Lo del 20 de mayo no es sino la culminación de un proceso de fraude electoral continuado que comenzó en 1999. Desde un principio, el chavismo puso toda la estructura del Estado venezolano a su servicio. La Fuerza Armada, el órgano electoral, los jueces, todo lo que pudiese significar un contrapeso de poderes quedaba sujeto al plan chavista de perpetuarse en el poder.

Esta aberración no fue debidamente denunciada y combatida por la falsa oposición. Por el contrario, esta oposición decidió aparearse con el régimen y sus condiciones electorales leoninas con la ilusión de un cambio democrático y electoral. Fue la misma ilusión que le vendieron al pueblo por 19 años ayudando de esta forma a la agenda del régimen.

Hasta que la gente se cansó. Pero quizás más que el cansancio de votar sin lograr nada fue la evidencia incontrovertible de que, tal como se venía denunciando desde 1999, sin el fraude electoral no habría sido posible que el chavismo se mantuviera en el poder durante casi dos décadas, con un país y una economía destruidos.

Aunque Henri Falcón y la falsa oposición se logren reunir en el futuro cercano en torno a la desgastada consigna de la vía electoral para salir de la tiranía, el régimen ya sabe que ha quedado en evidencia. Ante los ojos de los venezolanos y el mundo, el gobierno de Maduro solo habría logrado apenas 1 millón de votos en una elección que no será reconocida por nadie.

Es posible que aceptar esta realidad le lleve a la cúpula a prescindir en forma definitiva de la farsa democrática para aprobar en su constituyente un sistema más apropiado para un gobierno en minoría como el de una elección de segundo grado a través de delegados.

Millones de venezolanos ahora están conscientes de que el régimen es una minoría que sigue en el poder hasta que los militares lo mantengan o hasta que una intervención militar internacional lo expulse. En cualquier caso, no será una salida electoral y menos aún negociada la que lo saque del poder.

La del 20 de mayo no solo luce como la última elección, sino quizás como el último fraude que pueda perpetrar el gobierno antes de su caída definitiva.


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