cuanto ella nace desde las sensibilidades y motivaciones psicoemotivas de quienes vivimos con las especificidades de la nación. La patria se lleva en nuestro corazón, mente y voluntad.

El bochorno que quiere desatar el régimen es que aspira a irse por los atajos para dar por aprobada, para sus propios intereses, una nueva constitución.

Al momento de proponerse una constitución para el Estado, desde sus inicios debemos ser conscientes de que su proyecto, diseño, discernimientos, elaboración y texto definitivo será para toda la población nacional, sin diferenciación. Y diremos, con énfasis, por qué.

Porque todo gobierno es efímero; este no será una eterna excepción. Ya tiene un rechazo de casi 90% de la población.

Con más razón aún para reforzar nuestro criterio de que un gobierno es una gestión temporal, limitada para administrar (que no corromper y dilapidar como lo han hecho) los recursos del Estado, el Estado que nos involucra a todos.

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